EL chico problema se declara a la chica más popular frente a toda la escuela, pero ella no es lo que aparenta.
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VOL2-CAPITULO 2: Aem Dagar
AEM DAGAR
Elein corrió tan rápido que sus hermanos hubiesen estado orgullosos si se tratase de una competencia deportiva como las que se veían en las ferias de Eberor. Incluso ella se sentiría orgullosa si no fuera porque corría por su vida, no en una sana competición. La elfa daba saltos esquivando ramas caídas y rocas afiladas. Aunque no se atrevía a voltear, escuchaba cerca los pasos pesados de unas botas. Su perseguidor parecía ser uno solo. Eso le dio esperanza, pues sería más difícil si fueran los tres, y ese Enrio le daba miedo, por mucho que no quisiera reconocerlo.
“Un arma, necesito algo con que defenderme”, pensó.
Pero no encontraba nada, ni siquiera una piedra tirada en el suelo.
Entonces salió a un claro y allí se encontró con tres personas.
—¡Aem Dagar!
Gritó sin percatarse de si los individuos que encontró eran aliados o enemigos.
—¿Qué quieres? ¿Habla?
Preguntó uno de ellos. Entonces Elein lo supo: la lengua con la que le hablaban no pertenecía a ninguno de los cuatro reinos élficos. Aun así, no era una lengua desconocida.
Elein fue hacia ellos. Se trataba de dos chicas y un chico. Llevaban ropas extrañas. No tenía tiempo de explicarles nada, así que decidió seguir corriendo, pero ya Diore, el perseguidor, había llegado con el puñal en alto.
—Detente, maldita, hoy vas a morir.
Al igual que Elein, Diore quedó estupefacto ante los tres individuos junto a la fogata. Guardó el puñal y tomó la espada.
—¿Quiénes son ustedes?
Usó el idioma de los Vanir, uno de los muchos idiomas conocidos en su mundo y el más común cuando se trataba de hablar con otras razas.
—No es asunto tuyo, ni nos interesa meternos en tus asuntos.
La chica de pelo negro habló seriamente y con bastante soberbia.
—Ah, ¿así que esas tenemos? —Diore apretó el mango de la espada—. Me pregunto, sin embargo, si la oficina internacional de magia les ha autorizado la entrada a este mundo. Como elfo, es mi deber detenerlos.
—Estamos aquí con el derecho que nos da el estatuto de Ydhin, así que ve a joder a otro —quien habló esta vez fue la otra chica.
Los ojos de Diore mostraron mayor interés.
—Así que están aquí con el permiso de un dios, ¿eh? Entonces son pretendientes a dioses. Como sea, ya nos veremos más adelante.
Con esa declaración, Diore fue hacia Elein y, levantando la espada, lanzó un golpe. Pero el golpe fue interceptado por el tercer extraño visitante; el joven detuvo su espada con un palo. Diciendo algo en una lengua desconocida en ese mundo, la mujer de pelo negro le respondió en la misma lengua.
Diore miró sorprendido al chico.
—Maldito, el estatuto de Ydhin te da derecho a entrar en Alfheim, pero no prohíbe que se te mate.
Diore dio un paso hacia atrás y atacó de nuevo, esta vez al chico. Este, a pesar de usar un simple palo contra una espada, se las arreglaba bien.
—No me importa que no sea mi asunto, Calíope, no me quedaré de brazos cruzados.
Esta vez, el muchacho habló en el idioma Vanir, aunque torpemente.
En ese momento, Diore partió en dos el arma rudimentaria de Devan y sonrió al lanzarle la estocada. No obstante, lo que ocurrió lo dejó anonadado: la chica llamada Calíope apartó a Devan a un lado y, esquivando la estocada, le golpeó la cara con una patada, mandándolo a volar.
Elein se acercó a Calíope entonces y le dijo algo en lengua Vanir.
—Muy bien, Hermelinda, esta chica dice que puede valerse por sí misma, dale un arma.
Hermelinda se rió y, haciendo un movimiento rápido con su báculo, una espada cayó del cielo, de la nada.
—Ishur —dijo Elein mirando a Devan, que aún estaba en el piso donde lo arrojó Calíope.
Elein fue hacia Diore, que con la nariz sangrante miraba a la chica que lo había golpeado. Luego a Elein.
—Puedes atacarme, ellos no interferirán.
—¿Acaso...?
Sin dejarlo continuar, Elein corrió hacia Diore y le mandó un tajo al cuello. Diore se apartó a tiempo y contraatacó.
A pesar de verse maltrecha, la elfa se movía ágilmente, sin darle mucho tiempo a su contrincante para atraparla con la guardia baja.
Sin embargo, Calíope podía ver que la chica estaba débil; lo más seguro es que la habían secuestrado y torturado. Y también podía comprender que había perdido a alguien importante; la fiereza con la que peleaba le mostraba eso.
—¡Ah, estúpida, no podrás herirme ni un poco!
El elfo levantó su espada para atacar y, en un instante, perdió la espada y la mano que la sostenía. Pero no fue Elein quien lo cortó, sino Calíope, que sostenía una hermosa espada plateada.
Elein no perdió tiempo y le clavó la espada a Diore en el cuello con tanta violencia que lo atravesó. La espada, al ser una invocación y habiendo cumplido su objetivo, se desvaneció.
—¿Por qué interviniste? —el rostro cansado de Elein estaba molesto. No tardaría en desmayarse.
La única respuesta de Calíope fue:
—Ese cuarzo que llevas colgado al cuello, ¿no es un símbolo del culto de la luna?
Calíope había comprendido que ese encuentro no era para nada casualidad. La diosa de la luna seguía jugando con ellos.