Alice Crawford, una exitosa pero ciega CEO de Crawford Holdings Tecnológico en Nueva York, enfrenta desafíos diarios no solo en el competitivo mundo empresarial sino también en su vida personal debido a su discapacidad. Después de sobrevivir a un intento de secuestro, decide contratar a Aristóteles, el hombre que la salvó, como su guardaespaldas personal.
Aristóteles Dimitrakos, un ex militar griego, busca un trabajo estable y bien remunerado para cubrir las necesidades médicas de su hija enferma. Aunque inicialmente reacio a volver a un entorno potencialmente peligroso, la oferta de Alice es demasiado buena para rechazarla.
Mientras trabajan juntos, la tensión y la cercanía diaria encienden una chispa entre ellos, llevando a un romance complicado por sus mundos muy diferentes y los peligros que aún acechan a Alice.
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Capítulo 9 Umbral
Aristoteles se encontraba frente a su espejo, observando con detalle su reflejo mientras ajustaba el nudo de su corbata.
Aquella mañana tenía una formalidad que no había sentido en años; el traje negro que le había proporcionado Holdings Crawford encajaba perfectamente, y daba la impresión de ser parte de él. Su mirada bajó al arma en su cintura, una Glock 19 que James le había entregado el día anterior, una herramienta que le recordaba la precisión y control que había aprendido en sus años de servicio.
Sobre la mesa junto a él, estaban las llaves del Audi Q7 negro, otro detalle práctico que también formaba parte de su nuevo rol. Tomó las llaves, observándolas un momento antes de guardarlas en su bolsillo. Sabía que este trabajo era diferente de cualquier otro, y la tensión de los últimos días le recordaba lo importante que era estar preparado para cualquier situación.
Al salir de su habitación, caminó hacia la cocina, donde Elara ya estaba despierta y preparándose un sándwich en la pequeña isla. Al verlo, su rostro se iluminó con una sonrisa amplia.
—Hola, papá —dijo, mientras se giraba hacia él con la energía despreocupada de la juventud—. ¿Estás listo para tu nuevo empleo?
Aristoteles asintió, acercándose a ella y depositando un beso en su mejilla.
—Claro que sí, cielo. —Luego, con una mirada de cariño y un toque de preocupación, añadió—: ¿Ya tomaste tus medicamentos?
Elara rodó los ojos con una sonrisa divertida.
—Sí, papá. Te prometo que tendré cuidado, que no haré nada acelerado y que tomaré mis medicamentos. —Su tono era un poco burlón.
Aristoteles rió suavemente y le revolvió el cabello.
—Te quiero, cariño.
—Yo también, papá —respondió ella, dándole un último abrazo antes de soltarlo.
Con una última sonrisa, Aristoteles salió de su apartamento, dirigiéndose hacia el Audi que lo esperaba en el estacionamiento. Una vez al volante, se sintió más preparado, con su mente enfocada en lo que debía hacer, en proteger a Alice Crawford y mantener el control en todo momento.
Cuando llegó al edificio de apartamentos de Alice, se estacionó y se dirigió hacia la entrada principal. Un hombre de uniforme, lo miró con expresión inquisitiva.
—¿Quién es usted? —preguntó el hombre con tono neutral.
Aristoteles se acercó y se presentó con calma.
—Soy Aristoteles Dimitrakos, el nuevo guardaespaldas y chófer de la señora Crawford.
El guardia asintió, pero en ese momento, Hartford apareció desde el vestíbulo. Su mirada hacia Aristoteles era evaluadora, y aunque le dio una ligera sonrisa, había un toque de ironía en su expresión.
—Así que tú eres Dimitrakos —dijo Hartford, cruzando los brazos—. Hiciste un buen trabajo el otro día, pero eso no fue más que suerte de principiante.
Aristoteles mantuvo la calma, aunque su mandíbula se tensó ligeramente.
—Sé lo que hago. No por nada fui capitán en el ejército griego —respondió, su tono medido pero firme.
Hartford soltó una risa breve y seca.
—El ejército no es lo mismo que cuidar la espalda de alguien en esta ciudad, Dimitrakos. Esto no es un campo de guerra. —La mirada de Hartford era crítica, como si evaluara la capacidad de Aristoteles para manejar la vida en Nueva York.
Antes de que Aristoteles pudiera responder, las puertas del edificio se abrieron, y Alice apareció, del brazo de Jonathan. La elegancia de Alice irradiaba en cada detalle de su postura, desde su traje de corte impecable hasta el aire de autoridad con el que sostenía su expresión serena. Jonathan, por su parte, la miraba con una mezcla de orgullo y posesión.
Aristoteles enderezó la espalda, adelantándose para abrir la puerta del Audi. Hartford observó la escena y, con un leve gesto de respeto, se hizo a un lado.
Jonathan se inclinó hacia ella, depositando un beso en su mejilla, mientras su mano se quedaba en la cintura de Alice, apretándola sutilmente.
—Nos vemos más tarde, cariño —dijo Jonathan, su tono cargado de una leve tensión que Alice percibió de inmediato —. Quiero cenar contigo esta tarde.
—Gracias, Jonathan, pero ya tengo planes para el almuerzo. Comeré con Patrick. —Alice habló con una calma deliberada, y en cuanto terminó de hablar, cerró la puerta del automóvil con un movimiento decidido, sin darle tiempo a replicar.
Aristoteles tomó el asiento del conductor, y a través del retrovisor, vio a Jonathan quedarse parado junto a Hartford, observando cómo el Audi se alejaba. Por un instante, se sintió en una posición extraña, casi como si estuviera interviniendo en un juego sutil de poder entre Alice y Jonathan. Sin embargo, su atención volvió rápidamente a Alice, quien, en el asiento trasero, se acomodó con elegancia, pasando una mano por su cabello y apartándolo de su rostro con naturalidad.
—El señor Porter me envió su itinerario para hoy. ¿Algún cambio? —preguntó Aristoteles, su tono profesional pero atento, mientras avanzaba por las calles de Nueva York.
Alice mantuvo una expresión relajada, aunque su voz se tornó algo más íntima cuando respondió.
—Sí, hay un cambio. A las dos tengo una reunión de almuerzo. Comeré con Patrick Van Buren.
Aristoteles asintió, tomando nota del cambio en su mente.
—Entiendo. —Hizo una pausa antes de preguntar—. ¿Es importante?
Alice esbozó una ligera sonrisa, casi irónica, como si encontrara divertida la pregunta.
—Lo es. Patrick fue mi primer esposo y es el padre de mis hijos. La relación entre nosotros es… compleja, pero hemos aprendido a mantener una buena dinámica por el bien de la familia.
Aristoteles asintió, sin hacer más preguntas, pero comprendiendo mejor la situación. Había una historia detrás de Alice Crawford, una historia de la que apenas estaba empezando a comprender los detalles, pero que lo intrigaba profundamente. No era solo una ejecutiva poderosa; había capas en su vida y en su pasado que probablemente pocos conocían.
Por un momento, hubo un silencio en el coche, pero no era incómodo. Alice, como siempre, parecía dueña de cada espacio que ocupaba, y Aristoteles sentía que aquel silencio compartido entre ellos era, de algún modo, una conexión tácita. Sabía que su trabajo era protegerla, pero cada vez que la observaba, sentía que estaba entrando más en el mundo de alguien que, de alguna forma inexplicable, lo atraía.
Mientras conducía, Aristoteles la miró una vez más por el retrovisor. A pesar de la ceguera de Alice, había en su expresión una fuerza tan imponente que, por un instante, Aristoteles sintió que ella podía ver más allá de cualquier apariencia, que podía percibirlo en una dimensión mucho más profunda.
—Señora Crawford —murmuró finalmente, rompiendo el silencio—. Haré todo lo posible para que este sea un buen día para usted.
Alice sonrió apenas, una sonrisa enigmática que parecía esconder tanto como mostraba.
—Confío en que así será, señor Dimitrakos.
El viaje continuó en silencio, pero en aquel instante, Aristoteles sintió que había cruzado un umbral.
sugiero que coloques imágenes de tus personajes. gracias, ánimo