ENCANTO SOMBRÍO

De nuevo con la tensión encima, llegué al cuartel; me llevaron directamente con el Comandante Principal.

—Aquí estoy. —mencioné neutral.

El Comandante me miró a los ojos y me hizo un ademán para que tomará asiento.

Entonces, me senté, esperando pacientemente mientras el veía una carpeta con mucha atención.

Después de unos minutos dejó la carpeta en la mesa y dirigió su mirada hacia a mí.

—Ya estoy al tanto sobre lo que ocurrió.

—Si me lo permite, quiero aclarar que todo está resuelto. Ha sido otra acusación en falso. —le dije con elocuencia.

El Comandante no parecía muy interesado en el tema, así que le pregunté el verdadero motivo de su llamado.

—Estos años has hecho un trabajo excepcional como vigilante; cumpliendo en tiempo y forma. También estoy al tanto de tu gran esfuerzo para conseguir liderar tu propio escuadrón.

Escuchaba atentamente sus palabras.

—No cualquiera intenta escalar tan alto como tú, y ser una de los sietes mejores.

Pero después de escucharlo, no entendía a qué punto quería llegar.

‹¿Acaso van a despedirme?›, pensé con la incertidumbre encima.

—Sé que no es fácil obtener el poder que necesitas para ascender y menos con la misión especial que te hemos otorgado.

—Créame que hago lo posible para llevarlo a cabo. —le dije casi con la voz temblorosa.

—Lo sé, se nota tu anhelo para obtener el poder… sin embargo…

Se me heló la sangre ante su mirada aguda.

No deseaba ser despedida en ese momento y menos ser trasferida de puesto.

‹Necesito seguir aquí. Tengo que ser una comandante de élite reconocida y solo entonces podré cumplir el sueño de…›

—Creo que falta algo más.

—¿Algo más?

—Los ángeles son difíciles de repeler y capturar; no es fácil encontrar a uno que caiga del cielo hasta tus pies. A diferencia de nosotros, ellos pueden disimular a la perfección que son humanos, comunes y corrientes.

‹¿Entonces a qué quiere llegar con todo esto?›

—Últimamente se vuelve complicado detectarlos. —agregó con una sonrisa amarga.

—Irina.

—¿Si?

—Pronto llegarán los nuevos reclutas, más inteligentes y ambiciosos que otros.

Sentí que una mala noticia de avecinaba.

—Disculpe, ¿pero eso que tiene que ver conmigo?

El Comandante me miró fijamente.

—Se te asignara a uno de los nuevos; será como tu aprendiz.

Creo que dejé ver la perplejidad que me causó dicha noticia.

—Puede que sea algo nuevo para ti pero lo harás bien.

—¿Un aprendiz? ¿Eso quiere decir que voy a tener que enseñarle a un novato?

La voz me temblaba de nervios y confusión.

Era ilógico que yo pudiera enseñarle a un novato.

Ni siquiera era paciente conmigo mismo.

—Si. Estoy seguro que harás un excelente trabajo; a lo menos él sea lo que te falta para cumplir con tus expectativas.

‹¿Cómo puede un novato ayudarme?›

Dibuje una expresión de total decepción y molestia.

Para nada necesitaba la ayuda de alguien y menos querer un aprendiz a mi cargo.

Eso era mucha responsabilidad.

—Y es una orden irrefutable, Irina.

Suspiré frustrada.

No había excusas para negarme ante tal orden.

—Entendido. —respondí derrotada.

—Bien, puedes retirarte. Cuando los nuevos reclutas estén aquí, serás convocada nuevamente. —él terminó por decir.

Asentí con la cabeza y me retiré del lugar.

‹Esto no podría ser peor. Un aprendiz llegando a mi vida.›

A mí nadie me enseñó cuando decidí ser vigilante y menos anduve detrás de alguien como su aprendiz.

Ahora todo iba para mal.

La cuestión era el humano.

¿Qué haría con él, si el novato tenía que estar todo el tiempo conmigo?

Lo malo era no saber exactamente cuando llegaría él.

Eran mediados de diciembre y todo en el Inframundo se preparaban para festejar un año más, justo como los mismísimo humanos que hacían fiestas en grande para celebrar el año nuevo.

Nada similar a nosotros.

‹Solo queda esperar en enero.›

Si el humano no despertaba en los siguientes días hasta el fin del mes, entonces tendría que deshacerme de él.

Nadie podía descubrir lo que yo ocultaba.

Es repudiable que salvará a un humano de otro demonio.

Al salir del cuartel, fui interceptada por mis padres que me dieron un gran sermón y más largo de todo mi vida.

Volví a la tierra con los tímpanos adoloridos y así tuve que rondar la zona como noche.

...***...

Los días continuaron y el fin de año estaba cerca.

Cada uno de nosotros ya tenía planeado que hacer ese día.

Pero, en mi caso no había nadie que cubriera mi puesto, por lo tanto me tocaría presenciar el festejo de los humanos.

De hecho ni me molestaba estar ocupada.

Extrañamente me sentía más relajada y conforme conmigo misma, que incluso olvidé el hecho de mi nuevo aprendiz.

Sin duda, un cambio subliminal se apoderaba en mi interior.

Durante la madrugada, cuando creí que sería como cualquier otra sin nada inusual, recibí una noticia que estaba esperando con ansias.

¡El humano había despertado!