En un mundo muy distinto al nuestro, en el que los seres humanos se han expandido por toda la galaxia y criaturas extrañas conviven con nosotros, vive Olivia Temple.
Su vida es perfecta, tiene un novio maravilloso y el trabajo que siempre quiso.
Pero una noche todo cambia para ella.
Alberto la deja y Olivia, despechada, se emborracha y pasa la noche con un desconocido.
Unos días después empieza a sentirse mal y, siguiendo un presentimiento, se hace una prueba de embarazo que resulta positiva.
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06
Casi había olvidado lo guapo que era.
Pelo castaño claro bien cortado, ojos azules, rostro suave y mandíbula perfecta.
Mi corazón empezó a latir con fuerza al verle.
Maldita sea.
Alberto parecía igual de incómodo que yo.
Estaba sudado, supongo que de su carrera matutina, y la ropa se le pegaba al cuerpo.
Me lamí los labios y aparté la mirada.
¿Quizá debería de reconsiderar la oferta de Micaela?
—Olivia, estás... Te veo bien. — dijo con su voz suave.
Sonreí cuando volví a mirarle.
—Gracias, tú también pareces estar... bien.
Siguió un silencio incómodo. Ninguno de los dos parecía saber que más decir.
He oído de personas que son amigos de sus ex parejas, y los envidio.
Con este panorama no veo que Alberto y yo podamos ser amigos.
Nada de contarle sobre Andy, Olivia.
—¿Qué haces aquí? — preguntó él por fin.
—Quiero...En realidad tengo una pregunta antes, Alberto. ¿Por qué lo hiciste?
Cerró la puerta de salita.
—¿En serio quieres hablar de ese asunto, Liv? No quiero... No quiero hacerte daño.
Me reí.
—Un poco tarde para eso, ¿no crees?
Tuvo la decencia de parecer culpable.
—¿Porqué lo hiciste Alberto? ¿En qué fallé?
—Tú no tuviste la culpa de nada — me aseguró —. Yo fui el responsable de todo. No fallaste en nada, Olivia. Eres perfecta.
—Si tan perfecta soy, ¿en qué me ganó Rebecca Montoya?
¿Estaba siendo condescendiente acaso?
Se mordió el labio inferior, un tic nervioso que siempre había tenido.
¿Por qué me sigue pareciendo adorable?
—No te ganó en nada, Olivia. Es... Complicado de explicar.
—Inténtalo.
Bajó la mirada un segundo y, tras servirse un vaso de agua — él nunca tomaba alcohol — se sentó en el sillón.
Tras un momento de duda, me senté a su lado.
—Ya te dije que empezó como una broma. En la fiesta de Navidad de hace tres meses. Un grupo de compañeros, entre los que me incluyo, pensamos que...por la diosa, esto es vergonzoso — se interrumpió.
—Adelante, no pares. ¿Qué pensasteis?
Alberto resopló.
—Como decía, un grupo de compañeros decidimos que era buena idea jugar a verdad o reto.
Lo miré incrédula.
—¿Acaso sois unos críos o qué? — pregunté.
—¡No me juzgues por eso! Fue una estupidez, lo sé. Sobre todo porqué arruinó lo más importante que he tenido.
¿Hablaba de mí? No me atreví a preguntar.
—Bien, de acuerdo. Continúa ¿qué pasó?
—Pues cuando me tocó Roberto, un imbécil de cuidado, me retó a contar mi secreto más oculto o a besar a una de las chicas. — se sonrojó—.
Preferí lo segundo, me daba vergüenza admitir lo primero.
¿Cuál sería ese secreto? No te importa Olivia. Mentira.
—Y Rebecca estaba cerca. Te juro que mi intención era darle un beso en la mejilla, pero ella me agarró el rostro y me besó en los labios. Fue... No sé cómo describirlo, Liv. Hacía mucho que no me encendía como me prendí con ese beso.
Eso me dolió. Es cierto que luego de nueve años juntos no teníamos la misma pasión que al principio, pero creía que todo lo demás, la confianza, el respeto, la lealtad, ese tipo de cosas, lo compensaba.
—De acuerdo, empezó como un juego tonto y fue ella quién te besó en primer lugar. ¿Cómo continuó?
—¿Estás segura Liv? — me preguntó.
—No te lo preguntaría si no quisiera saberlo — contesté. Alberto cerró los ojos.
—La siguiente vez, estábamos ella y yo solos en el periódico. Yo estaba terminando un reportaje y ella salió de terminar de revelar unas fotos. Aún no entiendo como sucedió. La rocé al pasar junto a ella y me agarró del brazo.
Nos volvimos a besar.
Noté que quería decir algo más.
—¿Sólo fue otro beso?
Alberto se sonrojó al mismo tiempo que negaba con la cabeza.
—Nosotros... Tuvimos sexo, Olivia. Me sentí como basura después, pero no puedo negar que lo disfruté.
Quería golpearlo. ¿Por qué quiero seguir escuchando esto?
—Acordamos vernos tres veces por semana en su piso. Te mentí tantas veces, cada vez me costaba más mirarte a la cara. Por un lado, disfrutaba del sexo con Rebecca, pero por el otro te seguía amando, Liv.
—Alguien que está enamorado de otra persona no la engaña, Alberto dije con las manos en forma de puños.
—Lo sé, pero ¿no crees que es posible amar a dos personas a la vez?
¿Hablaba en serio?
—No, Alberto, no lo creo.
—Bueno, eso era lo que sentía. La amaba, pero también te amo a ti.
Intenté cortar con ella unas pocas veces, en realidad quería estar contigo, pero no tuve el valor suficiente para hacerlo.
Noté como usó el pasado con ella y el presente conmigo. No pregunté por eso.
—Entonces yo... Un día me dije que ya no aguantaba más, tenía que decidirme. Aquel día te invité a cenar con la intención de confesarte todo y pedir tu perdón, pero algo me hizo cambiar de idea y yo... De verdad que lo siento Liv.
—Bien, ¿así que eso es todo? — pregunté con ironía —. Me engañaste durante dos putos meses y esperabas ¿qué esperabas? ¿Qué te diera una palmadita en la cabeza y te perdonase?
Alberto me miró dolido.
—¿No lo hubieras hecho? — preguntó.
—¡Por la diosa, Alberto! Sabes lo que pasó con mis padres. Si hay algo que no soporto son los cuernos. No podría haberte perdonado entonces,ni nunca. En verdad espero que seas feliz con Rebecca. Sois tal para cual.
Desvió la mirada al suelo.
—¿Quieres... Quieres algo más? — preguntó.
—Necesito hablar con tu novia.
Me miró con expresión alarmada.
—¿Quieres hablar con Rebe? ¿De qué? En serio, Liv, si es para montar una escena...
—¿Me crees tan infantil? — me sentí ofendida —. Tengo que hablar con ella. ¿Puedes decirme dónde encontrarla o tengo que golpearte para ello?
Alberto suspiró y se levantó.
—Dame diez minutos. Me doy una ducha, me cambio y te acerco a su piso.
Dejó el vaso de agua sin tocar en la mesa y se fue.
Me sentía furiosa. Tenía ganas de romper algo.
Cogí el vaso que Alberto dejó y lo revoleé contra la pared, haciéndose añicos.
Tendría que conformarme con eso hasta que viera a la querida Rebecca Montoya.