Alejandro es un exitoso empresario que tiene un concepto erróneo sobre las mujeres. Para él cuánto más discreta se vean, mejores mujeres son.
Isabella, es una joven que ha sufrido una gran pérdida, que a pesar de todo seguirá adelante. También es todo lo que Alejandro detesta. Indefectiblemente sus caminos se cruzarán, y el caos va a desatarse entre ellos.
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Una tragedia anunciada
A partir de ese día, Isabella y Ana hicieron todo lo posible para ocultar su tristeza y el inevitable desenlace a Ian. Cada día, a pesar del dolor, se enfocaban en crear recuerdos felices y momentos especiales para él. Ian nunca sospechó la gravedad de la situación, pues su madre y hermana se esforzaron en mantener un ambiente de amor y alegría.
Isabella habló con su jefe y le explicó la situación extrema. Recibió un permiso para ausentarse del trabajo y pasó cada momento posible al lado de Ana e Ian. Cocinaban juntos, jugaban en el jardín y veían sus películas favoritas. Ana, a pesar de su deterioro, se llenaba de energía al ver a Ian tan feliz.
Pasaron casi un mes así, pero la salud de Ana se deterioraba día a día. Su semblante se volvía más pálido, sus fuerzas menguaban, y cada movimiento parecía requerir un esfuerzo monumental. Aun así, se mantenía firme por Ian, sonriendo y riendo con él cada día.
Una noche, Ana sufrió una crisis respiratoria. Isabella la encontró en su habitación, luchando por respirar. El miedo y la desesperación se apoderaron de ella, pero trató de mantenerse calmada por su madre.
-¡Mamá, aguanta! Vamos a llevarte al hospital- dijo Isabella mientras llamaba a una ambulancia.
Ian, que se despertó con el alboroto, apareció en la puerta con los ojos llenos de sueño y preocupación.
-¿Qué pasa, Isa? ¿Mamá está bien?- preguntó con evidente preocupación en su voz.
Isabella trató de mantener la calma en su voz.
-Escucha, cariño. Mamá necesita ir al hospital. Luisa vendrá a cuidarte mientras yo la llevo- le explicó.
El niño asintió, aunque claramente estaba asustado. Unos minutos después, Luisa, su amable vecina, llegó apresuradamente. Isabella le dio unas rápidas instrucciones y, con un último abrazo a su hermano, se apresuró a llevar a Ana al hospital.
El viaje en la ambulancia fue un borrón de luces y sirenas. Isabella no soltaba la mano de su madre, susurrándole palabras de aliento.
-Mamá, aguanta un poco más- sollozó- te prometo que todo estará bien.
Ana asintió débilmente, pero no tenía la fuerza para responder. Cuando llegaron al hospital, los médicos se hicieron cargo de inmediato, llevándola a una sala de emergencias. Isabella fue llevada a una sala de espera, donde el tiempo parecía detenerse. Cada minuto se sentía como una eternidad.
Finalmente, el médico tratante de Ana, el mismo que había dado el diagnóstico hace un mes, salió de la habitación. Tenía un semblante serio y nostálgico. Isabella se levantó de un salto, su corazón latiendo con fuerza.
-¿Cómo está mi madre, doctor?- preguntó, sintiendo temor por la respuesta.
El médico la miró con profunda tristeza.
-Lo siento mucho, señorita López. Hicimos todo lo posible, pero su madre no resistió la crisis. Ha fallecido.
Las palabras del médico cayeron sobre Isabella como un mazazo. Sintió que el suelo se abría bajo sus pies, que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin control.
-No... no puede ser...-susurró, su voz quebrándose- No puede ser...
El médico la sostuvo por los hombros, tratando de consolarla.
-Lo siento mucho. Su madre fue una mujer increíblemente fuerte. Hizo todo lo posible para estar con ustedes el mayor tiempo posible.
Isabella asintió débilmente, sin poder procesar del todo la noticia. Se sentía abrumada por una mezcla de dolor, tristeza y vacío. Sabía que debía ser fuerte por Ian, pero en ese momento, se sentía completamente rota.
-¿Puedo verla?- preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.
El médico asintió.
-Sí, claro. Sígame.
Isabella siguió al médico por el pasillo hasta la habitación donde yacía su madre. Al entrar, la vio acostada en la cama, con una expresión de paz en su rostro. Parecía estar dormida, pero Isabella sabía que nunca volvería a despertar. Se acercó lentamente, sus lágrimas cayendo libremente.
-Mamá...-susurró, tomando la mano de Ana entre las suyas- Te quiero tanto. Te prometo que cuidaré de Ian. Haré todo lo que me pediste.
Se quedó allí durante un tiempo, abrazando a su madre, llorando en silencio. Finalmente, el dolor se hizo demasiado intenso y tuvo que salir de la habitación. Se apoyó contra la pared del pasillo, tratando de recuperar el aliento.
El médico se acercó de nuevo, con una expresión comprensiva.
-¿Hay algo que pueda hacer por usted?-preguntó suavemente.
Isabella negó con la cabeza.
-Solo... solo necesito un momento.
El médico asintió y se alejó, dándole espacio. Isabella se quedó allí, luchando por recomponerse. Sabía que debía ser fuerte por Ian, pero en ese momento, se sentía completamente desolada.
Después de unos minutos, se levantó y se dirigió a la recepción del hospital para hacer los arreglos necesarios. Todo pasó en un borrón, las palabras y los formularios se mezclaban en su mente. Finalmente, pudo regresar a casa.
Al entrar, Luisa la recibió con una expresión preocupada.
-¿Cómo está Ana?- preguntó la mujer, aunque la expresión en el rostro de Isabella le dio la respuesta.
Isabella negó con la cabeza, las lágrimas volviendo a brotar.
-Mamá... mamá se ha ido.
Luisa la abrazó con fuerza, ofreciendo consuelo en ese momento de desesperación.
-Lo siento mucho, Isabella. Ana era una mujer maravillosa. Si necesitas cualquier cosa, estoy aquí para ayudarte.
Isabella asintió, agradecida por el apoyo. Luego se dirigió a la habitación de Ian. Lo encontró dormido, con su muñeco de acción aún en sus manos. Se sentó en la cama y lo observó, sintiendo su corazón llenándose de amor y tristeza.
-Le prometí que cuidaría de ti, Ian. Y lo haré.- susurró, acariciando suavemente su cabello.
A la mañana siguiente, el pequeño se despertó y encontró a Isabella a su lado.
-Isa, ¿cómo está mamá?- preguntó con inocencia, frotándose los ojos.
Isabella sintió que el corazón se le rompía de nuevo, pero sabía que debía ser fuerte.
-Ian, mamá... mamá ya no está con nosotros. Se ha ido al cielo.
Ian la miró con confusión, sin entender del todo.
-¿Al cielo? ¿Qué significa eso?
Isabella trató de explicar de la manera más suave posible.
-Significa que mamá ha fallecido. Ya no está con nosotros, pero siempre estará en nuestros corazones. Nos cuidará desde el cielo.
Ian comenzó a llorar, abrazándose a su hermana.
-No quiero que mamá se vaya. La quiero aquí.
Isabella lo abrazó con fuerza, tratando de consolarlo.
-Lo sé, cariño. Yo también la quiero aquí. Pero debemos ser fuertes. Mamá querría que fuéramos felices y cuidáramos el uno del otro.
Pasaron el día juntos, consolándose mutuamente. Isabella hizo los arreglos para el funeral, mientras trataba de mantener la normalidad para Ian. En los días siguientes, la casa se llenó de amigos y familiares que vinieron a ofrecer sus condolencias. El niño no entendía del todo lo que estaba pasando, pero se aferraba a Isabella, buscando consuelo y seguridad.
El día del funeral llegó, e Isabella se encontró rodeada de personas que amaban a su madre. Habló con todos, agradeciendo sus palabras y su apoyo, pero su mente estaba en otro lugar. Al final de la ceremonia, se acercó a la tumba de su madre con Ian a su lado.
-Te prometo, mamá, que cuidaremos de nosotros. Te echaremos de menos cada día, pero viviremos de manera que te sentirías orgullosa- dijo Isabella, colocando una flor sobre la tumba.
Ian, con lágrimas en los ojos, añadió:
-Te quiero, mamá. Siempre te recordaré.
Juntos, se alejaron de la tumba, sabiendo que enfrentaban un futuro incierto, pero decididos a honrar la memoria de Ana. La promesa de Isabella de cuidar de Ian y encontrar la felicidad les guiaría en los días difíciles que vendrían. Y aunque el dolor siempre estaría presente, también lo estaría el amor y la fuerza que Ana les había dejado.