"Ser una cobarde en el amor, ¿te puede costar tu propio corazón? Freya seguirá huyendo de sí misma."
Tendrá que decidir entre el amor o la pasión
Descubre lo que sucederá 🤓
Esta historia es solo amor entre chicas
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Capítulo 8: la propuesta
Esa mañana, los gritos me despertaron de golpe. Miré el reloj, marcaba las 10 am.
—¡Cállense! —grité, molesta. Hoy era sábado, el único día en que podía dormir un poco más.
—¿Qué haces al lado de Fraye desnuda? —preguntó Charlotte, su voz aún llena de indignación.
—Eso mismo digo, estúpida —respondió Min-ju, con el mismo tono irritado.
Mis dos visitas seguían discutiendo, y mi cabeza empezaba a doler de tanto ruido. No recordaban absolutamente nada de lo que había pasado la noche anterior.
—¡Cállense las dos! —les grité, con toda la irritación acumulada.
Afortunadamente, el grito surtió efecto, y las dos se quedaron calladas. Estaban una al lado de la otra, en la cama, y yo en medio. Para mi mala suerte, las dos parecían empeñadas en pelearse por algo tan ridículo.
—Ayer bebimos mucho, así que la pasamos bien un rato —dije, tratando de calmar la situación.
De repente, ambas gritaron al unísono:
—¡NOOOOO! ¡ES IMPOSIBLE!
Mis oídos explotaron ante el estruendo. No sabía si reír o seguir gritando.
—¡SI NO ME VAN A DEJAR DORMIR, MÁRCHENSE! —volví a gritar, con la voz más fuerte que pude.
Mi tono de voz era tan agresivo que no sabía si ellas me escuchaban o simplemente seguían discutiendo. Finalmente, me levanté de la cama. No podía seguir soportando ese ruido.
Decidí ir a ducharme rápidamente. Necesitaba salir de allí. Mientras me vestía, mi estómago comenzó a rugir, pidiéndome que comiera algo.
Estaba lista para irme, pero, antes de que pudiera salir por la puerta, unos brazos me rodearon.
—¿A dónde vas? —preguntaron las dos al mismo tiempo, de nuevo.
—Voy a desayunar algo —respondí con calma, pero no pude evitar sonreír ante lo sincronizadas que estaban.
—Nosotras iremos contigo —dijeron, de nuevo al unísono.
—¿Se pusieron de acuerdo como amigas? —bromeé, levantando una ceja.
—No digas tonterías, Fraye —dijo Charlotte, con el tono serio de siempre—. Necesitamos hablar de lo que pasó anoche.
Min-ju solo asintió. Nos tomó otra hora salir del departamento, mientras ellas se peleaban por mis prendas. No podía dejar de pensar en lo ridículo de la situación: ellas podían comprarse mil camisas, pero no, peleaban por una camiseta mía de 10 dólares. Suspiré y las dejé hacer.
Finalmente, salimos del departamento y cada una condujo su propio auto. No podía compartir el mismo coche con ellas sin causar un desastre, así que me fui con Charlotte, esperando que al menos no hiciera una escena.
—¿Qué te pasó ayer, Charlotte? —le pregunté mientras conducíamos.
Ella, como siempre, no era del tipo celoso. Pero esta vez, algo parecía haber cambiado.
—Me dejé llevar. No podía soportar que ella estuviera tan cerca de ti —respondió, sin mirarme.
—Eso es muy repentino. La mayoría de las personas suelen ser así. ¿Por qué Min-ju es diferente? —pregunté, intentando entender la situación.
Charlotte respiró profundo antes de responder.
—Porque tú eres diferente con ella. Decías que no era tu tipo, y ahora ves cómo se viste con tu ropa, come contigo, y eso... es molesto.
Suspiré, tratando de encontrar una forma de explicarme.
—No digas eso, ella es solo una más. Tú eres como mi hermana, Charlotte —dije, aunque no estaba segura de que esas palabras pudieran consolarla.
Charlotte me miró de repente, molesta.
—¡YO NO QUIERO SER TU HERMANA! —gritó, sus ojos llenos de furia y tristeza a la vez.
El auto se detuvo de golpe, en una calle tranquila, sin mucho tráfico. Fue como si las palabras de Charlotte me hubieran golpeado, dejándome sin respuesta.
—Yo quiero ser algo más para ti. Quiero ser tu novia. Quiero compartir el mundo contigo, que cada vez que pienses en algo, me recuerdes. Quiero que seas solo mía, Fraye —dijo, con lágrimas en los ojos.
Su declaración me dejó paralizada. Las palabras se atoraron en mi garganta. Sabía que la había lastimado, pero nunca imaginé que sus sentimientos por mí fueran tan profundos.
—Mmm... ya hablamos de esto, Charlotte —respondí, tratando de calmarla.
El amor no era algo que me interesara. Lo había intentado antes, pero nunca funcionaba. Me había rehusado a enamorarme, por miedo a perder lo que más quería.
—Sé que hablamos de esto, pero te necesito, Fraye. Mi cuerpo te necesita —dijo, con un hilo de voz, como si sus palabras pudieran quebrarme aún más.
Mis ojos se llenaron de tristeza al ver cómo sus lágrimas caían sin cesar. A pesar de todo lo que decía, yo solo quería protegerla. ¿Cómo podía hacerle esto?
—Por favor, no llores. Me harás sentir mal —susurré, tomándola de las manos y mirándola a los ojos con suavidad—. Sonríe. Eres más hermosa cuando lo haces.
Charlotte intentó sonreír, pero sus ojos seguían llenos de lágrimas.
—No quiero tener estos sentimientos —respondió, su voz quebrada.
Cada palabra que salía de su boca me desgarraba. Intentaba ser fuerte, pero veía cómo todo se desmoronaba a mi alrededor. No quería verla sufrir por mí, pero no sabía cómo ayudarla.
Tomé sus manos y la miré con dulzura.
—No puedo hacerte esto, Charlotte. Soy solo una bruta. No te merezco —dije, con la voz más sincera que pude encontrar.
Sus palabras calaban hondo. Ella me veía de una forma que yo nunca me había visto a mí misma. Tal vez, solo tal vez, podría intentar ser algo más para ella.
—Fraye, para mí, eres mi único amor. Siempre has estado allí para mí. No me importa el dinero, no me importa nada. Eres todo lo bueno en esta vida —dijo, con una mirada tan pura que casi me desarmó.
—Por favor... —susurró, sus manos temblando.
No pude más. Sus llantos, su dolor... todo me atravesó como un puñal. No podía seguir viendo a mi amiga rogarme por algo que yo misma no sabía si quería.
—Está bien, será un placer estar contigo, Charlotte —dije finalmente, sintiendo el peso de la decisión en mi pecho.
Ella dejó de llorar, y sus ojos se iluminaron con una mezcla de alivio y esperanza. Yo no sabía si era la mejor decisión, pero en ese momento solo quería que dejara de sufrir.
¿Era lo correcto? Tal vez no lo sabía aún, pero por ahora, esa era la única verdad que podía darle.:
Charlotte me miró, con la expresión más sincera que le había visto jamás. Después de un largo suspiro, habló con calma, como si estuviera poniendo sobre la mesa una opción que nunca antes habíamos considerado.
—Fraye, no quiero que pienses que esto tiene que ser algo exclusivo si no lo deseas. Si quieres ver, a otras mujeres… no tienes que renunciar a eso solo porque estemos juntas. Yo solo quiero estar a tu lado, compartir lo que pueda, pero sé que tal vez no quieras lo mismo que yo, o tal vez no quieras limitarte solo a mí. Si eso te hace sentir libre, entonces, está bien.
Mis ojos se abrieron sorprendida ante sus palabras. Nunca había imaginado que Charlotte podría decir algo así.
—¿Estás diciendo que podría ver a otras chicas y aún así estar contigo? —pregunté, incredulidad pintada en mi voz.
Charlotte asintió lentamente, sus ojos brillando con una mezcla de ternura y vulnerabilidad.
—Sí, porque lo único que me importa es que seas feliz. Si eso significa que necesitas estar con otras personas, lo entenderé. Yo no quiero que te sientas atrapada ni limitada. Quiero que tú decidas lo que realmente quieres, sin presiones, sin expectativas rígidas. Mi único deseo es que estemos bien, juntas o como sea, sin perder lo que tenemos.
Su propuesta era desconcertante, pero a la vez me hacía sentir una extraña sensación de alivio. Tal vez nunca había imaginado que una relación podría ser tan libre y flexible. Sin embargo, parte de mí seguía insegura.
—No sé si puedo hacer eso, Charlotte… —musité, aún pensativa. Mis emociones estaban en un torbellino, entre el miedo, la gratitud y la confusión.
Charlotte sonrió suavemente, como si ya hubiera anticipado mi respuesta.
—Tómate tu tiempo para pensar, Fraye. No quiero que tomes ninguna decisión por mi culpa. Lo único que quiero es que estemos bien, con o sin otras personas en nuestra vida.