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PERTENECES A MI

PERTENECES A MI

Status: Terminada
Genre:Completas / Mi novio es un famoso
Popularitas:3.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Deanis Arias

Perteneces a Mí

Una novela de Deanis Arias

No todos los ricos quieren ser vistos.
No todos los que parecen frágiles lo son.
Y no todos los encuentros son casualidad…

Eiden oculta su fortuna tras una apariencia descuidada y un carácter sumiso. Enamorado de una chica que solo lo utiliza y lo humilla, gasta su dinero en regalos… que ella entrega a otro. Hasta que el olvido de un cumpleaños lo rompe por dentro y lo obliga a dejar atrás al chico débil que fingía ser.

Pero en la misma noche que decide cambiar su vida, Eiden salva —sin saberlo— a Ayleen, la hija de uno de los mafiosos más poderosos del país, justo cuando ella intentaba saltar al vacío. Fuerte, peligrosa y marcada por la pérdida, Ayleen no cree en el amor… pero desde ese momento, lo decide sin dudar: ese chico le pertenece.

Ahora, en un mundo de poder oculto, heridas abiertas, deseo posesivo y una pasión incontrolable, Eiden y Ayleen iniciarán un camino sin marcha atrás.

Porque a veces el amor no se elige…
Se toma.

NovelToon tiene autorización de Deanis Arias para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 8 – Rostros del Pasado

La Universidad Central organizaba cada año un evento de gala para premiar a los estudiantes destacados en proyectos sociales, innovación y liderazgo juvenil. Era el tipo de evento que en otra vida, Eiden jamás habría imaginado pisar.

Pero ahora no era el mismo Eiden.

Vestía un traje negro de líneas firmes, sin extravagancias, pero hecho a medida. El cabello peinado hacia atrás. La postura erguida. La mirada segura. Y lo más impactante: a su lado, Ayleen, con un vestido rojo escarlata que desafiaba la lógica de lo que una hija de mafioso podía representar en un evento tan público.

—¿Segura que estar aquí no es peligroso para ti? —le susurró Eiden mientras entraban al salón principal.

—Solo es peligroso si me subestiman —respondió Ayleen con una media sonrisa—. Y hoy… quiero que todos vean lo que es mío.

La forma en que lo dijo no era una simple declaración de propiedad. Era una advertencia disfrazada de caricia. Como si su sola presencia al lado de Eiden fuera parte de un nuevo tipo de dominio: uno público, simbólico… inevitable.

El salón estaba lleno de estudiantes, profesores, empresarios, miembros del gobierno y medios de comunicación. Las luces suaves, la música clásica de fondo, los flashes de las cámaras… todo era una coreografía de poder y prestigio.

Ayleen caminaba entre ellos como si fuera dueña del edificio.

Y Eiden, a su lado, comenzaba a acostumbrarse a la sensación de que ya no era una sombra.

Hasta que la vio.

Samantha.

Estaba junto a una mesa de premiación, hablando con un grupo de chicos que claramente colgaban de cada palabra que decía. Llevaba un vestido dorado, el cabello suelto con ondas, y ese aire de “merezco más” que tanto la había caracterizado.

Eiden sintió el golpe antes de procesar su rostro. Era como si el pasado lo jalara de nuevo a la superficie, como si su antigua versión le tocara el hombro para recordarle que no todo estaba superado.

Ella lo vio.

Y tardó exactamente tres segundos en reconocerlo.

—¿Eiden? —dijo con un tono incrédulo, separándose de su grupo.

Él no respondió al principio. Solo sostuvo su mirada.

—Hola, Samantha.

Ayleen, junto a él, lo observó de reojo. No dijo nada, pero su expresión se volvió ligeramente más afilada. Eiden lo sintió.

—Wow… estás tan distinto —dijo Samantha, acercándose un poco más de lo necesario—. No te había reconocido. ¿Tú… estás con ella?

Eiden iba a responder, pero Ayleen se adelantó.

—Sí. Él está conmigo. Y tú eres…?

—Samantha —dijo ella, sonriendo con ese gesto dulce y venenoso que siempre usaba cuando quería algo—. Eiden y yo fuimos muy… cercanos en la universidad.

Ayleen la miró sin parpadear.

—¿Cercanos como en “te usé y lo humillé”? ¿O cercanos como en “me arrepentí después de que floreció sin mí”?

Samantha se atragantó con el silencio.

Eiden no podía creer lo que acababa de escuchar. Quiso intervenir, pero Ayleen colocó una mano sobre su brazo. Su gesto era claro: déjame a mí.

—Yo solo venía a saludar —dijo Samantha, alzando la barbilla—. No sabía que Eiden ahora asistía a este tipo de eventos.

—Ahora él asiste a donde se siente visto —dijo Ayleen—. Y ya no se conforma con sobras disfrazadas de halagos.

Samantha dio un paso atrás, su sonrisa temblando apenas.

—Bueno… fue un gusto verlos.

—No fue recíproco —dijo Ayleen, girando con Eiden antes de que Samantha pudiera responder.

Ya en un rincón más tranquilo, Eiden soltó una risa nerviosa.

—No sé si agradecerte o pedirte que me avises la próxima vez que vayas a decapitar a alguien con palabras.

Ayleen sonrió.

—No me gusta que toquen lo que es mío con recuerdos contaminados.

—Samantha no significa nada para mí ya.

—Lo sé —respondió Ayleen, pero en su voz había un matiz—. Pero no me preocupa lo que ella sienta. Me preocupa lo que pueda despertar en ti.

Eiden frunció el ceño.

—¿Crees que volvería a mirar hacia atrás?

Ayleen se acercó a él, le sostuvo la mirada con intensidad.

—No. Pero cuando el pasado regresa, no viene a robar tu cuerpo… viene a sembrarte dudas.

Eiden bajó la mirada un segundo. Luego la alzó, más firme.

—Ella ya no puede sembrar nada en mí. Pero tú sí. Tú sembraste fuerza. Y eso… no se arranca fácil.

Ayleen lo besó, rápido, fuerte. No como una pareja en público, sino como alguien que reclama un lugar en la piel del otro.

—Entonces no olvides eso —susurró—. Porque si alguna vez dudas… me vas a encontrar más peligrosa que cualquier ex.

Mientras la gala continuaba, Samantha los miraba desde el otro lado del salón. Su sonrisa había desaparecido. En su mano sostenía una copa de vino, pero no bebía.

Una amiga se acercó.

—¿Quién era esa?

—Ayleen Rivas —respondió Samantha—. La hija del tipo más temido de esta ciudad.

—¿Y el chico?

Samantha no respondió de inmediato. Solo apretó la copa con más fuerza.

—El chico que alguna vez fue mío. Y que ahora… no sé quién es.

La copa tembló entre sus dedos.

Y entonces decidió algo.

No lo había perdido del todo.

Todavía tenía tiempo.

Todavía podía entrar por donde Ayleen no esperaba:

El pasado.

1
Yesenia Pacheco
Excelente
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