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El Oráculo De La Bruja: El Despertar Del Nexus

El Oráculo De La Bruja: El Despertar Del Nexus

Status: En proceso
Genre:Magia / Demonios / Brujas / Fantasía épica
Popularitas:2.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Kevin J. Rivera S.

En un mundo que olvidó la era dorada de la magia, Synera, el último vestigio de la voluntad de la Suprema Aetherion, despierta tras siglos de exilio, atrapada entre la nostalgia de lo que fue y el peso de un propósito que ya no comprende. Sin alma propia pero con un fragmento de la conciencia más poderosa de Veydrath, su existencia es una promesa incumplida y una amenaza latente.

En su camino encuentra a Kenja, un joven ingenuo, reencarnación del Caos, portador inconsciente del destino de la magia. Unidos por fuerzas que trascienden el tiempo, deberán enfrentar traiciones antiguas, fuerzas demoníacas y secretos sellados en los pliegues del Nexus.

¿Podrá una sombra encontrar su humanidad y un alma errante su propósito antes de que el equilibrio se quiebre para siempre?

"No soy humana. No soy bruja. No soy demonio. Soy lo que queda cuando el mundo olvida quién eras."

NovelToon tiene autorización de Kevin J. Rivera S. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO XX: Cuando la Aurora Cae

— Vaelor —

El viento soplaba suavemente, acariciando las hojas de los árboles que rodeaban la aldea. El aire fresco, cargado de la fragancia de la tierra, se mezclaba con la luz dorada del sol que comenzaba a inclinarse hacia el horizonte. Todo parecía tranquilo, casi como si el tiempo mismo se hubiera detenido en este rincón apartado del mundo.

La aldea de Valara no era un lugar grande. Con sus casas de madera, tejados de paja y huertos que se extendían hasta donde la vista alcanzaba, se sentía como una burbuja aislada del bullicio del reino de Thérenval. Aquí no había prisa, no había ruido. Solo el sonido de las herramientas de labranza y las risas lejanas de los niños, que jugaban cerca de los campos. La gente vivía del fruto de la tierra, cultivando su comida con manos callosas y corazones agradecidos.

Desde que llegué, nada había cambiado. En el fondo, me sentía un extraño, pero al mismo tiempo, parte de este lugar. Ninguno de ellos conocía mi historia, mi verdadero nombre, ni lo que fui antes de llegar aquí.

—Vaelor, ¿necesitas ayuda con la cosecha? —preguntó Tessa, su voz suave y cálida, interrumpiendo mis pensamientos. La joven, con los ojos claros y el cabello recogido en una coleta, siempre tan amable.

—Estoy bien, Tessa. Gracias, pero hay algo que necesito hacer —respondí sin mirarla, mientras apartaba unas ramas secas del camino.

Un par de pasos más allá, un niño se acercó corriendo, los ojos brillando de curiosidad.

—¿Es cierto que tú venciste a los demonios, Vaelor? —preguntó, la emoción evidente en su voz.

—Eso no importa —respondí, con una sonrisa que me supo amarga—. Lo único importante es que ahora están a salvo.

El niño asintió rápidamente, sin insistir, y se alejó corriendo hacia sus amigos. El silencio volvió a envolver la aldea, pero una sensación inquietante se apoderó de mí. Algo no estaba bien. Aunque todo parecía tranquilo, sentía que los ecos de mi pasado no se desvanecerían tan fácilmente.

Mi vida aquí, como protector de este lugar, era solo un intento de redención, una forma de olvidar las sombras de mi pasado, aquel tiempo oscuro en el que fui parte de los cazadores Éclyon. ¿Quién soy ahora? ¿Un guerrero? ¿Un hombre común? Las cicatrices en mi cuerpo me recordaban que las respuestas no eran tan simples.

La aldea nunca supo la verdad sobre lo que dejé atrás en Decathis. Los cazadores Éclyon éramos jóvenes prodigios entrenados para manipular la energía elemental. No éramos magos, pero teníamos el poder. La magia fluía a través de nuestros artefactos, y nuestras habilidades nos hacían casi imparables. Pero yo ya no era uno de ellos. Ya no era ese hombre entrenado para matar. Ya no era un esclavo del reino.

—Vaelor, ¿seguro que no necesitas ayuda con el entrenamiento? —dijo Aldrik, el herrero, interrumpiendo mis pensamientos mientras se acercaba, siempre tan curioso sobre mis prácticas.

—Hoy no. No es el momento —respondí, guardando mi espada con calma. Su hoja negra siempre había sido parte de mí, pero ahora no quería recordar las veces que su filo había cortado vidas. No en este lugar.

Aldrik entrecerró los ojos, como si quisiera preguntar algo más, pero al final se limitó a asentir, sabiendo que mis palabras eran lo único que necesitaba escuchar.

Me alejé hacia el borde del campo, donde los árboles se espesaban y el sol comenzaba a esconderse tras las montañas lejanas. Un susurro en el aire me hizo detenerme. Un leve temblor, una sensación extraña que provenía de más allá de los límites de la aldea. Algo estaba por venir, y no podía evitarlo. Intenté ignorarlo, pero la oscuridad de mi pasado comenzaba a alcanzarme de nuevo.

Porque la paz que tanto anhelaba nunca era eterna. Y los demonios que había derrotado, los recuerdos que había enterrado estaban más cerca de lo que pensaba.

—Todo tiene un precio —susurré para mí mismo, mientras el viento se volvía más frío.

Mis pasos me llevaron sin rumbo claro, arrastrado por pensamientos que pesaban más que el acero. Al final del sendero, alcancé una pendiente desde donde se dominaba toda la aldea. Valara yacía tranquila, abrazada por el silencio de la noche. Las luces tenues de los hogares parpadeaban como luciérnagas bajo un cielo vestido con auroras danzantes. Por un momento, creí haber hallado paz en este rincón del mundo. Solo por un momento.

Entonces, el aire se tornó más frío.

Un susurro leve, como un suspiro de hojas negras, flotó en el viento. Pétalos de rosas translúcidos, de un negro brillante y etéreo, comenzaron a girar a mi alrededor. Surgiendo de entre ellos, como esculpida en niebla, apareció una figura femenina. Era hermosa, de una belleza imposible, como si no perteneciera del todo a este plano. Su túnica ceremonial —blanca, adornada con detalles dorados y oscuros— se ceñía a su cuerpo con una elegancia inquietante. Llevaba tacones altos, y cada paso suyo hacía eco en el suelo rocoso como si el mundo quisiera prestarle atención.

Me puse en guardia. Mi mano ya rozaba la empuñadura de la katana.

—No hace falta que desenfundes esa vieja hoja —dijo la mujer, su voz tan suave como el terciopelo, pero con un peso extraño, como si escondiera algo más—. No estoy aquí para herirte.

—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? —pregunté, sin aflojar mi agarre.

—¿Mi nombre? No es importante. Lo que importa es que necesito tu ayuda —respondió con una sonrisa que no tocaba sus ojos.

—¿Ayuda? ¿De mí? Solo soy un hombre que cultiva la tierra —dije con recelo.

—Oh, no seas modesto, Vaelor —susurró ella, acercándose un paso más, dejando que los pétalos aún flotaran a su alrededor—. Sé quién eres. Todos hemos escuchado historias... El protector de Valara, el cazador de demonios que abandonó su espada. Pero aún la llevas contigo, ¿verdad?

No respondí.

—Soy Eirenys, sacerdotisa del santuario del norte, sirviente de la corte de Antheris. Nuestro palacio está en peligro. Un demonio ha empezado a acecharnos cada noche... y no tenemos a nadie que pueda detenerlo —dijo, y entonces se arrodilló ante mí, sus manos juntas en súplica.

—Yo ya no me dedico a eso —dije con frialdad—. Lo siento. No puedo ayudarte.

—Le suplico, joven Vaelor —insistió, alzando la vista con ojos húmedos que parecían ensayados—. Lo recompensaremos bien. Oro, provisiones... Su gente ha sufrido este invierno, ¿no? No pido mucho. Solo una noche. Solo su presencia.

Vacilé. Sus palabras me presionaban, pero más aún la imagen de los niños de la aldea, famélicos tras la última helada.

—No lo haré por usted —dije al fin, con voz grave—. Lo haré por Valara. Solo esta noche.

—Es usted noble, joven Vaelor —murmuró ella, poniéndose de pie lentamente, su sonrisa más amplia, pero igual de vacía—. No se arrepentirá.

—Debo regresar a la aldea. Avisar que me ausentaré... asegurarme de que estén bien —dije, girándome.

—No es necesario —interrumpió, casi con demasiada prisa—. El tiempo corre, y mi gente lo necesita. Pero no tema. Yo me quedaré aquí, protegeré su hogar. Aunque sea una simple sacerdotisa, sé crear campos de energía poderosos. No permitiré que nada les ocurra.

Su tono era tan convincente, tan calmado, que por un instante quise creerle. Pero algo en su mirada... algo no encajaba.

—Está bien. Confío en su palabra —mentí. Luego añadí—: Ve a la aldea. Explícales lo que ocurre. Son buena gente, te escucharán.

Eirenys asintió. Luego estiró sus manos con un gesto ceremonioso. Los pétalos oscuros volvieron a rodearme, más densos esta vez. Una sensación de vértigo me atrapó por completo... y al siguiente parpadeo, estaba frente a los muros de un palacio cubierto por una niebla espesa.

La noche se sentía más fría aquí. Más densa.

Y mientras mis pasos crujían sobre la tierra húmeda, no pude evitar pensar:

Mentía. Lo supe desde que apareció... pero ya era demasiado tarde.

El veneno en el aire era lo primero que sentí.

Estaba desorientado, aún aturdido por el viaje de pétalos negros, y esa sensación espesa en el pecho no era sólo inquietud. Era presentimiento. Algo en mi interior me gritaba que me diera la vuelta, que corriera. Pero quise creer. Quise pensar que no todo había sido mentira… que ella no me había traicionado.

Me acerqué al palacio a través de la niebla, cada paso pesado, cada susurro del viento como una voz burlona.

Y entonces lo vi.

La gran puerta de mármol estaba abierta de par en par, y al cruzarla… el horror me cortó la respiración. Di un paso al frente entre la bruma, el aire estaba envenenado y, de inmediato, me cubrí el rostro con la máscara antigás que siempre llevo conmigo. Desenfundé mi katana; su filo emitió un leve crujido metálico al salir de la funda. Avancé entre los restos de un templo caído en desgracia.

Cadáveres por doquier. Soldados, sirvientes, mujeres. Todos sin rostros, el pecho abierto… como si algo hubiera arrancado sus corazones con una precisión monstruosa. Las paredes estaban cubiertas de marcas infernales, y la sangre aún goteaba del techo en algunos rincones. No había gritos. Solo el silencio inmenso de la muerte.

—Eirenys… —murmuré con los dientes apretados—. Maldita seas…

Me giré y corrí.

Solo pensaba en una cosa: la aldea.

Con un salto, me impulsé por los riscos hasta alcanzar una altura desde donde pudiera ver. La aurora aún danzaba, pero… algo no cuadraba. El cielo, teñido de un rojo intenso, ardía. Un resplandor naranja se elevaba más allá de las montañas. Fuego.

—¡No...! —susurré. Y luego, como un animal liberado, me lancé por las ramas, corriendo con toda la velocidad que mi cuerpo podía soportar.

El viento me hería los ojos. Las sombras parecían cerrarse tras de mí.

Y cuando llegué... fue peor de lo que imaginé.

La aldea de Valara era ceniza. Las casas estaban devoradas por las llamas. Cadáveres calcinados yacían en las calles. Niños. Mujeres. Ancianos. Todo lo que había defendido alguna vez… hecho polvo.

Me arrodillé en la tierra ennegrecida. Los gritos salieron de mí como una tormenta contenida demasiado tiempo.

—¡NOOOO! ¡¡ESTO ES MI CULPA!! ¡¿POR QUÉ?! —golpeaba el suelo con los puños, la rabia y la desesperación mezcladas en un dolor insoportable—. ¡¡MALDITA SEA, ¿POR QUÉ CONFIÉ EN ELLA?! —seguí rasgando la tierra hasta que mis manos sangraron. El olor a carne quemada, a humo y muerte, era insoportable.

Y entre las llamas… la vi.

Eirenys.

Emergía del fuego tambaleante, su silueta manchada de hollín, con una herida abierta en el abdomen. Su rostro aún mostraba esa compasión que me hacía dudar, esa falsedad dulce que confundía al alma.

Sin pensar, con todo el odio que me quedaba, le atravesé el pecho con mi katana.

Pero no gritó.

Solo cayó… en mis brazos.

—Pe-perdóname… joven Vaelor… —susurró con la voz hecha ceniza—. No… no pude protegerlos… fue una trampa… una trampa de esa bruja…

—¿Qué…? ¿Qué estás diciendo? ¿Qué bruja? —le dije, atónito, sosteniéndola mientras la sangre manchaba mi pecho.

—Synera… dijo que se llamaba Synera… La gran bruja. Fue ella… mandó al demonio… nos usó… me usó… —tosió, sangre se escapó de sus labios—. Yo… solo quería… redimirme…

—¡No… no, no! ¿Quién es Synera? ¿Por qué hiciste esto? ¡¿Por qué me mentiste?! —grité, lágrimas ardiendo en mis ojos.

Ella solo sonrió. Esa maldita sonrisa suave. Me acarició la mejilla por última vez.

—Fuiste… lo único que no fingí —susurró.

Y se apagó. Su cuerpo se transformó en pétalos de rosas negras que se esparcieron con el viento, desvaneciéndose como si nunca hubiera existido.

Mi grito atravesó la noche.

—¡¡AAAAAAAAAAAHHHHHH!! ¡¡AAAAAAH!!

Una figura apareció entre las ruinas.

A través del humo y las brasas, vi una silueta alta, con un sombrero ancho y un vestido que ondeaba en la brisa ardiente. Un cabello blanco, largo, relucía por un segundo entre las sombras. Mi corazón se estremeció.

Ella.

Salté, mi katana envuelta en energía elemental, rugiendo de furia. Caí con fuerza, cortando el aire y el suelo. Pero no había nada. Solo cenizas.

—¡¡SAL DE TU ESCONDITE!! —grité, girando frenéticamente. Pero no había nadie. Solo el eco de mi fracaso.

Mis piernas cedieron. Caí de rodillas. Todo lo que amaba… destruido. Y fue por mí. Por dudar. Por confiar.

—No… pude protegerlos… —susurré.

Llovió.

Como si el cielo mismo llorara. Como si los dioses se lamentaran conmigo.

Las llamas se extinguían poco a poco, ahogadas bajo el peso de las nubes.

Pero dentro de mí… todo ardía.

El viento sopló, trayendo consigo el eco de una risa lejana, burlona, suave…

un susurro entre relámpagos, como una promesa maldita:

esto apenas comenzaba.

Me quedé de pie entre la lluvia y las cenizas, con el cuerpo inmóvil y el alma hecha trizas.

El dolor se volvió hierro fundido, y cada gota que caía sobre mi piel era un recuerdo que sangraba.

Cada trueno, una maldición.

Y dentro de mí… algo se quebró y se volvió filo.

—Juro que te encontraré, Synera —murmuré, la voz rota, pero firme—.

Y juro por cada alma inocente… que te haré pagar.

Las últimas brasas murieron con un suspiro rojo.

El amanecer asomó tímido entre las nubes,

pero no trajo luz.

Trajo la promesa de guerra.

Mientras Vaelor jura venganza…

—Eirenys—

(Sobre el cielo nocturno, más allá del ojo de los dioses, vuelo envuelta en la gracia de mis pétalos encantados. La luna me acompaña, fiel y muda, reflejando el blanco frío de mi rostro. El mundo arde abajo… pero yo solo veo posibilidades.)

—Qué fáciles de quebrar son los humanos…

Una aldea basta para romperlos. Un susurro basta para guiar sus decisiones.

Todo ha salido a la perfección.

(Mis palabras se diluyen en la bruma que rodea mi vuelo, pero son reales. Son afiladas. Son verdad.)

—Veamos de qué estás hecho, cazador Éclyon…

(Una pausa, una sonrisa que no llega a mis ojos.

Mi voz, casi un pensamiento, como si el viento mismo la hubiera creado.)

—El control elemental…

es la única grieta en la piel de una bruja.

(Y tú, Vaelor… tan noble, tan roto…

tan manipulable.)

—Eres más útil quebrado que cuerdo.

(Un juego de piezas. Un tablero donde nadie ve mis dedos.

Y mientras lloras sobre las cenizas, yo ya he movido la siguiente ficha.)

—Es hora de mantener ocupada a Synera…

(La herida que aún no has visto abrirse…)

…y de observarla junto con ese muchacho, Kenja.

(La voz se desliza suave, como veneno en el agua bendita.

La luna me observa, pero no interviene.

Ella también sabe que las profecías no se cumplen solas… se provocan.)

—La profecía… ya ha elegido su momento.

Un nuevo inicio…

un final cuidadosamente disfrazado.

(Mis pétalos giran en el aire como cuchillas de seda.

Y yo…

ya no camino entre los jugadores.

Yo soy la jugada.)

1
Beatriz Narváez campo
con quién comenzará esta nueva vida synera...al menos no estará sola!!
Beatriz Narváez campo: eso está muy bien!! entre más entretenida mejor se disfruta la lectura!!
Kenja: Y cada capítulo es mejor que el anterior🤭🤭
total 2 replies
Beatriz Narváez campo
muy interesante historia!!
Leidys Quintero
Es muy emocionante esta historia, cada vez se pone mejor.
Leidys Quintero
Esta genial la historia, necesito leer mas, cada vez se pone mejor.
Paola Rivera
Muy buen trabajo hermano, sigue así.
Mikoru987
increible !!
Đông đã về
¡Escribe más, por favor!
Kenja: Hola, saludos. Por supuesto. Estaré subiendo capítulos todos los días. Pronto estará disponible el capítulo V. /Heart/
total 1 replies
Maito
Mas capitulos escritora!
Kenja: Hola, gracias por tu comentario. Espero estes disfrutando mi Obra tanto como yo al escribirla, estare subiendo capitulos nuevos todos los dìas. saludos...
total 1 replies
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