Un amor que se enfrenta a problemas, desafíos, barreras. Un amor entre una bailarina y un multimillonario.
NovelToon tiene autorización de Joselyn Alejandra Roldan para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 8: La Fragilidad de los Sueños
Nia no pudo dormir esa noche. Aunque sus ojos se cerraban con el peso del cansancio, su mente no dejaba de girar. El ensayo, la cena, la presencia de Ethan… todo parecía haber colapsado en un solo momento, como si una puerta se hubiera abierto sin previo aviso y la empujara a cruzar un umbral del que no estaba segura de querer formar parte.
El sonido del viento golpeando suavemente las ventanas de su apartamento no ayudaba a calmar sus pensamientos. En lugar de encontrar consuelo en el silencio, lo que sentía era una presión, como si el aire mismo estuviera cargado de expectativas, de lo que podría ser y lo que ya no podía dejar de ser. Ethan. Aquellas palabras que había pronunciado al final de la noche seguían resonando en su cabeza: "Estoy dispuesto a descubrir lo que hay entre nosotros."
Nia suspiró, sentándose en la orilla de la cama. ¿Qué se suponía que significaba eso? ¿Por qué él parecía tan decidido a acercarse a ella cuando, en realidad, había tantas razones para mantenerse alejados? Él pertenecía a un mundo completamente diferente, un mundo que no tenía cabida para la fragilidad de sus sueños, para las inseguridades que arrastraba con cada paso que daba en la danza. ¿Cómo podría un hombre como Ethan Sinclair entender lo que ella sentía en lo más profundo de su ser?
Al día siguiente
El teatro estaba más tranquilo de lo habitual, pero el ambiente seguía cargado de murmullos, especialmente entre las bailarinas. Se podía sentir la tensión que generaba la presencia de Ethan, aunque nadie lo dijera en voz alta. Al parecer, había algo en su interés por Nia que había comenzado a despertar curiosidad, o quizás celos, en los demás. Pero lo que más desconcertaba a Nia era su propia reacción ante la situación. Sabía que no debía dejarse influenciar por rumores ni por las expectativas de los demás, pero era imposible no sentirse observada.
Ella se metió en el vestuario, tratando de concentrarse en los preparativos para el ensayo, pero su mente seguía divagando hacia él. ¿Por qué había comenzado a invadir sus pensamientos? Todo lo que sabía de él era que tenía dinero, poder, y una mirada que parecía penetrar cada capa de su ser. Pero ¿qué más había en Ethan Sinclair que la hacía sentir tan… insegura y cautivada a la vez?
Alma apareció en el umbral, con su característico brillo en los ojos.
—Te noto distraída, ¿qué pasa? —preguntó, mientras se dejaba caer en una silla frente a Nia.
Nia no respondió de inmediato, pero la sonrisa traviesa de Alma hizo que dejara escapar un suspiro.
—Es Ethan. Todo esto con él… es como una tormenta en mi cabeza. No sé qué hacer con lo que siento. Ni siquiera sé si debo sentirlo.
Alma se cruzó de brazos y la miró con más seriedad que nunca.
—Nia, a veces no tienes que saberlo todo. A veces el corazón simplemente elige, incluso cuando la mente no entiende nada. Pero lo que sí sé es que te hace falta dejar que lo sientas. ¿No has notado cómo cambia la forma en que te mueves cuando estás cerca de él? No es solo tu cuerpo, es tu alma.
Nia la miró en silencio, sintiendo que sus palabras tocaban un lugar profundo en su interior. Alma tenía razón, lo sabía. Cada vez que estaba cerca de Ethan, algo cambiaba en ella. Y esa sensación, lejos de ser cómoda, la desestabilizaba. La danza, que siempre había sido su refugio, ahora parecía un escenario de incertidumbre. ¿Qué se supone que debía hacer con lo que sentía?
Esa tarde
El ensayo comenzó sin que Nia pudiera despejarse completamente. Cada vez que giraba, se encontraba con los recuerdos de la noche anterior: Ethan viéndola bailar, esa mirada de admiración y algo más, algo que no lograba comprender. Sus palabras, tan simples pero tan cargadas de significado, la hacían cuestionarse todo lo que pensaba saber sobre sí misma.
La coreografía avanzaba, pero Nia no podía dejar de sentir que algo faltaba. Como si estuviera bailando sin estar completamente presente, como si cada paso no fuera el suyo, sino el de alguien más. Cuando por fin terminó, sintió que algo la desbordaba. Dejó caer su cuerpo sobre el suelo, respirando con dificultad. Alma se acercó rápidamente, con una expresión de preocupación.
—¿Estás bien? —preguntó, tocándole el hombro.
Nia asintió sin mucha convicción, pero su mente seguía atrapada en el mismo lugar. ¿Qué estaba pasando con ella? ¿Cómo podía seguir adelante si sentía que cada parte de sí misma estaba en disputa?
Por la noche
Cuando salió del teatro, vio a Ethan nuevamente esperando cerca de su coche, como si fuera un hábito. Pero esta vez, había algo diferente en su postura. Estaba más serio, más concentrado, como si estuviera tomando una decisión importante. Al verlo, un nudo se formó en el estómago de Nia, y un torrente de emociones se desbordó en su pecho. La atracción seguía ahí, pero también lo hacía el miedo, el miedo a lo desconocido.
—¿Otra vez tú? —bromeó Nia, intentando esconder su nerviosismo bajo una capa de ironía.
Ethan le dedicó una sonrisa enigmática.
—Lo siento, no podía evitarlo. Me gustaría que me acompañaras a un lugar, Nia. Quiero hablar contigo, fuera de todo esto —dijo, señalando el teatro.
Nia dudó un momento, pero algo en su mirada, una calma inexplicable, la hizo ceder. Asintió con una ligera sonrisa.
El lugar al que la llevó era un pequeño café con un ambiente íntimo, alejado del bullicio de la ciudad. La luz suave, las mesas de madera envejecida y el aroma a café fresco le daban al lugar una atmósfera acogedora. Ethan la invitó a sentarse frente a él, y por un momento, ninguno de los dos dijo nada.
Finalmente, fue Ethan quien rompió el silencio.
—Nia, he estado pensando mucho en ti. En lo que eres, en lo que haces, y lo que me haces sentir. No puedo seguir esperando a que las cosas sucedan solas. Sé que no soy quien para pedirte nada, pero necesito saber… ¿tú también sientes esto?
Las palabras de Ethan le llegaron como un golpe directo al corazón. Nia lo miró, sorprendida por la vulnerabilidad en su voz. Él, que parecía tener todo bajo control, ahora se mostraba tan abierto, tan sincero. Y eso la desarmó.
—No sé qué siento, Ethan. No sé si puedo ser lo que tú esperas que sea. La danza es lo único que tengo, y todo esto… todo lo que me estás ofreciendo, me asusta.
Ethan la miró intensamente, pero sus ojos ya no mostraban duda, solo certeza.
—No te estoy pidiendo que dejes lo que amas, Nia. Lo que quiero es que me dejes ser parte de tu vida. No tengo ninguna expectativa más allá de eso. Solo quiero estar cerca de ti, sin presiones, sin promesas. Quiero ver dónde nos lleva esto.
Nia tragó saliva, sintiendo el peso de sus palabras. No sabía si estaba lista para entregarse a lo que estaba surgiendo entre ellos, pero sabía que no podía seguir ignorando lo que sentía en su interior.
—No sé si puedo confiar en esto, Ethan. Pero… tal vez sea hora de ver a dónde nos lleva.
Ethan sonrió, una sonrisa que le llegó al alma de Nia. Y en ese instante, supo que estaba a punto de entrar en un territorio desconocido, pero que, por alguna razón, deseaba con todo su ser explorar.