Emma Raducanu, es una joven que sufre un terrible trauma por culpa de su novio. Lo que la lleva a padecer un gran rechazo hacia los hombres.
Emma se prometió a ella misma, no volver a enamorarse, ni confiar nuevamente en un hombre otra vez.
¿Qué pasará cuando Emma conozca al jefe de su hermana?.
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Vergüenza.
Madrid, España.
Emma.
No sabía donde poner mi cara, tal era la vergüenza que había pasado. Mi hermana se pasó completamente de la raya al ofrecerme a su jefe. Su jefe no era alguien como para tener sexo.
— ¿Por qué estás en silencio? — me pregunta Emery.
— Sinceramente, te haz vuelto loca.
— ¿Y por qué piensas eso? — la miro sin poder creer lo que acaba de decir.
— Emmy, ¿estas segura de que no sabes de lo que estoy hablando? — pregunto, pidiendo paciencia sintiendo que ya la estoy perdiendo.
— ¡Honestamente, no lo sé!.
— Emery, ¿tenías que actuar así? — Exploto con ella, y no siquiera se mueve.
— ¿Actuar como?.
— ¡Ponerme en los brazos de tu jefe! — levanto la voz, exhausta por esta conversación.
— No sé de qué estas hablando.
— Oh, lo sé, ¿así que fui sólo yo quien me arroje a tu jefe?.
— ¡Es claro que sí! — ella se defiende de nuevo, juro que moría por golpearla. — ¡Ay, Emmy!.
— ¡Qué!.
— ¿Qué piensas de él? — me pregunta.
Sé muy bien, que a ella le gustaría saber lo que pensaba de su jefe. ¿Quería que dijiera que? ¿Qué es guapo? ¡Sí, lo es! ¿Qué es sexy? ¡Sí, también lo es! ¿Que cuando nuestras manos se tocaron sentí una especie de shock?. A eso no se como responder.
— ¿Qué quieres saber?.
— ¡Emma, esta bueno!.
— !Noo! — mentí.
— ¡Ay, perdonadme! — ella se queja.
— ¿Qué quieres de mí?.
— ¡Yo quiero verte feliz!.
— ¡Soy feliz! — Respondo con firmeza.
— ¡No, hermana mía, no eres feliz!.
— ¿Porque piensas eso?.
— Porque no dejas que las personas entren en tu vida.
— ¿Y crees que tu jefe pueda entrar en mi vida?.
— ¡claro que sí! Él es lo que necesitas. Un hombre fuerte, bueno, que sabrá respetarte, y lo mejor de todo: sabrá amarte como te lo mereces.
— Emery, no puedes querer arrojarme a los brazos de todos los hombres que conoces.
— ¡No te estoy tirando a nadie! ¡Y sí en los brazos de Saúl! — ella vuelve a defenderse.
— ¡Dios mío, Emery, debe estar riéndose de nosotras!.
— ¿Y por qué piensas eso?.
— ¡Emmy, por los clavos de Cristo! Debe estar divirtiéndose al ver como le ofreces a tu hermana en bandeja de plata!.
— Oh, ¿Entonces crees que es un lobo sexy y feroz? — ella bromea.
— ¿Estas segura de que no te has golpeado la cabeza? ¿Verdad?.
— ¡Oh, vamos, Emmy, sólo por mí, nadie lo sabrá! — ella insiste.
— ¿Quieres que diga qué?.
— ¡La verdad! — ella insiste.
— De acuerdo, es guapo, ¡sí!.
— No es exactamente lo que quería escuchar, pero es un avance.— Dice con una sonrisa en su rostro.
— Ya, que vamos al centro comercial, debes comprame un helado grande.
— ¿Y por qué tengo que hacer eso? — ella bromea.
— Estoy nerviosa, y me vas a comprar un helado decente — me quejo.
— ¿Yo tengo la culpa de eso?.
— ¡Sí, tú tienes la culpa! — sólo respondo eso, y mi cuerpo se estremece cuando siento que me observan.
— Emma, ¿está todo bien?.
Empiezo a mirar de un lado al otro, deseando que fuera solo idea mía.
— Te vez pálida — Emery me mira con preocupación. Cuando llegamos al centro comercial y bajamos del auto.
Mi hermana me abraza y siento una ligera debilidad en las piernas. Justo cuando creo que me voy a caer, siento los brazos de Saúl atrapandome.
— ¿Qué paso? — le pregunta a mi hermana.
— ¡No lo sé!.
— ¡Yo estoy bien! — respondo en un susurro. No quería decirle a mi hermana que creía que me estaban observando.
— ¡No, no estás bien! — dice Saúl con firmeza.
— ¡Saúl, ¿usted cree que aquí hay una consulta médica? — sugiere mi hermana.
— ¡Emmy, estoy bien!.
— No, no lo estás — quien contesta es Saúl. Me recoge y nos dirigimos a la entrada del centro comercial. Allí veo a mi hermana preguntando si hay una clínica en ese lugar.
— ¡Yo estoy bien! — me quejo, queriendo que me baje de sus brazos fuertes y formados y al mismo tiempo disfrutando de estar allí, sintiéndome protegida.
— ¡Qué demonios, Emma! — dice enojado ¿y yo me emociono? ¿qué me está pasando?.
— No quiero que me carguen — digo, tratando de bajarme de sus brazos — ¡Estoy bien no necesito que me carguen!.
— ¡Ya te dije que no te dejaré ir, ragazza! ¡Mujer, deja de ser tan terca!. ¿Dejemos una cosa clara entre nosotros? ¡Me encanta abrazar a una mujer con curvas! — me guiña un ojo y me emociono aún más ¿como es eso posible?.
— ¡Qué diablos, hombre de Dios! No quiero salir con nadie — digo entrando por el pasillo de la consulta, mientras veo a Saúl regresar por el pasillo y le grito — ¡Ese “nadie” también funciona para ti!.
— Realmente no soy nadie — dice y quiero abofetearlo. — ¡Soy Saúl Graviotto, y te guste o no, te voy a cuidar, y te amaré!.
— ¿Terminó? — digo irónicamente.
— No, mi princesa, esto es solo el comienzo — dice en un tono de promesa, y joder incluso pensé que era lindo, pero él no necesitaba saberlo.
De una cosa podría estar segura, Saúl vino a cambiar mi vida por completo ¿y eso sería bueno o malo?. Todavía no se que pasaría mi única preocupación era saber quién era la persona que me estaba siguiendo. ¿Sería el mismo hombre que llamo?.
Miro a Saúl, tan serio, tan seguro de sí mismo, y a la vez tan decidido que me quedo viéndolo ¿Sería el hombre adecuado para mí, una mujer “niña” machacada por la vida?.
Me mira y pestañea al ver como lo miraba fijamente.
— No tienes idea de lo perfecta que eres para mí, y no puedo apartar mis ojos de ti ni siquiera con el pensamiento — su tono ronco me emociona un poco más, y creo que debo estar enferma.
— ¡No creo que sea perfecta para nadie! — confieso con tristeza.
— ¡Eso no es verdad! ¡Princesa mía, lo que no entendiste es que me perteneces, y descubrirás que cuando Saúl Graviotto ama, ama para siempre! — me dice con convicción. No se porque siento que este hombre me dice la verdad…