Desde un balcón teñido de rojo, una mujer observa el mundo con la certeza de quien ya lo domina.
No necesita tronos ni coronas. Su reino se construye con secretos, lealtades quebradas y pactos sin retorno.
Quien cruza su camino no sale ileso. Porque esta no es una historia de amor, sino de tentación, herencia y cicatrices que arden en silencio.
En un imperio tejido de sombras, el amor es una debilidad.
La venganza, un motor.
Y el poder… siempre cobra su precio.
NovelToon tiene autorización de Alicia Cardinali para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 4: " La red invisible".
La abuela, Elyrah Stefano..
La mañana lo despertó con un cálido rayo de sol.
Había olvidado correr las cortinas.
Con la decisión tomada.
Y queriendo saber¿Por qué no lo había descartado como a los otros?
Se puso de pie. Se peinó con las manos.
Y sin mirar atrás, salió.
En la mansión, alguien esperaba su llegada.
La mujer le revelaría el plan mayor.
Fue recibido como si fuera habitué de la casa.
Esa actitud le extraña.
Aunque no lograrían que él se amedrente.
El joven, aspirante a justiciero, se presenta ante ella. Mantenía su mano en el bolsillo cerca del revólver, pero ella apenas lo miró.
Solo se gira, dirigiéndose a la biblioteca.
Y el la sigue, aunque dudoso.
Una vez dentro, cierra la puerta.
Caminó hacia una pared de la biblioteca y presionó un botón oculto, entre el lomo de uno de los libros de cuero.
Un panel giró silenciosamente, sin dejar huellas.
Él miró el suelo para encontrar algún vestigio de marcas en él que revelara la antigüedad del lugar mientras él se confiaba.
Ella sabía perfectamente qué era lo que buscaba. No encontrando nada que delatara ese movimiento.
Esa era una de las tantas habilidades que los años le habían enseñado.
Dentro, se revelaba un mapa de la ciudad entera y sobre él, hilos rojos que conectaban nombres, empresas, bancos, altos mandos, políticos, ministros y jueces.
Sin moverse, preguntó con duda. —¿Sabes qué es esto? —preguntó sin girarse. — Es el verdadero poder. No es el que se grita en discursos, sino el que susurra órdenes por teléfono a medianoche.
El que decide quién sube ocupando un lugar o desciende, y llegado el caso, quién desaparece.
Esto sorprende al joven.
Se volvió hacia él con una sonrisa calmada. — Te voy a confesar algo.—Con un aura de misterio.
—He estado construyendo esta red durante treinta años. Toda una vida. Sin dejar cabos sueltos.
Cada escándalo que estalló en la ciudad, cada accidente sospechoso, cada ascenso inesperado.
Todo ha sido, cuidadosamente, orquestado.
Él frunció el ceño. Sin entender el porqué de su confesión.
—¿Por qué me lo muestras?
Mostrando seguridad, —¿Por qué, querido, sé quién eres?. Y porque quiero ofrecerte algo mejor que la venganza. Quiero darte un lugar en esta red.
Las batallas se ganan. De esta forma, hoy en día.
Tocando su hombro: "Lo que tú buscas no lo encuentras; como te han enseñado, el mundo no se mueve con balas".
Se mueve con favores, archivos interesantes y sobre todo —haciendo una pausa— el silencio sepulcral.
El joven dudó. Tocó su revólver, miró luego el mapa, luego a ella.
Dudando: —"¿Y si digo que no?"
Como mujer astuta y animal en acecho.
Ella se acercó y acarició su mejilla con una mano fría como el mármol.
—Entonces, tu historia terminará antes del amanecer.
Como la de tu padre. Y como la de tantos otros, que no entendieron que el poder, ya no se enfrenta a los tiros, se hereda. —Con voz firme y sin titubear. —Y creo que sabes que tengo las llaves de ese mundo que tanto deseas. Siendo tu único recurso valioso.
Él, aunque renuente, después de haberla escuchado nombrar a su padre. Apretando su mandíbula.
Decide que no hay vuelta atrás.
Debía recopilar y ganarse la confianza de la mujer.
Confiaba en su instinto, que hasta el día de hoy lo mantuvo vivo. Debía dejar claro que estaba dispuesto a jugar. Sin dejar una duda razonable.
Ella sabe que él solo tiene la intención de ganar su favor. Lo dejaría, que se confíe.
Obviamente, no le daría detalles importantes.
Y en algunos de ellos, había algún anzuelo.
Sabiendo que, al principio, trataría de hacer el trabajo con perfección. Así, ella podría confiar en él.
Pero los años le han demostrado que no todo sale a la luz en un instante.
Con paciencia y astucia, él quedaría atrapado dentro de la red invisible.
Solo era cuestión de tiempo y eso era lo que más tenía, gracias a los años de experiencia.
Malgastar su valioso tiempo sin obtener lo que tanto anhelaba. Sería una pena, pero él tenía algo que los demás carecían.
Solo con paciencia lograría que él no se diera cuenta.
Tenía la necesidad y el motivo para apostar.
Que era el indicado.
Con quien ahora debía luchar era con el mismo.
Ella sale del lugar y él la sigue.
Toma la decisión de tomar asiento en el sillón colonial, como la noche anterior, y toca una campanilla.
El silencio los vuelve a envolver.
Mientras esperan la llegada de quien ella llamó. Dándole permiso para que él tomara asiento en el sillón, frente a ella.
Los dos se encuentran, midiendo la mirada del otro. Cómo batallando, quien tenía el poder.
Cuando un golpe en la puerta llama su atención.
En la mansión, cada habitación de la casa tiene una entrada de servicio. Que antiguamente era usada como escape seguro.
La mujer, con voz demandante: —Adelante.
Al abrir, la puerta se puede ver entrar a una mujer, de unos cuarenta y tantos años.
—Señora, ¿necesita algo?
—Sí, por favor, puedes alcanzarme lo que te di esta mañana.
Y pide que nos traigan un café.
Esto sorprende al joven. Estaba siendo todo muy vertiginosamente rápido. No podía entender qué era lo que ella trataba de hacer.
La mujer se retira y el silencio desciende otra vez, como una carga.
Con mucha tranquilidad, ella nota la incomodidad del muchacho.
—Te estás arrepintiendo de jugar.
Él se enderezó y con confianza, —No, señora.
Yo estoy dispuesto a jugar hasta las últimas consecuencias. Solo espero que sea un juego limpio.
Ella solo lo mira, dándole una leve sonrisa.
—Yo solo juego con quien aprende a jugar.
—Con tranquilidad inusual —y obtendrás todo, mi apoyo.
Mirándolo a los ojos.
Solo hay una condición. —remarcando, con firmeza— La traición es algo que no está en las reglas del juego. Y todos nos cubrimos las espaldas.
En este mundo solo se confía en uno mismo, porque hasta las sombras. Nos suele traicionar.
Al terminar de decir esto, se vuelve a escuchar el golpe en la puerta.
Esta vez, no solo entra la anterior mujer, sino una sirvienta con una bandeja con las tazas, la cafetera, la azucarera y unas servilletas de lino.
Esta pide permiso para apoyar todo y servir.
Ella asiente con su cabeza, mientras la otra mujer le hace entrega de un sobre lacrado.
Una vez que las dos terminan su labor, se retiran.
Veo que, con elegancia, toma la taza recién servida y toma un sorbo.
Yo, en cambio, tomo la cucharita y me sirvo una cucharada de azúcar.
Veo como ella frunce el ceño, como señal de desagrado.
A lo cual le restó importancia. Una vez que doy unas vueltas con la cuchara, dejo está en el plato y procedo a beber de este.
El sabor era un tanto intenso, aun teniendo azúcar. Me seguía, pareciendo amargo y muy fuerte.
Al ver mi cara, la escuchó preguntar.
—Es muy fuerte para usted. Si fuera así, estaría desperdiciando un café de excelente calidad.
Trató de disimular mi disgusto. Cambiando de tema.
—Me puede sacar una duda. —¿Qué contiene el sobre? —era algo que me tenía intrigado.
Ella toma el sobre y me lo entrega.
Lo tomó entre sus manos. Y cuánto estaba a punto de abrirlo. Escucho que, con una voz determinante, sale de su boca.
—No, debes llevarlo y lo leerás detenidamente.
Veo cómo termina su café, se levanta del asiento y se retira. No, dándome tiempo para levantarme por respeto.
En verdad, esta mujer goza dejándome solo como un perro, sin dar explicaciones.
Y el mayordomo me muestra la salida.
Regreso al hotel, con la curiosidad y toda la carga de haber visto detalles que jamás pensé ver.
Continuará.
Gracias 😊 querida escritora @Λlι Cαя∂ιηαlι✨ ♥️ por actualizar 😌 sigamos apoyando con me gusta publicidad comentarios y regalos ☺️🌻
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