Ashley Larson, una joven estadounidense que, sin saberlo, se convierte en el peón de un cruel juego de venganza orquestado por Andreas Kostas Papadopoulos, un empresario griego consumido por la obsesión y el rencor. Después de la trágica muerte de Anabel, la hermana mayor de Ashley y el amor perdido de Andreas, él trama un plan diabólico para hacerle pagar, seduciendo y casándose con Ashley, quien guarda un asombroso parecido con Anabel.
Después de medio año de matrimonio Ashley sufre un "accidente", que la hace perder su embarazo y su pierna. Lo que sumerge a Ashley en una depresión y un descenso terrible, pero después de tocar fondo solo puede subir y ella lo lograra a lo grande. Y va a vengarse del hombre que la arruino la vida.
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Capítulo 5
William llegó al aeropuerto de Santorini, sus ojos escaneando la multitud que salía del área de llegadas. Entre la marea de rostros, reconoció a Ashley de inmediato. Su parecido con Anabel era asombroso: la misma estructura ósea, aunque Ashley llevaba su tristeza como un velo que atenuaba su belleza natural.
Ashley, visiblemente nerviosa y aún sumida en la tristeza por la pérdida de Anabel, miró a su alrededor, buscando un rostro amable en la tierra extranjera. Sus ojos se encontraron con los de William y, por un instante, una sombra de duda cruzó su rostro.
William se acercó, su andar confiado y su expresión cuidadosamente neutral. Se presentó con una cortesía que ocultaba su evaluación interna de ella.
—Señorita Larson, soy William Harrison. Estoy aquí para llevarla a la villa de Andreas Papadopoulos.
Ashley asintió, su mirada fija en William, tratando de encontrar algo de Anabel en él.
—Gracias, —dijo con voz suave, su acento estadounidense marcado en contraste con el entorno griego.
La condujo a su auto, un Mercedes-Benz clase E, cuya elegancia discreta y color negro brillante reflejaban el lujo sutil. William abrió la puerta del pasajero para Ashley, quien entró con una gratitud silenciosa.
Una vez en el camino, el paisaje de Santorini desfilaba por las ventanas, un contraste de azules intensos del mar y el blanco cegador de las construcciones. El viaje a la villa fue un silencio lleno de tensión, solo interrumpido por la pregunta que Ashley había estado conteniendo.
—¿Cómo era Anabel aquí, en Grecia? —preguntó, su voz teñida de curiosidad y dolor.
William la miró por un momento en el espejo retrovisor antes de responder.
—Anabel era… vibrante, llena de vida —comenzó, eligiendo sus palabras con cuidado—. Atraía la atención, naturalmente. En las fiestas, siempre era el centro, especialmente en aquellas organizadas por Andreas. Todos la admiraban, Andreas más que nadie.
William pensó en Anabel. La primera vez que la vio había sido durante una fiesta dada por Andreas durante unas vacaciones en Singapur. El estaba asesorando a una empresa de remuneración de departamentos en la ciudad y Andreas había ido ahí de vacaciones y todos hablaban sobre su nueva y sexy novia.
Ashley absorbió sus palabras, cada una evocando imágenes de una hermana que había vivido una vida tan diferente a la suya.
—Era querida por todos, entonces —dijo, más para sí misma que para William.
—Definitivamente —confirmó William, su voz suave—. Pero había una… complejidad en su relación con Andreas. Era profunda, intensa.
El resto del viaje transcurrió en un silencio contemplativo, con Ashley perdida en sus pensamientos y William navegando por las carreteras sinuosas que conducían a la villa de Andreas, donde el pasado y el presente estaban a punto de colisionar en una reunión inevitable.
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Al llegar a la villa de Andreas, el contraste entre la belleza del lugar y el sombrío motivo de su visita no pasó desapercibido para Ashley. La estructura elegante se erigía como un monumento a la opulencia y el buen gusto, sus paredes encaladas brillando bajo el sol del atardecer.
Dentro, una reunión estaba en pleno apogeo, un conglomerado de amigos y conocidos de Anabel reunidos en un homenaje a su memoria. El murmullo de las conversaciones y el clink ocasional de las copas creaban un telón de fondo de respetuosa celebración.
William guio a Ashley a través del mar de personas, su presencia imponente abriendo un camino. Se detuvo de vez en cuando para presentarla a varios grupos.
—Ashley, esta es Helena Dimitriou, ella era una gran amiga de Anabel —comenzó, señalando a una mujer elegante con cabello rubio corto y ojos observadores. Helena sonrió gentilmente a Ashley, extendiendo una mano.
—Anabel hablaba a menudo de ti —dijo Helena con calidez—. Lo siento mucho por tu pérdida.
—Gracias —Fue lo unció que logro decir Ashley mientras se limpiaba una lagrima. Después para evitar silencios incómodos pregunto: —¿Y cómo conociste a Anabel?
—Conoció a Anabel en una fiesta de disfraces hace tiempo, fue justo en esta misma villa donde la vi por primera vez.
Siguiendo adelante, se encontraron con Marco Sartori, un hombre alto y bronceado con una sonrisa fácil.
—Marco conoció a Anabel en un viaje a Mykonos —explicó William. Marco asintió, su semblante sombrío por un momento antes de recuperar su compostura.
—Anabel era una mujer extraordinaria, una verdadera fuerza de la naturaleza —comentó Marco, su tono respetuoso y sincero.
La última parada antes de encontrarse con Andreas fue una pareja, Nikos y Elina Vassiliou. Nikos, robusto y moreno, tenía un aire de autoridad tranquila, mientras que Elina, con su cabello oscuro y ojos penetrantes, exudaba una belleza intemporal.
—Nikos y Elina eran vecinos cercanos de Anabel aquí en Santorini —dijo William. Elina tomó las manos de Ashley entre las suyas.
—Anabel era más que una vecina para nosotros; era una amiga querida —explicó Elina, su voz teñida de tristeza.
Ashley los miro confusos y después a William.
—Creí que Anabel vivía aquí ¿no era cierto? —Pregunto.
William intervino se alejaban de la pareja.
—Anabel vivía entre esta villa, y otras propiedades de Andreas por Grecia y su departamento en Santorini. El departamento era claro uno de Andreas, uno pequeño, claro bastante bonito y elegante.
Después de las presentaciones, William condujo a Ashley a través de la multitud hacia Andreas, quien estaba hablando con un grupo de personas.
Al ver a Ashley, Andreas se quedó momentáneamente inmóvil. La semejanza con Anabel era impresionante, y por un breve instante, sintió como si el fantasma de Anabel hubiera regresado, no para reconciliarse, sino para buscar venganza.
—Ashley Larson, me alegro de que hayas podido venir —dijo Andreas, recuperando su compostura y extendiendo una mano con una sonrisa encantadora.
Ashley la estrecho. Andreas Papadopoulos era un hombre guapo, alto y musculoso con una incipiente barba que le empezaba a crecer que enmascarada si sonrisa.
—Es una pena, —Siguió diciendo Andreas con un tono de voz más triste —, no poder habernos conocido en otras circunstancias. Anabel hablaba mucho de ti. Decía que siempre tenía que salvarte cuando eran niña. Sobre todo de las otras niñas en el barrio una tal Carol.
Ashley sonrió y por un momento temió ponerse a llorar. Anabel su protectora, su roble, su… su hermana mayor ya no estaría ahí para protegerla de las demás chicas que las llamaban huérfana.
—Si, así era mi hermana —logró decir Ashley sin que se le quebrara la voz.
La interacción fue cortés, pero bajo la superficie, Andreas ya estaba urdiendo planes. En su mente, Ashley no era solo la hermana doliente de Anabel; era una herramienta potencial en su continua vendetta contra el recuerdo de Anabel.
"La usaré antes de que ella siquiera piense en hacer algo en contra mía," pensó Andreas, su mente calculadora ya trazando el próximo movimiento en su juego de ajedrez personal. "La enamoraré y la usaré para vengarme aún más de la memoria de esa maldita perra."