Todos los años, en otoño, un alma humana desaparece del internado. Este año, ella llegó para quedarse.
Annabelle Drayton es enviada a estudiar al Instituto St. Elric tras una tragedia familiar. Ubicado en una antigua abadía sobre un acantilado, rodeado de bosques y niebla perpetua, el lugar parece congelado en el tiempo.
Lo que no sabe es que algunos de los alumnos no envejecen. No respiran. No sueñan. Y cada uno de ellos guarda un pacto sellado hace siglos: nunca acercarse demasiado a los humanos.
Théodore Ravencourt, el más enigmático entre ellos, ha seguido esa regla por más de cien años. Hasta ahora.
Annabelle no es como las demás. Hay algo en su sangre, en sus sueños, en su presencia, que lo arrastra hacia la vida… y hacia el peligro.
Pero cuando ella comienza a desenterrar verdades prohibidas, descubre que ser amada por un inmortal no es un privilegio… sino una sentencia.
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🩸Capítulo 7 — La quietud antes del juicio
Eterno Fundador
Todo lo que sangra, alguna vez fue humano.
Incluso nosotros, los llamados Eternos.
Incluso yo.
Han pasado siglos desde que pronunciamos el Primer Juramento. Desde que sellamos con nuestra sangre la estructura de esta Escuela, este santuario, esta prisión.
Desde entonces, hemos vivido al margen del tiempo, exiliados de la muerte y del olvido.
Pero hay algo que el tiempo no borra: el eco de lo prohibido.
Y ahora, ese eco ha comenzado a hablar de nuevo.
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Desde lo alto del torreón septentrional, la bruma nunca se disipa del todo.
Desde aquí observo. Siempre he observado.
La Escuela se extiende como un cuerpo dormido: mármol y madera antigua, pasillos que respiran con cada paso de sus elegidos, susurros que jamás se pierden.
Y entre ellos, ella camina.
Con ojos que no deberían recordar.
Con sangre que no debería arder.
Y junto a ella, él, el más temido de los nuestros.
Théodore Velharrow.
Nombrarlo aún resquebraja la piedra bajo mis pies.
Él fue uno de los mejores.
Y también… el primero en romper el equilibrio.
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He sentido la grieta.
No en las paredes ni en los cimientos —sino en el tejido de la Eternidad misma.
Todo lo que juramos proteger tiembla ahora con cada paso de la nueva descendiente.
Ella no lo sabe aún, pero su presencia reescribe las reglas.
El Fragmento ha comenzado a latir.
No he bajado de esta torre en décadas. Mi sombra no toca el suelo desde la última guerra interna, cuando uno de los nuestros intentó recordar lo que había sido antes de volverse eterno.
Los recuerdos son la enfermedad de los inmortales.
Nos corrompen.
Nos arrastran a la humanidad que creímos dejar atrás.
Pero Annabelle no solo recuerda: reclama.
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Fuimos siete.
Siete Fundadores.
Siete nombres perdidos en la historia del mundo.
Y entre nosotros, sellamos tres reglas fundamentales:
Ningún Eterno amará fuera del linaje.
Ningún Eterno interferirá en el ciclo de la muerte.
Ningún Pacto será sellado sin la Sangre de los Siete.
Théodore y Élise rompieron las tres.
Y por eso ella fue enviada al fuego.
Y él fue condenado al olvido selectivo, a una eternidad sin memoria completa.
Pero el amor no muere. Solo duerme.
Y los sueños, a veces, despiertan con hambre.
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Anoche, cuando Théodore abrió el relicario, lo supe.
Mi visión se nubló por primera vez en siglos.
Un temblor antiguo me recorrió el pecho —donde alguna vez hubo un corazón.
Requiem.
La palabra sellada.
El canto que ningún humano debía pronunciar.
El final y el comienzo de todo.
Desde entonces, las estatuas han llorado savia oscura.
Las velas se encienden solas.
Las bóvedas cantan, en lenguas que no se han oído desde el Pacto Original.
Ella lo ha despertado.
Y él… ha elegido recordarla.
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Mi deber es claro.
Debo convocar al Cónclave.
Debo exponer su traición.
Debo ordenar el castigo.
Pero cada vez que cierro los ojos, veo su rostro.
No el de Annabelle. El de Élise.
Yo la vi la noche que murió.
Yo fui quien cerró las puertas del fuego.
Ella gritó el nombre de Théodore hasta el final.
Y yo…
Yo me quedé callado.
No por crueldad.
Sino por miedo.
Porque en sus ojos vi algo que los Eternos nunca deberían poseer:
Esperanza.
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Desde entonces, construimos esta Escuela para encerrar el poder del amor prohibido.
Para sellar lo que no podíamos destruir.
Para proteger al mundo… de nosotros mismos.
Pero quizás nos equivocamos.
Quizás lo que más temíamos no era la transgresión, sino la verdad que la sustentaba.
Que el amor —el verdadero, el que desafía la eternidad— no es una debilidad.
Sino un poder más antiguo que la inmortalidad.
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Cada Fundador guardó un Fragmento del pacto original.
El mío… lo enterré bajo la Sala de la Aurora, donde solo la sangre y la voluntad pueden abrir las puertas.
Pero ahora late.
Como un corazón escondido.
Annabelle lo siente.
Théodore lo escucha.
Y yo, contra toda lógica… me encuentro deseando que lo liberen.
Porque si lo hacen, quizás el ciclo se rompa.
Quizás la historia no se repita.
Quizás esta vez… ellos sobrevivan.
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¿Qué es lo que nos hace eternos?
¿El tiempo? ¿La sangre? ¿La obediencia?
No.
Nos hace eternos la renuncia.
El acto de cerrar los ojos a lo que fuimos, y convertirnos en piedra para no rompernos.
Pero Annabelle los abre.
Y en su mirada arde una pregunta que ningún fundador ha querido escuchar:
> “¿Y si amar era la única forma verdadera de ser eterno?”
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El Cónclave me espera.
La decisión es mía.
Podría destruirlos.
Podría reiniciar el ciclo.
Podría sellar de nuevo el Fragmento.
Pero cuando pienso en Élise ardiendo, en Théodore llorando sin memoria, en Annabelle despertando sin entender… algo en mí se niega.
No castigaré esta vez.
No romperé lo que por fin ha comenzado a sanar.
No repetiré el error.
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He vivido oculto.
He hablado por símbolos, susurrado por cuervos, tejido mis advertencias en los pasillos.
Pero ya no más.
Es tiempo de bajar la escalera.
De pisar el suelo.
De mirar a los que desafían las reglas…
y recordar que fui como ellos.
Mi nombre fue borrado de los registros.
Pero en mi lengua original, significaba Guardián del Primer Fuego.
Los demás me conocían como el más frío, el más sabio, el más cruel.
Pero una vez, antes de todo, yo también tuve un nombre humano.
Y esa noche, antes de convertirme en piedra, ella lo susurró entre lágrimas:
"Mathias."