𝙱𝚒𝚎𝚗𝚟𝚎𝚗𝚒𝚍𝚘 𝚊𝚕 𝙰𝚛𝚎𝚊 𝚁𝚘𝚓𝚊, 𝚍𝚘𝚗𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚕𝚘𝚌𝚞𝚛𝚊 𝚗𝚘 𝚎𝚜 𝚞𝚗 𝚍𝚒𝚊𝚐𝚗𝚘𝚜𝚝𝚒𝚌𝚘... 𝚂𝚒𝚗𝚘 𝚞𝚗𝚊 𝚜𝚒𝚗𝚏𝚘𝚗𝚒𝚊.
𝚂𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚙𝚊𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎𝚜.
𝚂𝚒𝚎𝚝𝚎 𝚒𝚗𝚏𝚒𝚎𝚛𝚗𝚘𝚜.
𝚄𝚗𝚊 𝚎𝚗𝚏𝚎𝚛𝚖𝚎𝚛𝚊 𝚌𝚘𝚗 𝚖𝚊𝚗𝚘𝚜 𝚜𝚞𝚊𝚟𝚎𝚜.
𝚈 𝚞𝚗 𝚑𝚘𝚜𝚙𝚒𝚝𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚘 𝚌𝚞𝚛𝚊, 𝚜𝚒𝚗𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚞𝚖𝚎.
¡𝙲𝚄𝙸𝙳𝙰𝙳𝙾!
𝙰𝚚𝚞𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚌𝚞𝚎𝚛𝚍𝚘𝚜 𝚐𝚛𝚒𝚝𝚊𝚗 𝚎𝚗 𝚜𝚒𝚕𝚎𝚗𝚌𝚒𝚘 𝚢 𝚕𝚘𝚜 𝚎𝚗𝚏𝚎𝚛𝚖𝚘𝚜 𝚋𝚎𝚜𝚊𝚗 𝚌𝚘𝚗 𝚌𝚞𝚌𝚑𝚒𝚕𝚕𝚘𝚜.
¿𝚀𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚜 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊𝚛𝚕𝚘𝚜, 𝙺𝚊𝚗𝚐? 𝙴𝚕𝚕𝚘𝚜 𝚝𝚊𝚖𝚋𝚒é𝚗 𝚚𝚞𝚒𝚎𝚛𝚎𝚗 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊𝚛𝚝𝚎... 𝙰 𝚜𝚞 𝚖𝚊𝚗𝚎𝚛𝚊.
𝙳𝚒𝚜𝚏𝚛𝚞𝚝𝚊 𝚕𝚊 𝚕𝚎𝚌𝚝𝚞𝚛𝚊... 𝙳𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚝𝚘𝚍𝚘 𝚝𝚎𝚛𝚖𝚒𝚗𝚊𝚛𝚊𝚜 𝚒𝚐𝚞𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎 𝚎𝚕𝚕𝚘𝚜.
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Capítulo 22
A la mañana siguiente, llegué a la sala común del Área Roja con la sensación persistente de haber dejado algo atrás en la habitación de Ash. La imagen de aquella figura en la oscuridad aún se aferraba a mi mente, como un eco que se negaba a desvanecer.
Pero no podía permitirme mostrar miedo.
Los pacientes me esperaban, reunidos en círculo, algunos más atentos que otros.
Jake tamborileaba los dedos contra su rodilla.
Ethan sonreía con diversión vacía.
Adrian sostenía una expresión impenetrable.
Jay cruzaba los brazos con desinterés.
Noah se inclinaba en su asiento con la cabeza ladeada.
Ash me miraba con una expresión difícil de leer.
Nathaniel apenas levantaba la vista.
—Hoy haremos algo diferente —anuncié dejando una pequeña ruleta sobre la mesa frente a ellos — vamos a jugar.
—¿Diferente? Siempre dices eso —murmuró Jake, sonriendo con ironía — siempre jugamos.
—Y siempre es cierto —sonreí.
—Y siempre termina siendo algo más —añadió Ethan con diversión.
—Dependerá de ustedes qué tan interesante se vuelva —entrecerré los ojos levemente — se llama "El Juego de la Luz y la Oscuridad".
El ambiente pareció cambiar de inmediato.
—¿Tus juegos tienen cómo requisito obligatorio nombres tan "filosóficos"? —preguntó Jay con sarcasmo.
—Admito que soy poco creativa para los nombres —asentí siguiéndole la corriente.
—¿Es cómo el juego de las cartas? —murmuró Adrian.
—Parecido —ladee la cabeza.
—¿Cómo funciona? —habló Nathaniel.
Me senté frente a ellos.
—Cada uno tendrá su turno para girar la ruleta —procedí a explicar — es al azar, si les toca blanco, deben responder con una verdad incómoda. Si les toca negro, deberán compartir un pensamiento oscuro que hayan tenido recientemente.
—¿Y tú también juegas? —preguntó Ash, inclinando la cabeza.
Lo miré con neutralidad.
—Si quieren que sea justo, sí.
Jay chasqueó la lengua divertido.
—Siempre tan interesante...
El juego comienza. Adrian gira la ruleta, le toca blanco.
—¿Cuál es la verdad más cruel que alguien te ha dicho? —pregunté.
Adrian apoyó un codo en su rodilla.
Me miró directamente.
—Que preferían morir a que amarme y que alguien como yo, jamás podría volver a ser amado.
La habitación se quedó en silencio. Nadie dijo nada.
—¿Y qué piensas de eso? —pregunté con suavidad.
El castaño ladeó la cabeza.
—Que el tiempo dirá si es cierto o no.
Sigue Jake, le toca negro.
—Un pensamiento oscuro reciente.
Jake esbozó una sonrisa de lobo.
—Me pregunto qué pasaría si el doctor Park muriera repentinamente.
Sentí una tensión helada en mi columna, tragué saliva.
—¿Y qué crees que pasaría?
Jake entrecerró los ojos con diversión.
—Tal vez el hospital se volvería un lugar más interesante.
A Vane le toca blanco.
—¿Hay alguien a quien extrañes, incluso si no deberías?
Ash entrelazó los dedos sobre su regazo y exhaló suavemente.
—Sí... Pero ya no importa.
La habitación quedó en silencio.
Jay gira la ruleta, su suerte decidió por el color negro.
—Un pensamiento oscuro reciente.
Jay se inclinó hacia adelante.
—A veces pienso en qué pasaría si me dejaran salir de aquí —dijo — si realmente me adaptaría de nuevo a la sociedad... O si simplemente me rompería más rápido.
—¿Y qué crees que pasaría?
Jay sonrió levemente, sin humor.
—Depende de si alguien me está esperando afuera.
De reojo, vi a Jake sonreír.
Ethan continuó con el juego, le tocó el color blanco.
—¿Cuál es el recuerdo más extraño que tienes?
El pelirrojo apoyó el codo en la mesa y sonrió.
—Ver a alguien llorar después de estar conmigo —frunció el ceño pero no borró su sonrisa — no sé por qué lo hizo.
Nadie dijo nada.
Siguió Noah y cómo si lo hubiera estado esperando, le tocó negro.
—Un pensamiento oscuro reciente.
Noah siguió jugando con la ruleta, golpeándola desinteresadamente con su dedo, haciéndola girar con rapidez.
—A veces me pregunto qué se sentiría no tener miedo de nada.
—¿Y qué crees que pasaría si no lo tuvieras? —pregunté.
Sonrió levemente.
—Tal vez haría cosas que no debería...
...«Definitivamente es de los casos más difíciles que me han tocado...»...
Nathaniel fué el último en girar la ruleta.
Blanco.
—¿Qué cosa pequeña hace que tu día sea un poco mejor? —le sonreí con ternura.
Grey pensó unos segundos antes de hablar.
—Observar sin ser observado...
Ash sonrió ampliamente con lentitud.
Sentí un escalofrío.
—Te toca, Kang —canturreó Ethan.
—Claro —no demostré incomodidad.
Giré la ruleta, me tocó blanco.
—Bien... Adelante —les animé a preguntar.
—¿Alguna vez has sentido que estás perdiendo el control? —preguntó Ethan, con su voz suave.
Mi corazón saltó.
...«Sí...»...
La noche anterior, cuando vi la figura en la oscuridad. Cada vez que notaba algo fuera de lugar.
Cada vez que me daba cuenta de que el control era una ilusión frágil.
—No —respondí con calma — siempre tengo el control.
Todos se miraron entre sí, algunos permanecieron neutrales, otros entrecerraron los ojos... Otros aguantaron la risa.
Decidí que era hora de finalizar la sesión.
—Es todo por hoy —dije con suavidad, poniéndome de pie — los dejó libres, pueden irse.
La mayoría se fué, pero Ash se acercó a mí.
—Gracias por quedarte anoche —susurró.
—Siempre puedes llamarme —asentí.
—Lo sé —me miró con fijeza
Pero había algo en su tono... Algo que me dijo que él sabía más de lo que admitía.
...~~ ⋆ ⭒✧⭒ ⋆ ~~...
Cuando el hospital quedó en silencio, puse en marcha mi plan.
Uno a uno, sacaría a mis pacientes a caminar para dar un paseo dentro del hospital, les daría un respiro de la rutina.
El objetivo era sencillo, profundizar en nuestra relación y explorar cómo percibían el mundo fuera del Área Roja.
Y ya tenía a mi primer elegido.
Llamé a su habitación y asomé la mitad de mi cuerpo. Lo vi allí, sentado en la cama con las rodillas en el pecho, despierto.
Sabía que lo estaría.
—Aerin... ¿Pasó algo? —su voz fué baja, tranquila.
—Ven conmigo —le hice señas para que se acercara.
—¿A dónde? —se mostró dudoso.
—A dar un paseo... Aunque si no quieres, está bien.
Tras unos instantes de silencio, se puso de pie y me siguió fuera de su habitación. La luna brillaba pálida, proyectando a través de los amplios ventanales sus sombras alargadas sobre las blancas paredes. Todo yacía en silencio.
Adrian caminaba a mi lado, con las manos enfundadas en los bolsillos de su uniforme.
—¿Me sacas para observarme o para que te observe?
—Ni una ni la otra —respondí — simplemente para pasear.
—¿Es parte de la terapia o lo haces porque quieres? —Adrian me miró de reojo.
—¿Qué prefieres que sea? —ladee la cabeza.
—Si digo que quiero que lo hagas porque quieres... ¿Lo repetirás otra noche?
—Por supuesto —exclamé con seguridad.
Él no dijo nada, simplemente observó maravillado en silencio el cielo y la luna por unos momentos.
—Es raro estar afuera por la noche —murmuró.
—¿Te hace sentir diferente?
Sonrió levemente.
—No lo sé... Tal vez me hace sentir más libre.
Lo observé con cautela.
—¿Y qué harías con esa libertad si la tuvieras?
Adrian giró la cabeza lentamente.
—Dependería de si decides caminar conmigo o correr en la dirección opuesta.
Solté un pesado suspiro.
—Me agrada más caminar que correr.
Ambos sonreímos levemente.
—¿Eres tan aterrador como tú mismo crees, Adrian?
Él inclinó la cabeza, divertido.
—¿Quieres averiguarlo?
Exhalé, cambiando el rumbo de la conversación.
—Dime algo de ti... Algo que nadie más sepa.
Adrian miró la luna un instante antes de responder.
—Cuando tenía cinco años, mi madre me dejó solo en casa toda una noche.
Hizo una mueca.
—¿Cómo lo recuerdas?
Sonrió con melancolía.
—La oscuridad nunca está realmente vacía...
—¿Y eso te asustaba?
—Al principio, sí —hizo una pausa — pero luego aprendí a observarla... Y a dejar que ella me observara también.