René y Antón, podría decirse que nacieron uno para el otro. pero por decisiones personales, se separaron por un corto periodo de tiempo, el la amo desde que ella estaba dentro del vientre de su madre, es solo que nunca lo dijo ante todos y ella lo amo y sin dudarlo se lo dijo en cuanto lo descubrió, ambos hicieron promesas, pero el fue el primero en romperla, por lo que ella decidió hacer lo mismo, ¿sera que en verdad su destino siempre fue amarse?
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CAPÍTULO 6
RENÉ
Durante toda la carrera me sentí bien, en paz y tranquila, pero al llegar a la meta, el conductor que venía detrás de nosotros golpeó el auto y casi pierdo el control del mismo. Derrapé, pero de igual manera ganamos. Sin embargo, me molestó la actitud del conductor del auto que quedó en segundo lugar, así que rápidamente y llena de rabia cambié de asiento con Juanjo y salí del auto para reprocharle al conductor.
—¿A ti qué demonios te pasa? Pudiste causar un accidente —pregunté molesta.
—Tranquila, princesa. Tu novio es un buen conductor y no pasó nada —respondió Félix, un idiota que siempre corre aquí y nos ha visto mucho a Juanjo y a mí.
—Sé que es un buen conductor, pero pudo haber ocurrido una desgracia por tu estupidez —expresé molesta.
—Pero no pasó. No hagas drama, hermosa. Ahora, si lo que quieres es llamar mi atención, no tienes que discutir conmigo por tonterías. Yo con gusto te daría toda mi atención en privado —el muy imbécil de Félix trató de besarme, pero Juanjo le rompió la nariz de un puñetazo.
Se armó una pelea y escuchamos las patrullas de la policía, lo que me hizo reaccionar y subir al auto. Juanjo dejó de pelear y subió de copiloto rápidamente.
Encendí el auto y aceleré a fondo. La policía no podía alcanzarnos, aún soy menor de edad y mis padres no saben lo que hago. Si se enteran, seguro que me mandan a estudiar bien lejos de Juanjo.
—Jamás pensé decirte esto, pero ve más rápido —dijo Juanjo, quien siempre me pide prudencia al conducir.
Yo no lo pensé y aceleré lo más que podía. Sabía que si seguíamos conduciendo, nos encontraríamos con la policía tarde o temprano.
—Aún conservas el pase que te dio tu ex novio universitario? —le pregunté a Juanjo.
—Sí, ¿por qué la pregunta? —Juanjo nervioso.
—Dejaremos el auto en la universidad —respondí y él simplemente asintió.
Estábamos cerca, así que solamente debía tomar un poco de ventaja a la policía, algo que no fue tan difícil. Ellos manejaban con cuidado, yo no, así que me arriesgué y afortunadamente nadie salió herido. Bueno, algunos botes de basura en las aceras sí, pero nada grave.
Eso no dio tiempo suficiente para entrar al campus de la universidad, ocultar el auto y salir de la universidad como cualquier pareja tomados de las manos. El corazón latía a mil por hora, pero me encantó, pues me gusta la adrenalina y me gusta mucho.
—¿Ahora cómo vamos a volver? —preguntó Juanjo.
—Hay dos opciones: tu papá o el mío —respondí, pues un taxi sería muy difícil de conseguir a esas horas.
—Si tu papá viene a recogernos a este sitio, soy hombre muerto —expresó Juanjo mirando alrededor y yo hice lo mismo y comencé a reír. Estábamos en una área llena de hoteles y moteles.
—Jajaj mejor llamemos a un Uber o algo, si mi papá nos ve aquí se muere infartado —hablé riéndome.
Y sí, supongo que cualquier padre si viniera a recoger a su hija y a su supuesto novio y viera que están en un área llena de hoteles, se sorprendería o moriría de un infarto, depende del padre. Aunque con el mío estoy segura de que Juanjo terminaría muerto y yo de monja.
Juanjo y yo caminamos un poco hasta una pequeña cafetería. Ahí pedimos un auto y, como se demoraba en llegar por lo retirado del lugar, pedimos un postre. Juanjo no dejaba de hacerme reír con sus tonterías, y eso es lo que necesitaba: olvidarme de todo y todos para poder ser feliz.
Aunque tengo bien presente que Grecia se irá, no puedo hacer nada para impedirlo. Siempre seremos familia y de verdad espero que ella no me olvide como lo hizo su hermano.
Después de esperar por una hora, el auto llegó y nos pusimos en marcha. Ya casi era medianoche y yo le prometí a mi papá que no llegaría tarde. Creo que tendré problemas con él. Suspiré porque aún faltaba como media hora para llegar a la mansión.
Cuando esa media hora pasó, el carro se detuvo frente a la mansión. Me despedí de Juanjo y el guardia de seguridad apenas me vio abrió la reja para que yo entrara. Salí y caminé por el largo camino hasta la puerta de la mansión. Cuando entré, mi papá estaba sentado en el sofá esperándome con mi mamá.
—Creí que dijiste que no volverías tarde —dijo mi papá.
—Lo sé, pero el auto de Juanjo no encendía, así que pedimos un coche que tardó en llegar por nosotros. Por eso llegué tarde —le respondí a mi padre, quien casi nunca se enoja conmigo, pero ahora sí creo que lo está.
—¿Y por qué no me llamaste para ir por ustedes? —cuestionó mi padre.
—No quería molestarte —me excusé.
—¿Por eso o porque estaban haciendo algo malo? —preguntó mi papá, y lo miré sorprendida.
—¿Por qué me preguntas eso? —pregunté nerviosa, temiendo que sepan lo de las carreras.
—¿Qué hacían tú y ese muchacho en un hotel? —preguntó mi madre directa y molesta, y yo palidecí. Sí, estuvimos frente a varios hoteles cuando salimos de la universidad después de dejar el auto, pero no entramos a ninguno.
—¿Qué? —pregunté sin saber qué decir.
—René, a tu padre le enviaron esta foto —mi mamá me mostró el celular de mi papá—. Estamos Juanjo y yo tomados de la mano frente a un hotel.
A simple vista, podría decirse que acabamos de salir del hotel. Además, con la carretera y el hecho de dejar el auto, nos hizo sudar mucho, y mis mejillas estaban rojas, lo que da a entender que estábamos haciendo algo más que hablar.
—Papá, yo... —estaba muy nerviosa y no sabía qué decir, así que mi papá me interrumpió y fue él quien habló de una manera en la que nunca me había hablado antes.
—Esperaba más de ti y lo sabes, pero si cometiste tal imprudencia, es porque estás lista para enfrentar las consecuencias. Quiero que ese muchacho y su familia vengan a formalizar su relación, o no podrás volver a verlo y te enviaré al extranjero con los trillizos o a Rusia con tu sobrina —fue lo único que dijo mi padre, y yo traté de seguirlo, pero mi mamá me detuvo.
—Creí que te había dado la suficiente confianza para que hablaras conmigo cuando decidieras dar ese paso, pero creo que algo hice mal —mi mamá provocó que me sintiera mal.
—No, mami, lo hiciste muy bien. No es lo que creen, por favor, escúchame —le supliqué a mi mamá con unas inmensas ganas de llorar. Por primera vez vi la decepción en los ojos de los dos seres que más amo en la vida, mis padres.
—Lo mejor es que hables con ese muchacho. Ya escuchaste a tu padre. Si no formalizan su relación, no podrán volver a verlo —responde mi madre y se va por el mismo camino por donde se fue mi padre.
Dejé escapar algunas lágrimas y corrí a mi habitación a llorar. No sé cómo explicarles qué estábamos haciendo en ese lugar y por qué mis mejillas estaban rojas, pero sé que si les cuento lo de las carreras, todo será peor porque igual me prohibirán ver a Juanjo y se enojarán conmigo y con él.
Debo llamarlo y contarle lo que está pasando. Él me ayudará a encontrar una solución a todo esto. No puedo permitir que mis papás sigan así de enojados por algo que no hice.