DE VUELTA AL DESEO

Liam y yo nos miramos sin entender la reacción de nuestra hija, este le corresponde, ella se separa y se acerca a mi sin decir palabra alguna.

—Nos iremos de paseo— anuncia Liam.

Mi pequeña asiente escondiendo su rostro entre mis piernas, me río un poco y busco su abrigo, con ese abrazo que Grace le dio se ha aligerado el ambiente tenso que había, aún sigo pensando como decirle que Liam es su padre.

Ella sabe que Juan no es su papá, incluso nunca lo hicimos ver así, solo sabe que lleva el apellido, porque su papá estaba lejos, cosa que le quedó clara, pero nunca ha indagado en el tema de su progenitor y siempre fue extraño para mí.

—¿Será nuestro amigo?— me pregunta en el oído.

—Si amor— le respondo de igual forma.

—Es guapo mamá— susurra.

—Lo es— asiento.

Salimos de casa y por supuesto, como olvidar al chofer de Liam, nos saludamos con confianza, porque es el mismo señor Philips, un hombre de unos 50 años ya, bien conservado y nos cuidó mucho todo el tiempo que fui novia de Liam.

—Me alegra verla de nuevo señorita— sonríe.

—Igual Philips, te presento a Grace mi hija— le digo y sus ojos brillan como dos estrellas, muy expresivo a decir verdad.

—La pequeña Grace, que bonita eres— la saluda y mi hija como lo bien educada que está lo saluda de la mano y con una sonrisa.

Miro a Liam y luego a Philips llena de sorpresa al ver el asiento de auto que ya está aquí instalado, el gesto me ha dado mucha ternura y ganas de llorar, me demuestra que, a pesar de todo ahora mismo él está demostrando de que ha madurado.

La ciudad de Londres siempre me parece tan fascinante, tan impresionante, amo vivir aquí y todos los días agradezco que mis padres hayan decidido venir acá desde Irlanda.

Londres me ha dado lo mejor, cambiarme de ciudad nunca ha estado dentro de mis planes, ni siquiera, cuando me aleje de Liam.

Llegamos al museo de ciencias, lugar que tiene hermosas estructuras de dinosaurios, sé que a Grace le gustará mucho.

—No sé si está bien comenzar por acá— dice Liam—Le pedí ayuda a un amigo— confiesa.

—¿Tiene hijos?— pregunto curiosa.

—Si— asiente—Grace aún es pequeña, pero sé que es inteligente— sonríe.

—Lo es, para tener tan poca edad es demasiado inteligente y madura— digo feliz y orgullosa de mi pequeña niña—Muchas veces escuché que una de las etapas más difíciles de los niños es entre los tres y seis años, pero la verdad es que ahora que soy mamá puedo decir que no es con todos los niños, además, que Grace ha crecido rodeada de gente adulta— confieso—Cuando vamos al parque o a juegos infantiles es que logra compartir con niños de su edad— sonrío un poco.

—¿No pensaste en tener otra pareja y darle hermanos?— pregunta sacándome de órbita, no me esperaba eso.

—Mi embarazo no fue tan complicado como pensé, lo complicado fue traerla al mundo, muy doloroso y estuve 24 horas en trabajo de parto— confieso—Eso de darle más hermanos no es descabellado, pero tampoco es que voy por ahí buscando a cualquiera que esté dispuesto a hacerme hijos— niego riendo.

—Lo sé, pero digo, han pasado tres años, eres hermosa, podrías haber conocido a alguien— dice pensativo.

—No, me enfoqué mucho en Grace, en darle lo mejor, pero sin descuidarme, enamorarme nuevamente no estaba dentro de mis planes— aclaro segura.

—Siempre pensé que serías excelente mamá— dice pensativo—El cobarde siempre fui yo, pero la vida se encargó de darme muchos golpes, tantos, que me hizo madurar y entrar en razón—dice mirándome de reojo.

—La vida nos da lecciones a todos— digo—Grace me ayudó a ser más centrada, me dio fuerzas y aquí estoy— sonrío, mi pequeña va adelante viendo las hermosas obras que hay.

—Somos otros— asegura colocando su mano en mi espalda baja, me coloco recta por inercia, nunca espero ninguno de sus movimientos, son tan sorpresivos para mí.

No voy a negar que el paseo ha sido muy agradable, Grace está feliz y eso para mí es suficiente; Liam y yo hemos tenido una extensa conversación sobre Grace, sus gustos, mañas, que por cierto, hasta en eso se parece a él.

Llegamos a casa cansadas de tanto recorrido, hemos cenado rico y ahora toca descansar.

Grace se despide de su padre y la llevo a su habitación, le doy una rápida ducha caliente, le coloco su pijama, a la cama, beso su mejilla y la dejo dormidita.

—¡Qué día!— digo exhausta.

—¿Podemos tomar?— pregunta mostrando la botella de champán—Si quieres— dice.

—Está bien— asiento—¿Revisaste mi cocina?— pregunto entrecerrando los ojos, esa botella la compré hace un tiempo, en algunas ocasiones cuando los recuerdos se adueñaban de todo mi ser me tomaba una o dos botellas para olvidar y efectivamente lograba hacerlo.

—Creí que te habías mudado— dice.

—Realmente nunca pensé en mudarme, este lugar es seguro y era todo lo que necesitaba para mí y Grace— respondo observando fijamente las burbujas del líquido en mi copa.

—Muchas veces vine y esa puerta nunca se abrió— recuerda.

—Y yo estaba aquí, pero no quise abrirte, la barriga se me noto muy rápido— me río—Cuando tenía que salir para mí era todo un reto, porque tenía miedo de que me vieras— niego.

—Estuve un año fuera de Londres, después de que deje de buscarte me fui a Estados Unidos por negocios— confiesa—Pensé muchas veces en invadir tu privacidad, me estaba volviendo loco Grecia, porque no tenía ninguna explicación de tu parte— se queja—Pero había una voz dentro de mi que me decía que no, que no lo hiciera— ríe.

—Con el tiempo aprendí a estar sola y bueno, ya te di mi explicación— le digo—Habría sido un caos total—aseguro.

Se queda en silencio y yo sigo tomando de mi copa, el líquido refresca mi garganta de una forma exquisita y placentera; Observo más a detalle a Liam, está hermoso, los años le han caído de maravilla, hasta aquí me da el aroma de su perfume el cual sigue siendo el mismo.

Se acerca a mi y comienza acariciar la piel de mi espalda baja, ¡madre de Dios! Mi cuerpo reacciona a su leve caricia haciéndome recordar aquellos momentos fogosos, dónde hacíamos el amor de manera desenfrenada, pero también con amor.

Pero no puedo, no puedo entregarme nuevamente, mi corazón no resistiría una decepción más, porque es obvio que ahora mismo deseo con todas mis fuerzas que me toque más, que me quite toda la ropa y me haga suya, pero nada más pensar en el mañana me aterra muchísimo.