Dalia comenza a trabajar como ama de llaves para un pariente /no pariente lejano de su padre, quien era un pintor famoso de pintura erótica; para ayudarse en sus gastos personales mientras termina la universidad. Pero termina en las manos seductoras y perversas de este pintor, confundiendo sus prioridades en la vida.
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Capítulo 6
Dalia ya había llegado al departamento. Tenía la llave para entrar, pero no había venido como la muchacha de la limpieza, sino como una invitada, así que llamó el timbre, y miró su atuendo que ciertamente compró con prisa porque no tenía ningún vestido en su armario. Todo eran jeans, o chándal, y ellúnico vestido en su armario, era el que él le había dado para esa fiesta.
Al salir de la escuela, pasó con prisa a una tienda de ropa y por pura fortuna encontró un vestido floral de color azul que le llegaba hasta las rodillas, el cual venía con un sombrero de alas anchas. Afortunadamente, sí tenía sandalias para combinar con el atuendo.
La puerta se abrió y salió con dos bolsas negras en sus manos.
Bajemos al estacionamiento.
Dalia bajó con él, y entonces notó un hermoso convertible de color rojo, el cual era el más llamativo de todos los coches caros que estaban en el estacionamiento.
-¿Tienes auto? – Dalia estaba sorprendida, ya que parecía que anidaba en su casa y no salía para nada.
-Sí, pero rara vez lo uso – puso las bolsas en la cajuela – Sube.
Dalia abrió la puerta y se sentó en el copiloto. A penas abrochó el cinturón cuando el coche comenzó a moverse. Rápidamente, salieron del sótano y tomaron la calle hacia la autopista.
-¿A dónde vamos?
-Ya lo verás.
No dio más indicios de continuar hablando por lo que Dalia ya no preguntó, pero pronto se dio cuenta que se alejaban cada vez más y más del bullicio de la ciudad, hasta que enormes campos de maíz y pastizales eran el paisaje al lado de la carretera.
Se estacionaron bajo un enorme árbol, justo cuando el sol ya estaba cerca del ocaso.
Dalia vio que él saque sus bolsas y pronto un caballete se asomó en medio, junto con un lienzo en blanco y pinceles.
Entendió que quería pintar un paisaje, aunque no sabía para qué la había llamado. Nunca la dejó llevar sus bolsas y tampoco entablaba una plática con ella, así que no entendía cuál era su rol en todo esto.
De pronto él se acercó hasta encerrarla en sus brazos y proceder en besarla, tomándola con la guardia baja. Pero no lo rechazó, sino que lo abrazó del cuello mientras se deleitaba con la maestría con la que la besaba.
El beso se profundizó hasta el grado de que sus lenguas se rozaban entre sí, y las manos inquietas de él, no dejaban de sobarle la espalda y las nalgas.
Justo cuando el aire faltaba, al fin la soltó.
-Sé mi modelo – le dio un beso en el cuello, estremeciéndola – Toda esta semana.
-¿Modelo? – su cerebro aún estaba sin oxígeno y no podía procesar las palabras de él.
-Sí – besó el otro lado de su cuello – Sé mi modelo, mi musa.
La palabra “musa” la despertó al fin. Un ligero dolor surgió de su pecho ante esa palabra, pues recordaba que Silvain la había usado para indicar que era la nueva amante de Kei Smith, y, por lo tanto,, su nueva inspiración para sus cuadros eróticos.
Quiso esconder el hecho que se sentía abrumada y lo abrazó. Él correspondió a su abrazo y no la apresuró. Dalia sabía que no lo había dicho con esa intención, pero no eran nada. Serían amantes mientras durara su interés en ella. Pero cuánto duraría. ¿Un par de semanas? ¿Meses? No quería admitirlo, pero ella ya estaba cayendo por este hombre que no le prometía nada más que excelentes noches de pasión.
Cerró los ojos, sintiéndose en conflicto, pero una voz, una que nunca había escuchado y que iba contra toda lógica le gritaba: ¡Hazlo! ¡Qué más puedes perder! ¡Aprovecha todo esto mientras dure, porque la vida es corta y los momentos efímeros!
Temía perder su corazón y razón, pero guardarlo, también le hacía perder otras cosas. Todo esto iba en contra de lo que quería de su vida: una vida estable, con un trabajo estable y una familia en el futuro; porque, aunque no estaba interesada en las relaciones, no significaba que no añorara un esposo e hijos.
Suspiró internamente.
Se estaba adelantando. El futuro era incierto, podría morir mañana y arrepentirse de no haber vivido nada. Esta era la primera vez que hacía cosas que no había planeado, pero estaba bien. Las sorpresas también son parte de la vida; y si este momento no dura para siempre, al menos quedará en su memoria, como algo inolvidable y bello.
-¿Cómo debo posar? – al fin le contestó.
-Solo camina hacia el campo de girasoles…
-¿eso es todo?
-Sí…
Dalia asintió, pero antes de encaminarse, recibió un beso en la frente que la conmovió, y su corazón latió con fuerza.
Caminó justo como dijo él, mirando el atardecer, deteniéndose a cada dos pasos, sintiendo la brisa del atardecer, escuchando ya los insectos nocturnos hacerse presentes y aspirando el aroma de las flores.
Escuchó un ruido detrás de ella y miró en dirección de él, quien parecía muy concentrado en las pinceladas que daba. De pronto alzó la cabeza y se miraron a los ojos y por un instante, el mundo pareció detenerse por completo. No existía ruido alguno, ni de los insectos, ni del viento mismo. Solo sus miradas entrelazadas.
Hasta que el ruido de un motor los sacó del trance y desviaron las miradas. Pronto la luz del sol se desvanecía y Dalia había regresado al lado del señor Smith para ver el cuadro.
Debía decir que el señor Smith era un prodigio. Solo con par de pinceladas rápidas, el atardecer estaba presente. Combinando rápido los colores, el campo de girasoles se hizo presente, y antes de que la luz del día se apagara, la silueta de una mujer, caminando hacia los girasoles se materializó al instante.
La noche había caído y el señor Smith había dejado de pintar. Ya tenía lo más importante y solo faltaban los detalles y la iluminación de la pintura. Mientras la pintura se secaba, el señor Smith guardó todo antes de degustar de nuevo los labios de Dalia.
Sin la duda o el miedo, Dalia disfrutó de las atenciones de él hacia ella. Aunque el momento se estaba calentado rápidamente, él supo detenerse, antes de acomodar su vestido, y a pesar de la evidente erección, él aún no la tomó en el auto.
Luego de poner el cuadro a resguardo, partieron de nuevo a la ciudad y la llevó hasta la puerta de su casa. Antes de entrar, él volvió a besarla.
-Quiero llevarte a la playa – le dijo entre besos – ¿Puedes faltar mañana a tu escuela?
Dalia suspiró luego del beso y después de unos momentos, su cerebro logró procesar la pregunta de él.
-Ya no tengo clases. Las prácticas comienzan la otra semana. Posiblemente, ya no pueda ser tu ama de llaves.
-Pero aún podemos vernos.
Dalia se quedó callada un momento y sintió su corazón agitarse ante su insistencia. Sonrió contenta y asintió con el rostro sonrosado.
-Sí…
-Mañana te llevaré a la playa – le tomó la mano y besó su dorso mientras la miraba a los ojos – Tengo una casa en ese lugar. Quédate conmigo por un par de días.
Dalia se sobresaltó y no pudo evitar sentir calor en su rostro. La sugerencia era más que obvia, pero aceptó y al fin bajó del coche y entró a su casa.
Aún no podía creer que estaría a merced de un hombre atractivo y sensual. Lo único es que no sabía cómo decirle a su padre que estaría fuera por un par de días.
-Ya volviste – se asomó su papá desde la sala.
-Sí… - se acomodó el cabello porque el viento al regresar se lo había despeinado – Um… papá – suspiró – Me iré por un par de días a la playa…
-¿Te invitó tu novio?
-¿Cómo… lo sabes?
Vio sonreír a su papá y ella no pudo evitar sentirse avergonzada. Los había visto besándose en el coche.
-Hija – la tomó de los hombros – Eres una adulta hecha y derecha, tienes todo el derecho de hacer tu vida como te plazca. De hecho, me sorprende que todavía vivas aquí…
-Ustedes me necesitan, los gemelos…
-Ya son unos muchachos de dieciséis años. No son niños. No tienes por qué cuidarlos.
-Pero…
-Nada – negó su padre – Es hora de que pienses en tu futuro y tu vida propia. Nosotros sabremos cómo arreglárnoslas sin ti – la abrazó con fuerza – Eres mi hija, y deseo tu felicidad.
-Gracias papá – Dalia no pudo evitar que algunas lágrimas resbalaran – Te amo.
-Yo también te amo, mi pequeña.