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Hasta Que Nuestras Vidas Se Apaguen

Hasta Que Nuestras Vidas Se Apaguen

Status: En proceso
Genre:Amor a primera vista / Dominación / Malentendidos / Diferencia de edad / Pareja destinada / Casada con el millonario
Popularitas:5.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Marîana Ibañéz

Alejandra quien a sus 5 años fue alejada de su padre por el echo de ser la hija de una empleada y nacida fuera del matrimonio. La quiso proteger de la humillación y del maltrato, la llevó a vivir a Colombia con su familia materna. La cuido y velo por ella desde la distancia sabiendo que era la hija de su gran amor. Después de 20 años creció como una hermosa mujer, educada y valiente. Una hermosa joya... quien será la presa de un delicioso hombre que la absorberá y amará hasta que sus vidas se apaguen.

NovelToon tiene autorización de Marîana Ibañéz para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

No estoy disponible.

Todo está pulcro. No perfecto, pulcro. Ni un papel fuera de lugar, ni una carpeta desorganizada. Huele a madera fina, a café recién hecho y a éxito. Las cortinas están apenas abiertas, dejando que entre la luz suficiente para resaltar el mármol del piso. La ciudad ruge allá afuera, pero aquí adentro solo reina el silencio. Uno tenso.

Callahan está sentado en su silla ejecutiva. Inmóvil. Mirando la pantalla del computador, aunque no ha tecleado una sola palabra en los últimos siete minutos. Lleva el saco colgado en el perchero y la corbata apenas floja. Se nota que durmió mal. Que no durmió, en realidad.

Su asistente, Mili toca dos veces la puerta, firme.

— Señor Callahan, la primera reunión es en trece minutos. Ya llegó el abogado de Lisboa.

— Que espere en la sala. — Responde, sin moverse.

La voz le sale baja, pero firme. Siempre firme. Nadie se atreve a cuestionar a Graham Callahan. Ni cuando llega con ojeras ni cuando no ha probado bocado. Lo conocen. Saben que eso significa que su mente está corriendo más rápido de lo que cualquiera alcanzaría a imaginar.

Sobre el escritorio, junto a su pluma Montblanc, hay una carpeta que ha abierto y cerrado cuatro veces en la última hora. Contiene informes de inversión, balances… y una nota que no debería estar ahí. Un post-it doblado en dos. “¿Vas a seguir ignorándome?”

Lo arranca, lo arruga, lo lanza al cesto. Falla.

Maldita sea.

Suspira, se levanta, camina hacia el ventanal y apoya las manos en el marco de aluminio. El teléfono vibra en su escritorio, otra notificación, otro número que no quiere ver. Lo ignora. No tiene tiempo para tonterías emocionales. Hoy tiene una reunión con los portugueses, otra con la fiscalía y una llamada con alguien que no puede fallar.

Hoy no se puede quebrar.

Se acomoda la camisa, se pone el saco, y respira hondo.

— Dile al abogado que entre. Y que no me haga perder el tiempo. — Mientras la puerta se abre, Callahan vuelve a sentarse. Y en cuanto el primer “buenos días” resuena en la oficina, su expresión ya es otra. Implacable. Inquebrantable.

Pero nadie ve que debajo del escritorio, ha cerrado el puño.

La reunión con el abogado portugués acaba de terminar. Callahan se queda de pie, mirando cómo el hombre recoge sus cosas y se despide con la formalidad de siempre. Apenas cierra la puerta, su asistente entra con paso rápido y voz serena.

— Señor Callahan, hay una mujer esperándolo en recepción. Dice que es una vieja amiga. Se llama Elvira Monteverde. — Callahan frunce el ceño. El nombre le suena. Y fuerte.

— ¿Elvira? — Asiente con un gesto lento, recordando. Cómo no. Elvira Monteverde. Belleza de lengua afilada, ambiciosa, imposible de domesticar. Abogada, relaciones públicas, consultora política… y en su tiempo, una debilidad. — Dígale que pase.

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Recepción

Elvira está sentada, cruzada de piernas, impecable. Traje crema entallado, labios rojos y una mirada que desarma. Cuando la llaman, se levanta sin apuro. Entra como si conociera el lugar de memoria. Miles, el asistente personal de Callahan, se le acerca. Neutro.

— Señorita Monteverde, bienvenida. ¿Le puedo ofrecer algo de tomar?

— Un whisky, si sigue teniendo ese Dalmore que le gustaba al jefe. — Miles sonríe, apenas.

— Claro que sí. — La puerta de la oficina se abre. Callahan la observa desde el umbral. No dice nada, solo la mira. Ella lo mira también. Sonríe.

— Vaya, sigues sabiendo cómo llenar un traje. — Dice ella, caminando despacio hacia él.

— Y tú sigues sabiendo cómo llenar una entrada. — Responde él, apartándose para dejarla pasar. Ya dentro, Callahan le ofrece asiento con un gesto. Ella se sienta sin perder la compostura. Miles entra con el whisky, lo deja sobre la mesa auxiliar, y se retira sin una palabra más. — ¿Qué haces aquí, Elvira?

— Solo tenía ganas de verte. — Lo dice sin rodeos. Sin culpa. Como si tuviera todo el derecho del mundo. Callahan se recuesta en su silla, clavando la mirada en ella.

— ¿Y por qué ahora?

— No sé, algo me dijo que estarías disponible.

— No lo estoy.

— Eso nunca te detuvo antes. — Silencio. Elvira toma un sorbo de whisky, sin apartar la mirada de él. Sus piernas cruzadas, su perfume suave, esa actitud de “nada me toca” que lo irrita y lo atrae al mismo tiempo. — Te ves cansado. — Dice de pronto, suave, con una media sonrisa. — ¿Quieres que te ayude a relajarte? — Callahan levanta una ceja. No responde de inmediato. Se levanta, camina hasta la barra, se sirve un trago para él.

— ¿Qué clase de ayuda ofreces, Monteverde? — Ella sonríe, se levanta también, acortando la distancia entre los dos.

— La que no se firma en papeles. La que no se le cuenta a nadie. La que tú y yo sabemos manejar… bastante bien. — Se detiene justo frente a él. Tan cerca que podría besarlo. Pero no lo hace. Porque Elvira siempre ha sabido jugar con el deseo. Nunca lo entrega de inmediato. Lo dosifica. Y Callahan... odia y ama eso.

Elvira está frente a él. El silencio es tan elocuente como sus palabras no dichas.

Callahan toma su trago, da un sorbo, sin despegar la vista de ella. Su cercanía le recuerda cosas que ya había enterrado. Elvira huele igual. Se mueve igual. Sonríe con esa soberbia seductora que nunca pidió permiso.

— ¿Te acuerdas de aquella noche en Cartagena? — Susurra ella, jugando con su copa. — La del hotel con los ventanales abiertos, las velas, y el tipo que se equivocó de habitación…

— Y nosotros no le explicamos nada. — Termina él, con una risa grave. — Solo le ofrecimos un trago. — Ella se ríe también, se inclina hacia él. El aroma de su perfume se le mete por la nariz como un disparo de nostalgia.

— Siempre nos divertimos, Graham. — Él asiente, lentamente. Se deja caer en el sillón, apoyando la cabeza hacia atrás, como si el techo pudiera darle respuestas.

[VOZ INTERNA – CALLAHAN]

Siempre fue así. Con Elvira no había reglas. Nos conocimos en la universidad, entre libros y copas, debates absurdos y sexo sin ataduras. Ella era una tormenta disfrazada de mujer bien puesta. Y yo… yo era peor. Compartíamos el mismo desprecio por lo establecido, por el deber ser. Todo lo que el mundo decía que no, nosotros decíamos que sí.

Elvira camina despacio, se sienta en el brazo del sillón. Lo mira de reojo.

— ¿En qué piensas? — Callahan no contesta de inmediato. La mira, despacio. Ella es fuego fácil. Un fuego conocido. Y cómodo.

— Pienso que eres un problema cuando apareces sin avisar.

— ¿Y tú no? — Se burla ella, rozándole el cuello con la uña. — Siempre has sido un vicio de los que no se superan. — La toma de su muñeca con firmeza. No de forma brusca, pero lo suficiente para marcar límite.

— No me provoques, Elvira.

— ¿Por qué no? ¿Te estás volviendo casto ahora?

— Porque no estoy disponible. — Responde él con voz baja, pero firme.

Ella lo estudia. Por un momento, hay un leve temblor en sus labios, como si la respuesta la incomodara. Luego se repone, sonríe con esa autosuficiencia que siempre la ha caracterizado.

— Oh… ya. ¿Tiene nombre esa no disponibilidad? — Él se pone de pie, se arregla el saco con ese aire de “aquí mando yo” que a ella siempre le encantó.

— Tiene forma, olor, y carácter de tormenta. — Dice él, sin dar más detalles.

— Vaya… nunca pensé que vería el día.

— Ni yo. — Admite, directo. — Pero llegó. Y aunque me den ganas de hacer contigo lo que hacíamos antes, y de la forma en que lo hacíamos… no quiero confundirme. No esta vez. — Ella se queda callada un momento. Luego se levanta, se alisa la falda y camina hacia él con esa cadencia lenta, felina.

— No vine a enredarte, Graham. Solo quería verte. — Lo besa en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios. Él no se mueve. Tampoco se deja llevar. Solo respira hondo, como quien evita incendiarse.

— Fue bueno verte, Elvira.

— Ya sabes dónde encontrarme si alguna vez necesitas… relajarte. — Y sale.

Callahan se queda de pie, solo en su oficina. La puerta se cierra con un clic silencioso. Mira el trago en su mano y lo deja sobre el escritorio sin terminarlo.

[VOZ INTERNA – CALLAHAN ]

Podría haberla tenido. Como antes. Como siempre. Pero ahora… ahora hay algo más fuerte. Algo que me hace querer resistirme. Aunque ella no me quiera todavía. Aunque me odie, me ignore, y se haga la ingrata. Yo sé que al final del mes… Alejandra va a estar conmigo. Y por primera vez en mucho tiempo, quiero ser capaz de decirle que no a todo lo que no sea ella.

1
Nancy Parraga
Graham a pesar de lo que el es la está protegiendo y quiere hacer las cosas bien espero que todo sea para bien de ella y que ese miserable padre se valla al diablo 👿
Mary Ney
Alejandra,lo que es sentirse protegida por hombre que ofrece estar hasta la muerte sin palabra
💀🅱️✝️🈂️...G
wooow 🥰🤗🥰👍
💀🅱️✝️🈂️...G
woooooow 🥰🥰
Maia
Quiero ver a Callahan en Acción 😈😌🔥🔥🔥
mariela
Está es la oportunidad de que Alejandra y Graham hablen sinceramente que es lo que está pasando el porque ella no acudió a la cita y que es lo que quiere su padre con ella y el porque quiere usarla como moneda de cambio aparte el tiene que decirle su verdadero nombre está muy interesante
mariela
Ese viejo Smith se está buscando lo que no se le perdió y Graham no va a permitir que se lleve a Alejandra y la llene de mentiras piadosas y quedar como una víctima.
Mary Ney
Que le explique todo lo del padre ella se case con él así el padre no podrá hacer nada
Nancy Parraga
Pobre Alejandra, espero que el le explique con paciencia y sin mentiras para que ella lo entienda .
los capítulos son muy cortos y solo uno por día 😭😭
Dairibeth Redondo
Que incertidumbre, ya quiero leer el próximo capítulo 😉
Maria Rosa Grisinco
Con esta ya van tres novelas, que me dejan en la mitad y ni siquiera dicen si va a continuar o no, que mal, y yo alabandolos porque todo lo que e leído me encantó, creo qué me tomaré vacaciones de ustedes.
💀🅱️✝️🈂️...G
maldito viejo HDP 🤬😡😡🤬 eres un infeliz desgraciado
💀🅱️✝️🈂️...G
mugre viejo quien sabe q tanto trama😡🤬
Mary Ney
Que padre tan malo más capítulos por favor
💀🅱️✝️🈂️...G
que pasará pobre Ale 🥺🥹
💀🅱️✝️🈂️...G
🥲🥲🥲🥲
💀🅱️✝️🈂️...G
🥰🥰🥰🤗👍
💀🅱️✝️🈂️...G
maldito viejo ambicioso 🤬😡🤬😡
💀🅱️✝️🈂️...G
🥺🥹🥹🥲😭😭 mugre viejo
Nancy Parraga
Maldito viejo HDP espero que el la saqué de esa situación igual ella se va a enojar por qué el viejo le llenará la cabeza de cucaracha
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