Compromiso Indeseado. (ABO)

Darre se quedó sorprendido por su acción; sin embargo, Henrik no lo conocía, no sabía nada de él, no tenía derecho a hablar a la ligera como si supiera todo. Bajó la mano lentamente y reprimió las palabras de disculpa.

—No hables como si conocieras mi vida, no sabes nada de mí —Darre giró el rostro y contuvo las lágrimas que, extrañamente, amenazaban con salir. Ni siquiera él sabía por qué las ganas de llorar lo habían invadido.

—Darre —Henrik quiso acercarse, tomarlo en sus brazos y pedirle perdón por lo que había dicho, pero Darre se alejó dos pasos de él.

—Solamente nos vimos una vez en esa estúpida fiesta —los ojos de Darre lo miraron con odio—, solamente fue una maldita vez, ¿te enamoraste de mí o solamente soy un capricho para ti?

—No fue en la fiesta —declaró Henrik acercándose con cautela a Darre.

—¿No? —Darre dio un paso hacia atrás nuevamente—, me da igual donde nos hayamos visto antes, no quiero casarme contigo. Almirante, hazte un favor y no te metas en mi vida.

Después de terminar de hablar, Darre se fue corriendo hacia su habitación. La frustración golpeaba cada centímetro de su cuerpo. No entendía por qué estaba tan afectado por esa pelea. Había golpeado a Henrik en el rostro, y tuvo que morder su lengua para no disculparse en ese momento. Algo ocurría con él; algo definitivamente no iba bien.

—No, no puedo dejarme afectar por él, no puedo —se repetía una y otra vez en medio de la penumbra.

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A la mañana siguiente, Darre, que apenas había dormido, se levantó y se arregló para ir a la universidad. Antes de dar un paso más al bajar las escaleras, recordó el golpe que le había dado a Henrik. Aunque le había ofendido lo que dijo, en el fondo sabía que era solamente la verdad. Sin pensarlo mucho más, bajó las escaleras y fue directamente a la cocina.

Dándole la espalda, estaba Henrik, vestido impecablemente con su uniforme militar; su espalda recta y hombros anchos le daban un aspecto atemorizante. Aun se preguntaba cómo es que se había atrevido a golpear a un hombre con ese porte.

—Darre, buen día —saludó repentinamente Henrik al girarse. Darre fue tomado por sorpresa y se obligó a mostrar una sonrisa forzada.

Henrik había servido dos platos de comida, un vaso con jugo natural y una taza de café, los cuales llevó al comedor. Darre examinó con cuidado el comportamiento de Henrik; no había rastros de molestia o irritación alguna, tampoco le hablaba fríamente, e incluso había preparado el desayuno para él. Si estuviera en el lugar de Henrik, definitivamente habría regresado el golpe o al menos no sería servicial.

—¿Esta es tu manera de hacerme sentir culpable? —preguntó repentinamente haciendo que Henrik arrugara las cejas confundido.

—¿A qué te refieres? No intento hacerte sentir culpable por absolutamente nada —dijo y le dio una mordida al pan tostado que estaba comiendo. Sin embargo, la incredulidad se dibujó en el rostro de Darre y lo hizo inclinar su cuerpo sobre el comedor hacia Henrik.

—¿No? —cuestionó—, te golpeé el rostro y te grité, incluso pateé a tu secretario, así que no puedo confiar en esta supuesta amabilidad que me estás mostrando.

—Mi amabilidad es real —Henrik dejó el pan tostado sobre el plato y miró detenidamente a Darre. No comprende a ese omega; cualquier otro hubiese aceptado su amabilidad sin cuestionar nada.

—No te creo —Darre se sentó delante del cruzando los brazos sobre su pecho—. Nadie es tan estúpido para pasar por alto una bofetada. Si estuviera en tu lugar, me encantaría romperte la cara.

—Si hiciera eso, definitivamente mi padre me cortaría las manos y me entregaría a los carroñeros después de darme una paliza y dejarme moribundo —explicó Henrik con calma, y Darre pasó saliva con dolor.

Era bien conocida la crueldad del general y la manera severa de criar a sus dos hijos. Muchos rumores se extendieron por doquier, todos ellos sobre los severos castigos que imponía el general a sus jóvenes hijos alfa. Incluso en la academia militar dio órdenes de que se les tratara con el doble de rigor. Sin embargo, también era conocida la hermosa historia de amor y lealtad que había hacia su preciado esposo omega y cómo defendía y amaba a su familia. Fue un hombre que luchó en un planeta lejano por la libertad de los omegas y nunca los vio como seres inferiores. Siempre dijo que eran soles capaces de eclipsar a cualquier alfa si se lo proponían, porque, aunque eran más débiles físicamente, la fortaleza también es mental.

Darre se quedó sin palabras y decidió comer su desayuno en silencio. Ya no tenía nada que reclamarle a Henrik y tampoco planeaba disculparse por el golpe, así que era mejor guardar silencio. Después del desayuno, ambos salieron y Henrik llevó a Darre hacia la universidad. Por supuesto, lo dejó a unas cuadras lejos de la entrada principal para después dirigirse al cuartel militar.

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Pasado el mediodía, Henrik se encontraba frente a la casa donde había crecido. Sacó el ramo de orquídeas doradas que tanto amaba su padre omega; su aroma era igual al de sus feromonas, aunque su padre decía que nada podía compararse al aroma de su esposo.

Después de entrar a su antigua casa, Henrik fue directamente hacia el jardín trasero. Miró a sus padres y sonrió. A pesar de que su padre era severo con ellos, nunca les faltó amor. Observó cómo el arrogante general se inclinaba y recogía una flor silvestre para su adorado omega; no pudo evitar imaginar un futuro así con la persona que ama.

Dejando los pensamientos positivos de lado, se acercó a sus padres.

—Estoy aquí, general, papá —saludó con educación. Desde joven, su padre alfa siempre lo hizo llamarlo general o padre. También dijo que, no porque otros llamaran mamá a un omega masculino, él tendría que hacerlo. Después de todo, seguía siendo un hombre.

—Henrik —su papá se puso de pie y lo saludó con un abrazo. Aria era un omega de cuarenta años de edad, pero, a pesar de ser un adulto de mediana edad, aún se veía joven y hermoso.

—Son para ti —Henrik entregó las flores y su papá las abrazó con fuerza.

—Gracias, hijo.

—Vayamos adentro y hablemos sobre la fiesta de compromiso.

Las tres personas caminaron hacia la sala interior. El general y su esposo se sentaron uno al lado del otro, mientras que Henrik ocupó un lugar delante de ellos.

—Dentro de cinco meses, tu hermano regresará de la Nébula 5123. También vendrán tus tíos y algunos de sus hijos. Tu papá organizará una celebración por su llegada, y será el momento perfecto para anunciar tu matrimonio —explicó el general.

—Yo me encargaré de arreglar todo —habló su papá feliz—. Me reuniré con la madre de Darre mañana mismo para hacer los preparativos.

—Gracias, pero no tiene que ser algo sumamente ostentoso.

—Por supuesto que debe ser algo extravagante —dijo Aria y miró al general buscando apoyo. Su esposo únicamente asintió. Henrik casi rodó los ojos. Su padre, aunque era severo y arrogante, siempre había sido débil ante su omega. No importaba si era el mínimo capricho; él se encargaría de cumplirlo y nunca le diría que no—. Perfecto, Lyra estará feliz.

—Bien, lo dejaré todo en tus manos.

—No, no, es tu compromiso, tu boda. Hijo, estoy feliz de ver que te casarás y de ayudarte, pero también quiero que ustedes dos participen. Tal vez puedan acercarse un poco.

La mirada en el rostro de Aria parecía afligida. Él era consciente del amor que Henrik sentía por aquella persona, pero Darre era todo lo opuesto. Al principio, tampoco estaba de acuerdo con el matrimonio debido a los rumores que circulaban en torno a ese omega. Sin embargo, al ver lo seguro que estaba Henrik de ese matrimonio, lo aceptó y decidió olvidar esos rumores, aunque fuesen verdad.

—De acuerdo, hablaré con Darre —dijo no muy seguro de sí mismo.

—Bien, bien, dejemos eso y vayamos a comer —el general se puso de pie y agarró tiernamente la mano de su esposo y lo condujo hacia el comedor.

A veces, Henrik pensaba que los dos eran mayores para expresarse tan abiertamente sus sentimientos, aunque su padre no tenía más de cincuenta años y su papá no más de cuarenta. Pero después de una paliza dada por su padre, todo fue diferente.

Aunque cuando creció, comenzó a soñar con formar una familia como la de ellos, donde se esforzaría por cumplir cualquier cosa que la persona que amara le pidiera. Por supuesto, esto debía ser recíproco. Sin embargo, Darre era demasiado complicado.

Henrik recordaba con claridad aquel episodio doloroso de su infancia. La paliza, aunque brutal, marcó un cambio en la dinámica familiar. A pesar de ese cambio positivo en su manera de ver a la familia, Henrik seguía enfrentando el desafío de conquistar el corazón de Darre. El omega era un enigma, un desafío constante que Henrik no podía evitar enfrentar. Soñaba con una vida familiar plena, pero la complejidad emocional de Darre se interponía en su camino.

A medida que avanzaba el día, Henrik reflexionaba sobre la dualidad de su relación con Darre. Por un lado, estaba la pasión y el deseo de construir una vida juntos, pero por otro, la resistencia y los muros emocionales que Darre levantaba parecían insuperables. La contradicción entre el anhelo de una conexión profunda y la realidad complicada de su relación lo mantenía en un constante estado de reflexión.

No obstante, Henrik no perdía la esperanza. Aunque Darre parecía un rompecabezas complicado, cada pieza perdida tenía el potencial de encajar en su lugar adecuado con el tiempo y la paciencia. La idea de construir una familia cimentada en el amor y la comprensión seguía siendo su sueño, y estaba dispuesto a superar todos los obstáculos que se interpusieran en su camino hacia esa visión.

La tarde avanzaba, y Henrik se sumía en sus pensamientos mientras contemplaba el paisaje desde la ventana de la casa. La incertidumbre de lo que depara el futuro con Darre le generaba una mezcla de emociones, pero su determinación no vacilaba. La complejidad de sus sentimientos se reflejaba en el crepúsculo que pintaba el cielo, un lienzo de tonalidades que variaban entre la esperanza y el desafío.

Con ese torbellino de pensamientos, Henrik se preparaba para la conversación crucial con Darre sobre la fiesta de compromiso. Sabía que debía abordar las preocupaciones de su omega de manera delicada y paciente, construyendo puentes en lugar de muros. La próxima etapa en su viaje juntos estaba por comenzar, y Henrik estaba decidido a escribir el siguiente capítulo de su historia, superando la complejidad que Darre representaba en su vida.