En un barrio marginado de la ciudad, Valentina, una chica de 17 años con una vida marcada por la pobreza y la lucha, sueña con un futuro mejor. Su vida cambia drásticamente cuando conoce a Alejandro, un ingeniero de 47 años que, a pesar de su éxito profesional, lleva una vida solitaria y atormentada por el pasado. La atracción entre ellos es innegable, y aunque saben que su amor es imposible, se sumergen en una relación secreta llena de pasión y ternura. ¿como terminara esta historia?
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Capítulo 6: El Viento de Cambio
La semana siguiente transcurrió entre reuniones comunitarias, discusiones animadas y el continuo esfuerzo de Valentina y Alejandro por mantener vivo el proyecto de la fábrica. La comunidad estaba comenzando a unirse, y cada día se sumaban más vecinos a la causa. Sin embargo, a pesar de la creciente esperanza, Valentina no podía ignorar la inquietud que veía en los ojos de Alejandro.
La reunión más importante se programó para el viernes, donde se presentarían ante el supervisor y otros miembros del consejo de la ciudad para defender el proyecto. Valentina estaba nerviosa, pero la determinación de Alejandro la motivaba. Esa mañana, decidió que no podía permitir que sus propios miedos se interpusieran en lo que habían construido juntos.
“¿Estás listo para hoy?” le preguntó Valentina mientras se preparaban en la fábrica.
“Intento convencerme de que sí,” respondió Alejandro, sonriendo, aunque sus ojos traicionaban su ansiedad. “La comunidad ha estado increíble. Su apoyo me da esperanzas, pero… el supervisor es un obstáculo difícil.”
“No te preocupes. Tenemos a todos a nuestro lado. Si creemos en esto, ellos también lo harán,” dijo ella, tratando de infundirle confianza.
El sol brillaba intensamente cuando llegaron a la reunión. La sala del consejo estaba llena de gente; vecinos, trabajadores, y algunos líderes comunitarios se habían reunido para mostrar su apoyo. Valentina sintió un hormigueo en el estómago al ver la cantidad de personas que estaban dispuestas a luchar por el sueño que habían compartido con Alejandro.
“¿Estás listo?” le preguntó Valentina, apretando su mano antes de entrar.
“Sí,” respondió él, aunque la duda seguía en su mirada.
La reunión comenzó, y el supervisor se sentó en el extremo de la mesa, observando a los presentes con una expresión de desdén. Cuando llegó el momento de hablar, Alejandro se levantó y se dirigió al grupo. Su voz, al principio titubeante, fue ganando fuerza a medida que hablaba sobre la importancia del proyecto.
“Lo que estamos intentando hacer no es solo rehabilitar un edificio; es dar vida a nuestra comunidad, crear un espacio donde todos podamos reunirnos, aprender y crecer juntos. No estamos pidiendo mucho, solo una oportunidad para demostrar que este lugar puede ser un faro de esperanza para todos,” expuso Alejandro, sus ojos buscando los de Valentina entre la multitud.
Los murmullos de aprobación comenzaron a surgir entre los presentes. Valentina sentía que el apoyo se transformaba en energía palpable, algo que podía tocar. Pero el supervisor no parecía impresionado.
“Con todo respeto, estoy seguro de que sus intenciones son nobles,” comenzó el supervisor, con una voz fría y calculadora. “Sin embargo, esto es una cuestión de finanzas. ¿Cómo piensan sostener este proyecto? Sin un plan sólido, no podemos arriesgarnos a perder recursos.”
Valentina sintió que su corazón se hundía. Era cierto, pero estaban luchando por algo más grande que el dinero. Sin embargo, Alejandro no se dejó desanimar. “Podemos organizar eventos comunitarios, talleres, incluso cursos. Hay muchas formas de generar ingresos y al mismo tiempo mantener el espíritu de la comunidad.”
“¿Y qué pasará si no logra recaudar el dinero que espera? ¿Qué sucederá con la inversión que se ha hecho?” cuestionó el supervisor, su tono cortante.
Valentina se levantó, sintiéndose impulsada a intervenir. “Podemos hacer esto. He visto el compromiso de la comunidad, su deseo de ayudar y contribuir. Esta fábrica puede ser un lugar de cambio, y todos estamos dispuestos a trabajar por ello. La comunidad quiere invertir su tiempo y esfuerzo en este proyecto, no solo su dinero.”
La sala se llenó de murmullos de apoyo, y Valentina se sintió más segura. “Si todos nosotros luchamos por esto, no habrá manera de que fracase. Necesitamos que nos den una oportunidad para demostrarlo,” continuó, buscando el apoyo de los asistentes con la mirada.
Finalmente, Alejandro se unió a ella. “Valentina tiene razón. Si unimos fuerzas, podemos hacer esto posible. No estamos solo aquí para pedir, estamos aquí para ofrecer algo valioso a nuestra comunidad. No dejemos que el miedo al fracaso nos detenga. Al contrario, dejemos que el amor y la solidaridad nos impulsen hacia adelante.”
El supervisor se quedó en silencio, aparentemente evaluando la situación. La presión en la sala era palpable, y Valentina sintió que la esperanza estaba al alcance de la mano.
Después de un largo momento, el supervisor finalmente habló. “Escucharé sus propuestas. Voy a darles una oportunidad para presentar un plan más detallado en la próxima reunión. Pero tengan en cuenta que esto será un compromiso a largo plazo. Si no cumplen con sus promesas, no habrá más oportunidades.”
Valentina sintió una oleada de alivio y alegría. Se miraron, y en sus ojos había una chispa de esperanza. La comunidad había hecho su parte, pero ahora dependía de ellos para demostrar que podían llevar este proyecto a la vida.
La reunión terminó, y mientras todos se dispersaban, Valentina y Alejandro se quedaron un momento en la sala, sintiendo la energía que había surgido en el aire. “Lo hicimos,” dijo Valentina, sonriendo.
“Sí, y todo gracias a ti,” respondió Alejandro, tomando su mano. “Tu valentía me inspira.”
La conexión entre ellos se sentía más fuerte que nunca, y Valentina supo que juntos podían enfrentar cualquier desafío. Pero a medida que salían de la sala, no pudo evitar pensar en las palabras del supervisor: “Si no cumplen con sus promesas, no habrá más oportunidades.” Esa advertencia resonaba en su mente, y sabía que el camino hacia adelante no sería fácil.
Esa noche, mientras regresaban a casa, Valentina miró las estrellas que brillaban en el cielo. Había una belleza en la incertidumbre, pero también un profundo sentido de responsabilidad. Ella y Alejandro habían dado un paso importante, pero la lucha por la comunidad y su relación estaba lejos de terminar. La tormenta del pasado aún acechaba, y Valentina se preguntaba si estarían preparados para enfrentar los vientos que se avecinaban.