Julen está haciendo una pasantía en una empresa de renombre. ¡La oportunidad de sus sueños! Pero las cosas se complican cuando descubre que su jefe, Christian, se ha enamorado de un secretario dulce. ¿Quien es ese secretario? Ficción romántica B
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QUIERO ESTAR
Son las diez de la mañana, estoy llegando a la oficina y veo a mis otros compañeros empezando a encender sus ordenadores.
—¡Hey, Julen! ¿Cómo te fue el fin de semana? —Erick se acerca a saludarme.
—Todo genial. Estuvo bien. ¿Tú, que tal?
En su mano llevaba un vaso de café de Starbucks.
—La pase bien. Salí a beber unos tragos con unos amigos de la universidad.
—¡Suena bien! ¿Te emborrachaste de nuevo?
—Nah. Yo no suelo emborracharme en domingo. ¡Al otro día es lunes! Uno tiene que venir a trabajar —respondió.
Me reí.
—Que bueno que eres precavido.
Desvíe la mirada a mi escritorio.
—¿El jefe no ha llegado aún? Que raro, siempre es puntual —Erick centra su vista en la oficina de Christian.
—No llegará hasta después de la tarde. Tiene un asunto que atender.
—Bueno. Supongo que estarás menos estresado mientras él no está.
—¿Menos estresado? —Pregunté con curiosidad—. El jefe no me estresa. ¡Es buena onda!
En sus ojos noté la sorpresa por mis palabras. ¿Por qué me miraba así?
—¿Te cae bien? Escuché que siempre hace sufrir a sus secretarias.
—Pues es que siempre ha contratado mujeres para el puesto. ¡Yo soy un chico! Y hasta el momento, no me ha hecho sufrir.
Encendí mi ordenador. Conecte mis auriculares y puse play. YOUTH83 empezó a sonar. Comencé a capturar un organigrama y analice varias propuestas para Christian.
Eran las once de la mañana cuando alce la vista hacia el pasillo y por casualidad, hice contacto visual con el chofer personal de Christian. El hombre venía en mi dirección, seguro necesitaba algo de la oficina del jefe. Le tomo algunos segundos llegar hasta mi escritorio.
—¡Hola! ¿Cómo te fue el fin de semana? —Le pregunté.
—Muy bien. Mi familia estuvo feliz, el señor fue muy generoso conmigo al permitirme varios días libres.
Asentí. Y así, me di cuenta del ramo de flores que él traía en las manos.
—¿El jefe compró flores?
—Sí. Me pidió que te las diera.
—¿Son para su cita?
Negó ligeramente.
—No. Son para ti. El jefe me pidió que te las diera, quiere verlas en tu escritorio.
¡Impactado quede! Me puse de pie. Recibí el ramo de flores y al tocarlo, recordé el día que yo mismo me encargué de elegir y decorar las dalias. ¡Qué barbaridad! Parecía que yo siempre me quedaba con las flores que sus novias rechazaban.
—Muchas gracias.
—Tengo que ir a comprar unas cosas que me encargo el jefe. Te veo más tarde.
—Claro.
Sentí que los ojos de todos los compañeros de trabajo se enfocaban en mí. ¿Por qué me estaba pasando esto? De pronto no entendí porque Christian me había dado el ramo de flores que compró el otro día en la tienda de mi amigo.
Las flores me hicieron sentir extraño.
...🍬🍬🍬...
—Así que, ¿el jefe te dio flores? —Jessi estaba muy interesada en eso.
Era la hora de la comida y yo no tenía mucha hambre.
—Que metiche eres. ¡No son para mí! Me mando el ramo para que se lo guardara. El jefe está teniendo citas.
Kevin fijó su mirada en mí.
—¿Estás diciendo que el jefe está buscando una novia?
—Pues sí. Yo creo que sí.
Atrape un trozo de carne con un tenedor y lo introduje en mi boca. ¡Sabía delicioso!
—Bueno, eso está bien. Ya han pasado más de tres años desde que se divorció —añadió ella.
—¿Tres años?
—Sí. Y despidió a su última secretaria porque su exesposa logró conseguir el número personal del jefe. ¡Su ex ya se casó! Le hablo a Christian para invitarlo a su boda y por eso él explotó el otro día.
Enterarme de eso me causó una sensación de curiosidad y tristeza. ¿Por qué se divorciaron? ¿Se dejaron de amar? ¿De quien fue la culpa? ¿Por qué llegaron a ese punto?
—Yo por eso no pienso casarme. Si las cosas no funcionan con mi pareja, nos separamos y punto. Mejor, que nadie diga que soy un divorciado —Erick parecía seguro de lo que decía.
—Supongo que a nadie le gustaría llegar a ser un divorciado —añadió Kevin.
Mi mente se encontraba inmersa en Christian y el tema del divorcio.
—¿Tú te piensas casar? —Me preguntó Erick.
Volví a la conversación.
—Pues sí, me gustaría. No descarto la idea.
—¿A que edad?
—Ahora mismo no lo sé. El matrimonio no es algo que yo anhele con ansias.
—¿Has tenido alguna relación recientemente? —Sentí que Erick estaba siendo algo entrometido.
—No. ¿Y tú? —También quise ser entrometido.
—Hace medio año tuve una novia. Nos separamos porque ella no quiso tener una relación abierta conmigo.
—¿Una relación abierta? —Pregunté sacado de onda.
—Sí, ya sabes. Uno tiene novia, pero, de vez en cuando, si quieres comerte a alguien, te lo comes sin miedo a dañar a la otra persona.
Sus palabras me impactaron.
—¿Estas diciendo que aunque tengas novia, puedes acostarte con medio mundo sin dañar a la otra persona?
—Sí.
—Pues eso no me llama la atención. Al final creo que sí dañas a la otra persona.
—Vivimos en el dos mil veinticuatro, deberías actualizarte —me sugirió Erick.
Negué rotundamente, no me gusto ese tema. ¿Actualizarme? ¿Qué le pasaba?
—Aunque vivamos en el dos mil treinta, no me gustaría tener una relación abierta. Que tú pienses que eso es lo mejor para ti, está bien. ¡Nunca juzgues el ideal de alguien más cuánto difiere del tuyo! Yo no pienso igual y eso es valido.
—¿Te enojaste?
—Termine de comer, los veo más tarde.
...🍬🍬🍬...
Son las siete de la noche y es la primera vez que no veo a Christian en todo el día. Apago el ordenador, acomodo mi escritorio y tomo mis cosas. ¡La tarde se fue volando! Conectó los auriculares y Porcelain de Lunar Isles comienza a sonar.
—¿Qué debo hacer con esas flores? —Pensé.
Agarré el ramo y lo llevé conmigo. Me despedí de todos y entré al ascensor. ¡Me gustaba la canción que se estaba reproduciendo! Del piso diez, llegue a la planta baja. Se detuvo el ascensor, las puertas se abrieron.
Sus ojos aparecieron frente a mí. ¿De verdad era él? Me acerqué hasta quedar muy cerca y sin pena, le di el ramo de flores.
—Ten. Entrégale estas flores a la siguiente chica con la que salgas —le dije.
Y cómo llevaba los auriculares puestos, continué con mi camino. ¡Decidí ignorarlo! No me sentía con ganas de estar aquí. El piso del lobby era muy brillante, mis pies caminaban apresuradamente y mis pensamientos estaban un poco alterados.
Sentí su mano agarrando mi muñeca. Me hizo frenar. Me soltó. ¡Traía el ramo de flores en su otra mano! Acercó su mano izquierda a mi oreja derecha y me quitó el audífono.
—¿De verdad? Sabes que el volumen alto puede dañar tu salud.
—Lo sé.
Me entrego el auricular.
—¿Por qué me ignoraste?
—Mi horario laboral ya terminó.
Medito en esto último.
—¿Quieres ir a cenar?
Vi que mis compañeros de trabajo salían del ascensor.
—No creo. Tengo planes.
—Julen.
Pero, ni yo mismoentendía porque me estaba comportando así. ¡De una forma tan cortante!
—Tienes una reunión con el equipo de marketing. Una salida a la fábrica a medio día y dos citas con unos inversionistas.
—¿Qué estás diciendo?
—Tus pendientes de mañana. Como hoy no te vi, creo que deberías saberlo.
Mis camaradas se detuvieron muy cerca de nosotros. ¡Chismosos!
—¡Gracias! Lo tendré en cuenta.
Asentí, sonreí.
—Tengo que irme.
—Espera.
—¿Qué pasa?
—¡Estas flores son para ti! ¿Por qué me las devuelves?
Extendió el ramo para ofrecérmelo.
—¿Para mí? Pensé que eran para tu cita. ¿Qué pasó con Juls?
Nuestro contacto visual irradiaba muchas emociones. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué parecía querer decirme algo muy importante?
Se acercó a mí, inclinó su rostro a mi oído.
—Tú eres Juls —susurro con seguridad.
Su voz me hizo estremecer.