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Redención Nuestra

Redención Nuestra

Status: En proceso
Genre:Romance / Posesivo / Oficina / Malentendidos / Romance de oficina / Mujer despreciada
Popularitas:1.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Koh

Rose estaba decepcionada del sentimiento llamado amor y por mucho tiempo no creyó en el ni lo buscó hasta que se involucró con él.

Silvain James es un hombre de una familia rica y poderosa pero que tenía más suciedad que el desagüe de la ciudad. Tampoco creía en el amor hasta que se involucró con ella.

Ambos terminaron casándose bajo las condiciones y amenazas del abuelo de Silvain. Juntos tienen que lidiar con la familia James y sus intrigas por la herencia de la compañía y riqueza que dejaba en vida el patriarca de la familia.

Entre sus días de casados y evitando los esquemas de esas personas, surge un secreto que podría causar grandes controversias y el fin del amor entre Rose y Silvain.

NovelToon tiene autorización de Koh para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 23

Luego de visitar al abuelo y verificar que estaba bien, Silvain y Rose salieron de la mansión, preguntándose si se puso mal por la desaparición de Julia.

-Es una posibilidad – mencionó Silvain mientras ayudaba a Rose a entrar al coche – El abuelo no es muy expresivo así que…

Rose entendió. El abuelo podría no saber cómo expresar sus emociones y eso lo enfermó. Ella no pudo evitar sentirse angustiada, el anciano es su más grande benefactor, si no hubiese pasado ahí, no habría terminado bien y como bien mencionaba Silvain, el anciano no sabía mostrar sus emociones más que con hechos que fueron los que la hicieron sentir menos presionada al sentirse agradecida con el anciano.

Pensando en ese horrible pasado, Rose sintió cierto rechazo hacia sí misma. Siempre había sido segura de sí misma a pesar de las dificultades, pero al haberse casado con Silvain y empezar a sentirse cada vez más enamorada de él se sintió nerviosa. ¿Él conocía cómo estuvo viviendo antes de los dieciocho años? Esos años no fueron gloriosos ni dignos de mención. Recordando que fue engañada como una estúpida por ese primer novio, aún le recordaba lo humilde que se sintió cuando llegó a ese club nocturno. Ingenua para no decir estúpida, fue sometida y obligada a servir a esa gente rica. Todos esos hombres tenían esposas o prometidas y aun así, iban a esos lugares llenos de alcohol y mujeres para divertirse.

Ella era una acompañante, ayudaba a servir el alcohol en los vasos de los clientes vistiendo ropa tan reveladora, sintiéndose humillada con solo entrar a las habitaciones privadas VIP. Unas cuantas veces, fue manoseada en la pierna y en sus brazos, los toques insinuantes y las miradas llenas de lascivia de todos ellos la asustaban. Aunque ya no era virgen porque estúpidamente se la entregó a ese novio que la engañó, no significaba que estaba dispuesta a acostarse con ninguno de ellos.

Hasta ese momento no había sido obligada, ni el gerente del club le había insinuado nada, pero no quitaba que se sentía repugnante tener que trabajar para pagar una deuda que no era suya, pero si quería tener su libertad tenía que servir el vino en los vasos de esos hombres. Al principio sentía ganas de llorar y negarse aunque la golpearan, pero cuando el castigo fue dejarla casi morir de hambre y una amenaza de abuso, de mala gana trabajó con esmero.

Aunque las manos como serpientes de esos hombres la tocaban cuando servía el vino, al no dar servicios sexuales, nadie insistió en obligarla, hasta ese día fatídico.

Su recuerdos se disiparon cuando sintió la mano cálida del hombre a su lado tomar la suya. Ella dio un respingo y sus ojos se enfocaron en los de Silvain, los cuales refulgían con preocupación.

-¿Pasa algo? – le preguntó mientras abrazaba su cintura.

Rose instintivamente quiso alejarse, los recuerdos de esos años aun la tenían asustada. Viendo el rostro guapo de él, sintió por primera vez que no era tan digna. Se mordió la lengua para volver a la sobriedad y no dejar que la amargura de esos tiempos difíciles la hicieran sentir menos.

Silvain sintió a la mujer resistirse un poco a su cercanía y se sintió confundido. Viendo los ojos un poco errantes de ella, no sabía lo que estaba pensando, hasta que la vio cerrar los ojos y suspirar. Parecía regresar de donde se había ido. Preocupado la sentó en su regazo.

-¿Qué pasa, nena?

Rose negó, sintiéndose aún perdida, pero ya no rechazó el abrazo de él, o su rostro hundiéndose en su pecho.

-Estoy aquí… cariño…

Murmuró Silvain y Rose sintió unas enormes ganas de llorar, pero se aguantó tanto como pudo. No estaba lista de hablar de su pasado aunque sospechaba que él ya lo sabía, sin embargo, era diferente un informe en el papel a lo que ella realmente experimentó. Dejó que él la abrazara, tragando el nudo con fuerza en su garganta, evitando que las lágrimas cayeran.

Sintió una mano de él deslizarse por sus piernas, aun cuando llevaba puesto unos pantalones de mezclilla, podía sentir el calor de la palma del hombre, el ligero apretón en su glúteo le hiso cosquillas y dejó escapar una risilla.

Silvain alzó la cabeza para mirar a la mujer que sabía estaba un poco triste, no había rastro de llanto y solo la sonrisa suave se dibujaba en el rostro rubio de ella. Se irguió lo que pudo, acarició detrás de la nuca para luego acercarla a él y besar sus labios rojos. Mientras la besaba, apretó el botón de la puerta para subir el cristal que dividía el conductor con el asiento trasero. Lo que menos le gustaba era que otro presenciara el rostro rubicundo de su mujer.

***

Al llegar a casa, Rose tenía el cabello un poco revuelto y la blusa desordenada y Silvain no estaba mejor, caminaba extraño, como si se estuviera haciendo del baño y Rose no pudo evitar reír. Pero pronto fue abrazada con fuerza.

-Tú provocaste esto, tú tienes que aliviarlo.

Rose sonrió con suficiencia y alzó la barbilla con arrogancia fingida. En realidad dentro del coche solo se tocaron y acariciaron mientras los besos húmedos caían en varias zonas de piel, el ambiente se fue calentando hasta que sintieron que el coche se detuvo. No tuvieron más remedio que arreglar lo mejor posible la ropa antes de salir, y aunque Rose parecía mejor que Silvain con la evidente erección, ella misma sabía que su ropa estaba húmeda entre sus piernas. Sin embargo, no lo admitiría frente a él. Lo empujó y se escapó de sus brazos para correr a las escaleras y subir a la habitación que sin duda ya compartía con él.

Silvain respiró un par de veces para tranquilizar a su amiguito y poder mantener su dignidad. Se acomodó su suéter y se apresuró en su habitación para presenciar el justo momento en que Rose estaba desnuda.

Ella se tapó el cuerpo ante la repentina intrusión, pero viendo que se trataba de Silvain se relajó un poco.

-Me asustaste – bajó un poco la bata antes de ponérsela, dejando expuesto todo su esplendor – Pensé que la servidumbre se olvidó de tocar.

Silvain cautivado por la vista, su amiguito de nuevo se puso firme. Y esta vez, sin la necesidad de esconderse, caminó directamente a Rose y admiró su figura evitando que cerrara el albornoz.

-Si llegase a pasar solo los despides – murmuró mientras empezaba a masajear uno de los pechos de Rose.

Rose gimió y rápidamente sintió que sus piernas empezaban a flaquear.

-Aun… aun no has revisado… ah…

Rose ya no pudo terminar su frase y rápidamente fue llevada a la cama, aun con el albornoz abierto, siendo besada en cada centímetro de su cuerpo, estremeciéndose solo de la anticipación. Cuando él llegó justo en su intimidad no pudo evitar levantar la cabeza, siendo atrapada por ojos oscuros de su esposa, parecía que se la iba a devorar y así lo hizo. Hundió su cara en la entrepierna de ella, chupando y lamiendo, rozando con un dedo el interior de ella.

Rose solo pudo arquear la cabeza hacia atrás, con una necesidad de cerrar sus piernas, sin embargo fue detenida por las manos fuertes de Silvain, agarrando sus tobillos con fuerza y empujándolo para dejar al descubierto la zona que continuaba devorando. Cuando Silvain la sintió convulsionar, rápidamente se separó solo para deshacerse de su ropa que le estorbaba y encima le lastimaba el amiguito ya demasiado duro.

Cuando estuvo desnudo, vio a Rose quitarse el albornoz, quedando completamente expuesta con la piel sonrosada. Ella como una seductora se acercó gateando sobre la cama hasta quedar en la orilla y se sentó. Acarició el abdomen duro de su esposo, admirando con deleite el cuerpo trabajado de él y aunque ya habían intimado tantas veces, aun podía contemplar el cuerpo duro de él. Silvain parecía complacido por la mirada lujuriosa de Rose y no pudo evitar tomar la mano de ella y ponerla en su hombría, haciendo que baje y suba, acariciándose, sintiendo su sangre rugir en su cabeza. Ella no estaba en contra y hasta usó más presión al acariciarlo, él cerró los ojos con complacencia hasta que sintió humedad. Abrió los ojos para descubrir la audacia de ella de saborear su erecci*ón con evidente gusto.

La imagen fue demasiado estimulante por lo que la empujó y al fin se subió encima de ella para colocar su miembro adolorido y entrar en el cálido hogar de Rose. Mientras se sumergía en el placer, no se olvidó de besarla, de chupar su piel perlada de sudor y arremeter con furia sus caderas hacia las de ella.

-Te dije… que lo tendrías que aliviar – murmuró entre besos.

Rose no dijo nada, su mente se había hecho papilla hacía tiempo, el placer había hecho que dejara de pensar y solo sintiera el duro cuerpo de Silvain, saquear el suyo propio. No pudiendo guardar sus ge*midos, solo pudo dejarse llevar por la fuerza de los embates de él.

En algún punto, ella terminó de lado mientras seguía siendo embestida una y otra vez, sintiendo que jugaba con sus pe*chos y estiraba los pe*zones. El ligero dolor solo la hiso temblar y mirar con cierto enojo al hombre que sonreía con picardía. Se acercó a sus labios.

-No sigas provocando.

-No… no lo estoy – protestó, sin embargo su voz estaba llena de jadeos, restándole seriedad.

Entonces los empujes se volvieron más violentos, sacudiéndola y dejándola sin habla, alcanzando el clí*max, viendo a miles de estrellitas explotar. Escuchó el gruñido del otro y diciendo palabras obscenas, pero estando inmersa en el placer prolongado, solo pudo seguir siendo manipulada al antojo de este hombre y ciertamente no estaba en contra.

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