Project Universe: Explorers

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Heart, intrigada, observó cómo los robots Humex se tambaleaban al caminar.

Parecían no estar en sus cabales...

—¿Son peligrosos? —preguntó Alex.

No podía evitar sentirse apenado al ver el estado en que algunos se encontraban. La mayoría parecía haber recibido una golpiza: ropajes rasgados, miradas perdidas… a uno incluso le faltaba un brazo.

Para el chico, la escena le recordaba a los zombis de las películas que alguna vez vio.

Uno de los robots, el aparente líder de la manada, volvió a rugir. Su grito era ensordecedor, como el motor de un auto deportivo.

—Ah... Ese ruido ya empieza a molestar... —murmuró Alex, sobándose una oreja.

—Lidiamos con estos seres desde hace una semana —comentó uno de los peluches.

A diferencia del resto, este llevaba un parche en el ojo y una mirada que parecía haber visto al mismísimo diablo. Aun así, seguía viéndose tierno... pero había que mencionarlo.

—Heart, ¿no crees que debamos...? ¿Poner a salvo a estos chiquillos? —preguntó Writz, mirando a la armada de felfa.

Heart no apartó la vista de los Humex. La baba celeste que caía de sus bocas le resultaba familiar.

—Sí. Aprovechemos que están desorientados... o eso creo.

Sin mucha delicadeza, Heart cargó a algunos peluches que intentaban resistirse. A pesar de su valentía, no podían hacer mucho con la fuerza de un juguete marca Hasbro. Alex y Writz hicieron lo mismo; los suyos no opusieron resistencia.

—¿Dónde viven? —preguntó Alex.

—A dos kilómetros al oeste. En la metrópoli Cartnorea —respondió el peluche del parche.

—Vamos.

El grupo se alejó en silencio, Alex y Gely —el del parche— vigilaban que no fueran seguidos.

Durante la caminata, Alex no dejaba de preguntarse: ¿los robots pueden enfermarse? ¿Qué clase de virus los volvería así? Sus dudas volaban como las bandadas de pájaros de papel que cruzaban el cielo.

Había pasado casi una hora. Aunque no se veían rastros de los Humex, el grupo se mantenía alerta. Heart, en especial, no dejaba de observar a los peluches que, de vez en cuando, intentaban soltarse de su agarre.

—¿¡Podrían calmarse!? ¡No soy como esos robots!

—Claro... y Pillowne es la capital de Felfai... —bufó un conejo de peluche—. ¡No confiamos en una Humex después de lo que pasó en Cintolia!

—¿Contexto, por favor? ¿Qué ocurrió en Cintolia? —preguntó Alex, curioso.

Los peluches, incluido Gely, bajaron la mirada. Alex sintió que había metido la pata.

—Yo... Lo siento. No tienen que hablar si no quieren.

—Cenizas... solo eso queda de Cintolia —murmuró Gely—. Muchachos, cuidemos nuestros modales.

Los otros peluches se miraron confundidos.

—De haber querido acabar con nosotros, ya lo habrían hecho —añadió, observando a Alex con una sonrisa más confiada.

El dúo comprendió y dejó de resistirse.

—¡Me alegra saber que nuestras auras ya están en sincronía! —comentó Writz, alegre.

El resto del grupo, incluidos los peluches que él cargaba, no lograban comprender la... complejidad filosófica del elfo.

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Finalmente, las luces de la gran torre de cartón aparecieron en el horizonte.

Habían llegado a Cartnorea.

Pero nada en esta misión iba a ser color de rosas. Apenas llegaron, Heart fue rodeada por varias lanzas de felfa.

—Esto tiene que ser una maldita broma... —gruñó la robot, apartando una lanza. Seis más la apuntaron—. ¡Ay, por favor!

—¡Alto, compatriotas! Soy el comandante de reconocimiento Gely —intervino el del parche.

—¡Gely! ¿¡Por qué trajiste a una Humex!?

—¡Tú estuviste en Cintolia! ¡Sabes lo que hicieron allá!

Heart apretó los puños. Ser juzgada por compartir especie con los agresores era demasiado.

Alex y Writz lo notaron. El humano le puso una mano en el hombro, regalándole una sonrisa inocente, de esas que solo alguien como él podía dar.

—Alex... —Heart sonrió apenas, aunque cierta culpa se le asomó en la voz—. Oye... cuando terminemos esta misión... deberíamos descansar un poco.

Writz y Alex se miraron emocionados. Por fin la respuesta que esperaban.

Sin perder el ánimo, Heart se adelantó y alzó la voz:

—¡Habitantes de Felfai! —gritó.

Su semblante severo regresó. Tan imponente fue, que Alex y Writz se pusieron firmes como soldados. Los murmullos cesaron.

—¡El equipo Explorers, en nombre de la organización galáctica ARMA, está aquí para investigar y resolver este asunto!

—Emmm... Heart... —trató de intervenir Alex.

Pero ya era tarde. La motivación de Heart había alcanzado la estratósfera.

—Mañana por la mañana comenzaremos con las labores de reconstrucción e investigación. ¿Quedó claro?

Heart se plantó frente a la multitud. Tan intimidante como siempre. Los peluches se apartaron de inmediato.

—Creo que te pasaste un poco —comentó Alex.

—¡Increíble! ¡Capitana Heart! —exclamó Gely, entusiasmado.

Alex lo observó con asombro. Era el único que no parecía nervioso ante la actitud de la robot.

—¡Por favor! ¡Enséñame a comandar como tú! —saltaba de la emoción.

Heart sonrió con orgullo.

Alguien quería escuchar sus sabios... consejos.

—Ja, este mundo no deja de sorprenderme. ¿No crees, Writz...? ¿Writz?

Alex se giró. El elfo ya no estaba.

—Debe haber ido a vigilar —dijo Heart, tranquila—. Si detectó algo, debemos preparar este lugar para minimizar daños y pérdidas.

—Espera... ¿te refieres a que nosotros tres vamos a enfrentar a toda esa manada de robots?

Heart asintió como si fuera lo más normal del mundo.

—¡Eran como quince! ¡Apenas puedo seguirte el ritmo en una batalla! ¿Cómo esperas que luche contra quince... tús?

La robot rió suavemente y alzó los hombros. Gely imitó su gesto, levantando los brazos.

—A la gran... púchica... —Alex se cruzó de brazos, pensando.

—Alex, cálmate —dijo Heart con una inusual serenidad—. Esperemos el informe de Writz. Mientras tanto… date una vuelta.

—¿Eh? ¿Estás bien?

—Lo estaré si dejas de hacer preguntas estúpidas...

Alex no respondió más. Emocionado, fue a explorar el pueblo en busca de algún buen restaurante.

—Gely, necesito hablar contigo —dijo Heart, cargando al peluche.

Este respondió con un saludo militar lleno de valor… sin saber adónde lo llevaba.

Así pasó la noche.

Alex disfrutó de un delicioso banquete de hambudones: hamburguesas azucaradas, manjar de otro mundo.

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El blanquecino sol comenzó a asomarse. El día había iniciado.

O al menos eso parecía… era difícil saberlo con un reloj de veinticuatro horas cuando el ciclo de Felfai duraba treinta y dos.

Alex caminaba rumbo al ayuntamiento del pueblo, la gran torre de cartón.

—Y si mantenemos la línea de ataque cerca, podremos... —decía Heart, revisando un plano junto a Gely y otros Felfuts guerreros.

—¡Ya llegué! —avisó el humano, notando que Writz ya estaba allí.

—Bien, necesito que estén listos. Salimos en treinta. —Heart guardó el mapa.

—¿Pasó algo? ¿No íbamos a reconstruir las estructuras de Cintolia?

—Cambio de planes —dijo Heart, con gesto serio—. ¿Writz?

—Sí. Alex, cuando amanecía, vi al grupo de robots aproximándose a la metrópoli.

—Ay, no... —suspiró Alex. Otra vez, a luchar.

—Lo siento, pero tenemos que detenerlos —agregó Heart.

—Pero… están enfermos, ¿no? Solo los detendremos... ¿cierto?

—Ni loca dejaré que esos robots sobrevivan... —gruñó Heart, tronándose los nudillos metálicos.

—Heart... es tu especie.

—Como dije, ya no son lo que eran. Ahora solo los consume la confusión y la ira.

Alex se rascó la cabeza. Luchar era una cosa… ¿pero matarlos?

—Por la gran... Heart, tenemos que...

—¡¡Cállate y obedece, ¿quieres?!!

Los ojos de Heart parpadearon con una distorsión eléctrica. Alex dio un paso atrás, incómodo.

—Alex... mejor sal un rato a que el aire te bendiga con su frescura —dijo Writz, llevándolo fuera—. Hablaré con ella.

El elfo volvió a entrar. Alex se quedó mirando al vacío.

"No voy a matar a nadie", pensó.

Pero no habría tiempo para reflexionar. Una explosión sacudió el suelo. A la distancia, una torre de cartón colapsaba.

Los robots infectados habían llegado.

—¡Madres! —Alex golpeó la puerta del ayuntamiento—. ¡Chicos, ya llegaron los robots!

Como si fueran dos superhéroes, Heart y Writz no salieron por la puerta.

Prefirieron romper el muro contiguo.

—Es hora de pelear... —dijo Heart, transformando sus brazos en sables.

Alex se unió a ellos.

—¿Cuál es el plan?

Heart activó una tablilla; mostraba un río cercano a Cartnorea.

—Debemos llevar a los robots hasta ese río. Son infectados sin cordura, así que probablemente no sepan nadar.

—O al menos eso esperamos. La naturaleza siempre guarda sorpresas —añadió Writz.

—Bueno, eso suena mejor que matarlos… —Alex activó su reloj de portales—. Creo que puedo atraerlos hasta allá. Distráiganlos.

Heart y Writz asintieron, corriendo hacia la batalla. Alex tomó rumbo opuesto, hacia el río de felfa.

—Por favor… que no hagan tanto desmadre…

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A su paso, Alex notó que los peluches civiles huían por túneles en el suelo. Gely y los guerreros coordinaban la evacuación.

—Así que ese era el plan… están evacuando.

Un rugido metálico lo sacó de su pensamiento. Tres infectados aparecieron frente a él, enseñando sus dientes filosos.

—Ah… me lleva… —murmuró, buscando una salida.

Pero no podía escapar sin poner en peligro a los civiles o sus casas.

Activó sus guantes Hammer. El vapor a presión se liberó.

Los robots no se quedaron atrás. Corrieron hacia él. Uno giró la cabeza de forma errática, lanzando un láser desde su boca que arrasó con varias viviendas.

El rayo por poco lo decapita, de no ser por su reflejo al agacharse.

—¿¡Pero qué!?

Al levantarse, vio cómo una casa caía tras el impacto.

Más que asustado, Alex se sintió furioso.

—Ahora sí sacaron boleto... —gruñó, lanzándose hacia los infectados, tan airado como un volcán en erupción.

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Pero ellos no eran los únicos que enfrentaban a los infectados.

—¡Writz, no puedo acercarme! ¡Dame una barrera!

El elfo le lanzó un pergamino. Para sorpresa de todos, Heart lo activó sin dudar.

Había estudiado hechizos élficos... Con razón era imparable.

Usando la barrera como escudo, la robot desató el poder de sus brazos robóticos.

—¡Coman láser, cerebros de tornillo!

Heart abrió dos aberturas en el escudo mágico, y desde allí, sus brazos convertidos en cañones dispararon a diestra y siniestra. Writz, cubriendo la retaguardia con otra barrera, solo podía observar la brutalidad del ataque.

—Wow... ¿Así que a eso lo llaman firewall?

—¡Writz, menos filosofías y más acción!

—¡Ah! ¡Sí!

El elfo colocó un anillo de color verde claro en su dedo.

—Vientos del norte, choquen con los del sur. ¡Den vueltas y vueltas hasta romper a mi objetivo!

El aire se volvió pesado. De las nubes descendió un gran remolino. El hechizo Airnek cobró vida.

Ja, hasta me salió rima... Qué buen narrador soy.

El tornado arrasó con los robots restantes. Sus cuerpos chocaban entre sí como juguetes de hojalata en una lavadora galáctica.

—¡Suficiente! —gritó Heart.

Writz asintió, deteniendo el hechizo. El tornado desapareció.

—¿Así que por eso cavaste los agujeros anoche?

—Desde que compraste ese anillo, era evidente que morías por estrenarlo.

Las barreras se desvanecieron. Heart y Writz inspeccionaron el campo. Los robots yacían destrozados, con el líquido celeste goteando por todos lados.

Heart bajó la mirada.

—¿Estás bien?

—Sí. No te preocupes. Proteger a los Felfuts es nuestra misión, ¿no?

Se estrecharon la mano. Como dos camaradas.

—Sí... reconstruir sus casas también...

Ambos miraron las ruinas de varias viviendas.

—Oh... mier...

Un sonido metálico resonó entre los escombros. Heart, alerta, observó lo que creía eran cadáveres robóticos.

El líquido celeste comenzó a agitarse. Como si tuviera voluntad propia, trataba de recomponer a los robots, uniendo piezas y restos en un intento grotesco de devolverles su forma.

Pero estaban demasiado dañados.

Lo que emergió no eran robots... sino amalgamas deformes.

Rotos, derretidos, desfigurados.

—Monstruos... —murmuró Writz, paralizado.

—No puede ser... —susurró Heart, con el mismo miedo en los ojos—. ¿Qué clase de…?

Retrocedieron mientras los cuerpos se retorcían en una mezcla de confusión e histeria. Las amalgamas se levantaban, tambaleantes pero veloces.

—Writz... Tenemos que llegar a ese maldito río... —Heart jadeaba, nerviosa.

El dúo huyó. Detrás de ellos, los rugidos metálicos se intensificaban.

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—¡Tenga! —Alex derribó a uno de los infectados de una patada—. ¿¡Quién más quiere!? ¿¡Eh!?

Los tres robots yacían inconscientes, más dormidos que trabajador nocturno en día feriado.

—Y pensar que me hicieron correr por esto... —Alex se sintió satisfecho, aunque claro, lo hizo fuera de cámara. Así que no esperen ovación.

—Bien, ahora... ¡Al río!

Llegó finalmente al borde del río de Cartnorea.

—Por fin... —jadeó—. Me cansé más corriendo que peleando... Qué chafa.

—¡Alex!

El grito metálico fue inconfundible. Heart y Writz corrían hacia él desde la lejanía.

—¡Chicos! ¡Ya voy a abrir el portal! ¿¡Cómo les fue!?

—¡Alex, por todos los engranajes, abre el portal ya!

—¿¡Qué!?

Una explosión. Una horda de amalgamas tras ellos. Alex casi pierde el equilibrio.

—¡Que abras el maldito portal YA!

—¡Su madre! —El chico activó el portal justo cuando Heart y Writz llegaban. Cruzaron de inmediato. —¿¡Qué carajos son esas cosas!?

El portal se cerró antes de que las criaturas cruzaran.

—Son… los infectados. Pensábamos que los habíamos eliminado —dijo Writz, aún sin aliento.

—¿Ah... Okay? —Alex los miró con sospecha—. Espera… ¿“eliminarlos”?

—Sí, creímos que si los destruíamos...

Heart no alcanzó a terminar. Alex le lanzó una piedra… suave como almohada, pero igual de clara en mensaje.

—¡¿No que el plan era llevarlos al río!?

Los rostros del dúo eran la confesión viviente de que habían sido descubiertos.

—Así que... ese era el plan. ¿Mandarme al otro lado de la ciudad para que no interfiriera?

Ambos asintieron, avergonzados.

—¡Alex, entiéndelo! ¡Este universo es demasiado salvaje para mostrar piedad! —dijo Heart, alzando la voz.

—¡Yo detuve a tres sin matarlos! ¡Y no se convirtieron en eso! —señaló hacia la horda.

—Chicos, cálmense. Este no es el momento...

—¡Ahora no, Writz! —gritaron ambos a la vez.

Writz cerró la boca. Pésimo momento para ser el mediador buena onda.

En medio del caos, nadie notó que un infectado se acercaba, tambaleándose.

—¡¿Sabes qué?! ¡Si tu cerebro funcionara, sabrías que lo lógico es acabar con el enemigo!

Eso fue un golpe bajo...

—¡Y si tu corazón fuera real y no una maldita IA, sabrías que eso es inmoral!

Eso fue peor.

—¿¡Sabes qué!? ¡Ya ni sé por qué estoy en este equipo! ¡Me tratas como basura, matas gente y encima te crees una buena lider!

Heart abrió los ojos de par en par. Su furia empezó a materializarse en sables.

—¡Concordamos en algo! ¡No deberías estar aquí! ¡Eres un debilucho, un miedoso, y jamás debiste estar en ARMA!

Y entonces, el infectado rugió.

Todo pareció moverse en cámara lenta.

Heart volteando, asustada.

Writz intentando sacar un pergamino.

Y Alex...

Aún con todo lo dicho.

Actuó.

Empujó a Heart fuera del camino. El infectado lo embistió, y ambos cayeron al río.

—¡Alex! —gritaron Writz y Heart.

Pero ya era tarde.

La corriente del río se lo había llevado.

Heart se arrodilló. Solo pudo mirar las aguas con desesperación.

Una lágrima gris cayó desde sus ojos. Su ojos empezaron a brillar de un tono naranja.

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