Ariana, una joven que, debido a las circunstancias de la vida, sufre una pérdida imborrable.
Esto se convierte en su tormento y decide vengarse de lo ocurrido.
En medio de todo esto, se embarca en una travesía en alta mar, donde tendrá la oportunidad de encontrar el amor, ese sentimiento que puede ayudarla a dejar atrás su pasado.
Sin embargo, ella lucha contra esto y no quiere rendirse hasta lograr su objetivo: vengarse de quienes le han causado tanto daño, aunque eso también la destruya.
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Capítulo VI — Secretos.
Ariana del Cassal.
A bordo del barco, todos estaban absortos en sus respectivas labores, dedicándose con esmero a cumplir con sus tareas.
Cada miembro del equipo parecía decidido a realizar su trabajo de la mejor manera posible.
Mientras tanto, yo permanecía sentada en un extremo de la cubierta de estribor, absorta en la vista del horizonte, sintiendo cómo el mar y el cielo se unían en un magnífico espectáculo de colores.
Mi concentración era tal que no me percaté de la presencia de alguien hasta que escuché una voz que se acercaba a mí.
—Hola. cuando te dimos la bienvenida, no tuve la oportunidad de presentarme como es debido. Mi nombre es Juan Pablo Márquez y espero que podamos llevarnos bien — dijo, esbozando una sonrisa amistosa.
Me giro hacia él y le devuelvo la sonrisa.
Juan Pablo, como lo mencioné antes, es un joven encantador, lleno de alegría y con un sentido del humor cautivador.
Su piel es de un tono trigueño, tiene unos ojos color miel que brillan con calidez y su cabello es negro, siempre luciendo una sonrisa que ilumina su rostro y que aporta alegría a todos los que lo conocen.
— Mucho gusto, me llamo Ariana — digo mientras estrecho su mano de manera cordial.
— Sabes, ahora que te miro, todo esto me parece simplemente una locura — lo miro con cierta confusión. — No me mires así, lo que quiero decir es que jamás imaginé que Alan tuviera una hermana tan bella como tú.
Su halago me hizo sonrojarme, sintiendo cómo el calor subía por mis mejillas.
— Gracias. ¿Y por qué pensaste eso? — le pregunté con curiosidad, tratando de comprender su opinión.
— Te diré la verdad: tu hermano está un poco loco. Dijo que practicas tiro al blanco y que sabes de cacería — mencionó con tranquilidad, como si hablara de algo cotidiano.
— Si, está algo loco, no te lo voy a negar. Pero lo que dice es cierto, no es mentira — le respondí, mientras él alzaba una ceja en señal de sorpresa.
— ¿En serio? — preguntó, claramente sorprendido. Asentí con la cabeza, confirmando sus dudas. — Nunca pensé que eso fuera verdad. Perdón si te ofendí, pero al verte, la verdad es que no pareces ser alguien ruda.
— Sabes, el hecho de que una persona muestre una apariencia de sencillez y debilidad no significa, incluso después de conocerla bien, que realmente lo sea. Ten eso siempre presente — le dije con un tono amable. — Oye, tengo una pregunta: ¿dónde estamos exactamente?
— Estamos en México. Ya hemos descargado toda la carga del barco, y después de esto nos iremos — respondió él, con un aire relajado.
— Entiendo. Por cierto, ¿has visto a Alan? — le pregunté, recordando que lo había visto por la mañana, pero después no logré encontrarlo.
— Él está abajo, cuidando la carga especial — contestó, lo cual me hizo fruncir el ceño.
Juan Pablo se dio cuenta de que había dicho algo que no debía.
— ¿Qué carga? Acabas de mencionar que ya habían descargado todo y que estábamos listos para zarpar — le pregunto con seriedad.
Juan Pablo se rasca la nuca, un gesto que delata su nerviosismo.
Justo cuando está a punto de responderme, el Capitán lo llama.
— Juan, deja de perder el tiempo y ven aquí de inmediato — le ordena con firmeza.
Él acelera el paso hacia donde está el Capitán, pero antes de irse, se da la vuelta y me mira con seriedad.
— Hablaremos luego, Ariana. Sin embargo, cuando caiga la noche, verás con tus propios ojos lo que realmente está sucediendo aquí.
Después de pronunciar esas palabras, que dejaron en mí más interrogantes que respuestas, se marchó.
Lo que Juan Pablo mencionó sobre la misteriosa carga que el barco llevaba consigo me parecía peculiar.
Especialmente me intrigaba su afirmación de que, al caer la noche, llegaría a entender realmente lo que estaba ocurriendo.
Y, efectivamente, en ese instante, frente a mis propios ojos, revelaría lo que Alan había estado haciendo durante todos estos años.
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El reloj señalaba las dos de la madrugada, y lo que antes era un paisaje hermoso se había transformado en un escenario completamente sombrío, envuelto en un silencio infernal.
Minutos más tarde, el sonido de varios automóviles se hacía cada vez más evidente, acercándose a gran velocidad.
Cuando finalmente llegaron, no pude distinguir nada a través de los vidrios oscuros y polarizados de los vehículos. De ellos descendieron un máximo de nueve hombres; dos de ellos iban vestidos con trajes formales, mientras que los restantes lucían uniformes de seguridad.
Esta mezcla de atuendos sugiere que se trata de personas importantes, e incluso, por su apariencia, podría ser peligrosas.
— Ariana, hermana, necesito que te quedes aquí y que no salgas por nada del mundo. ¿Puedes prometerme eso?
La forma en que lo dijo, junto con el tono de su voz, me llenó de una inquietud que no podía quitar.
Una sensación desagradable se instaló en mi pecho.
— ¿Qué está pasando, Alan? ¿Quiénes son esas personas? — le cuestioné, tratando de entender la situación.
— No es algo que le importe, solo hazle caso a tu hermano y no te metas en cosas que no te conciernen — respondió el Capitán de manera brusca, interrumpiéndonos.
Decidí quedarme en silencio, sintiendo cómo la tensión en el ambiente crecía.
Con un suspiro, le di la espalda a él y volví a centrarme en Alan, intentando hallar respuestas en su mirada.
— Está bien, me quedaré aquí, pero cuando regreses, tú y yo tendremos una charla — le hago saber.
Alan, tras escucharme, intercambia una mirada con el Capitán y luego asiente.
— Lo haré, no te preocupes — me responde, depositando un suave beso en mi frente antes de marcharse.
Al desembarcar, les recibieron el Capitán, Juan, Aydan y Alan, junto con otros marineros que no reconozco.
Simon se quedó en su puesto, manteniendo la vigilancia, atento a cualquier eventualidad que pudiera ocurrir en ese preciso instante.
Por mi parte, no podía quedarme dentro del barco y actuar como si nada estuviera sucediendo.
A pesar de los insistentes intentos de Alan por convencerme de que permaneciera a bordo, sentía una profunda necesidad de descubrir quiénes eran esas personas y qué era lo que estaban buscando.
Así que decidí salir, y lo que encontré me dejó completamente atónita.