¿Qué harías si el personaje que creaste se materializa en tu habitación? bueno eso mismo le paso a nuestra querida Arianna... quien aun no sé explica como es que eso sucedió.
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capítulo 22
El sol ya se había ocultado cuando Arianna cerró su laptop y se dirigió al bolso con paso firme. Había adelantado horas de trabajo para poder acompañar a Caleb esa noche en el set, y sentía el ánimo elevado. La relación entre ellos había evolucionado a pasos agigantados: lo habían asumido públicamente, la revista People ya hablaba de ellos como “la pareja del momento”, y su familia, algo escéptica al principio, comenzaba a aceptarlo.
Incluso su padre, Lucios Lauren, había dejado de cuestionar su noviazgo. Ver a Caleb madurar, comprometerse con su trabajo y, sobre todo, ver a su hija plenamente feliz, lo había desarmado. Y su hermano Víctor, quien llevaba semanas notando cómo su hermana volvía a concentrarse en la empresa, ahora se limitaba a lanzarle un pulgar hacia arriba cuando los veía juntos en los pasillos.
Esa noche, sin embargo, la ciudad guardaba una intención oscura.
**En el estacionamiento subterráneo...**
Arianna descendió en el ascensor del edificio corporativo. Llegó a la planta baja; los pasillos estaban casi desiertos. A esa hora, la mayoría ya se había marchado. Al llegar a los estacionamientos, encendió el celular y vio que Caleb la había llamado.
—¿Qué sucede, cariño? —respondió, su voz rebotando en el eco del garaje.
—Aún estoy en el estudio, pero pedí comida china... —su tono juguetón, el mismo que la enamoró, la hizo sonreír—. Ven ya, te extraño.
Un calor agradable le recorrió el pecho. Desde que descubrió cómo hacer pedidos en su restaurante chino favorito, Caleb no perdía ocasión para mimarla con esa costumbre.
—Bien, estaré allí pronto —colgó y comenzó a buscar las llaves en su cartera.
Entonces, una voz detrás la sobresaltó:
—Hola, autora... por fin nos conocemos.
Se giró con el corazón en un puño y, antes de poder reaccionar, un hombre se abalanzó sobre ella. La sujetó con fuerza y le cubrió la boca con un pañuelo. No olía a perfume, sino a alcohol. Le pasó un brazo por la cintura con tal violencia que sintió el golpe de su cadera contra el pavimento.
—No grites —susurró el agresor—. Tenemos que hablar.
Arianna no entendía. Quería moverse, forcejear, pero el hombre aprovechaba su estatura y la presión del pañuelo para inmovilizarla. Cayó al suelo, junto a su auto, y apenas fue consciente de cómo le quitaba los zapatos para atarle los tobillos con tiras adhesivas.
La confusión y el miedo se apoderaron de ella. ¿Quién era? ¿Por qué ahora?
Pudo escuchar la voz grave del hombre:
—Es momento de que me devuelvas a mi mundo.
Lo último que sintió fue la sensación de desvanecimiento, como si la inconsciencia la reclamara.
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**Al otro lado de la ciudad...**
Caleb miraba el móvil con impaciencia. Cada mensaje no respondido lo llenaba de una inquietud creciente.
—Arianna...
Sus dedos temblaron al marcar de nuevo. Nada.
De inmediato tomó su abrigo, bajó a la calle y pidió un taxi directo al edificio de la empresa. Cruzó la ciudad como una ráfaga. Solo pensaba en ella.
Ni siquiera entró por el vestíbulo principal; accedió por una puerta lateral y descendió al estacionamiento... ahí lo vio.
El Volvo de Arianna estaba estacionado, con las luces encendidas, pero vacío. La ventanilla trasera seguía abierta, y en el suelo, junto a la puerta del conductor, yacían su celular y su bolso. Sobre el parabrisas, una nota adherida con cinta.
Caleb comenzó a temblar. Tomó la nota con manos temblorosas. La desplegó:
> Es momento de regresar...
No tenía firma. No era una amenaza directa, pero era clara.
Arrugó el papel con tal fuerza que la tinta crujió. Se sentó en el capó del coche y llamó a Víctor.
—Víctor —dijo, con la voz completamente helada.
—¿Qué pasa? —respondió el hermano de Arianna, agotado tras una larga jornada.
—Han secuestrado a Arianna. Está aquí... su auto, su bolso... todo está aquí. Pero ella no.
—¿Dónde estás?
Caleb trató de controlar su respiración. En su mente, Arianna aparecía nítida: su risa, su mirada brillante cuando hablaba de sus libros o su carrera...
—En el nivel -3. Al final del estacionamiento.
—Voy para allá. No te muevas, no toques nada.
Colgó. Caleb solo tuvo tiempo de dar unos pasos cuando escuchó pisadas firmes aproximándose.
—Víctor.
En segundos apareció, alto, con la mirada grave.
—Ya llamé a la policía del edificio. Vienen en camino —informó.
—¿Está seguro de que es un secuestro?
—Sí. El celular, el bolso, la nota... no es un robo. Es un mensaje. Pero lo importante ahora es recuperarla.
Víctor comenzó a hacer llamadas con rapidez. En medio de una de ellas, dijo:
—Las cámaras... Deben haberlo registrado.
Ambos se dirigieron corriendo a la garita de seguridad. Golpearon la puerta con desesperación. Nadie respondió.
—¡Apártate! —ordenó Caleb.
Sin pensarlo, lanzó dos patadas. La puerta cedió de golpe.
Al ingresar, encontraron al guardia de seguridad atado y reducido en el suelo. Víctor corrió hacia él, lo ayudó a incorporarse y le quitó la cinta de la boca.
—¿Qué sucedió?
—Señor... irrumpieron hombres armados en una camioneta negra. Me redujeron y dejaron aquí. Mi compañero... está en el baño.
—Lo ayudaremos luego. Primero, necesito ver las grabaciones. Mi hermana ha desaparecido.
El guardia asintió, aún jadeando. Se levantó y buscó entre los monitores la grabación adecuada. Retrocedió algunos minutos y le dio play.
Fue entonces cuando Caleb lo vio.
Su hermano. Y su peor pesadilla.
Por un instante, su nueva vida junto a Arianna le había hecho olvidar de dónde venía. Pero ahí estaba Erick.
Lo vio tomar a Arianna, inconsciente, y subirla a la camioneta sin mediar palabra. La sangre le hirvió. La furia le nubló el juicio.
No iba a permitir que su hermano volviera a destrozarle la vida.
Y mucho menos… que lastimara a la mujer que amaba.
Gracias por esto...
La Felicito Autora.