Enzo Greco: Dulce Tentación.

...ENZO...

Jane y Vayola se miran.

La música está detenida y solo mis zapatos pisando el suelo se escuchan, tomo la muñeca de Amelia sacándola de la discoteca tirándola a mi auto.

— ¿Qué le pasa...?

— Te callas.

Me siento a su lado poniendo las llaves en el vehículo.

— Tío...

— De esto hablamos mañana, Jane.

Arranco viéndola de reojo, hay marcas de golpes en su rostro, su cabello está desordenado.

— Ella comenzó.

— Que maravilla de excusa Srta. Mendoza. ¡Te prohibi salir de casa a menos que sea conmigo! ¡¿Quién carajos creés que eres para desobedecerme?!

Muerde sus labios para no decir nada. Sus lágrimas me hacen retractar.

— Perdón, perdóname. No quería gritarte. Pero hay mucho peligro en la calle y no quiero que corras ningún riesgo, sé que Jane fué la que te obligó, tú no debes pagar los platos rotos.

— Ella no me obligó a nada. Salí porque así lo quise. Pero no se preocupe, no es el primer hombre que me a gritado en esta vida— Sale del auto corriendo hacia las puertas de la mansión.

— ¡Amelia!

«Siempre cagándola Enzo, eres maravilloso»

…

— Déjame revisarte.

— No hace falta.

La siento casi obligada en la silla, me arrodillo y con un pañuelo limpio los rajuños de su rostro.

— Mandaré a pedirte una crema para cicatrizar esas heridas. Por lo menos no son muchas las cosas que tienes en el rostro. Amelia, verás...me gusta cuidar de las personas que estimo. En este mundo de nadie se puede confiar, tengo varios enemigos que investigan de todos los que me rodean y no me gustaría que te hicieran daño. No quiero que vivas con amenazas ni en una prisión. Hablé con Jane y me conversó de todo lo que sucedió. Te prometo que a partir de hoy podrás salir donde quieras después de desocuparte de las niñas.

Por lo menos consigo que sonría y me abrace.

— No sabes cómo te lo agradezco Enzo— Sonrío sobre su hombro.

…

— ¡Carolina!

Sé que su marido hizo un viaje, y como tengo comprado a sus sirvientes paso a su mansión sin problema.

— Greco, hasta que llegas. Te necesito— Sonríe coqueta.

— Yo también te necesito.

Nos encerramos en el despacho de su esposo. Ni tarda y perezosa se quita toda la ropa, se sube en el escritorio indicándome que me acerque y lo hago.

— Quiero que mates a la estúpida de tu niñera.

Río a través de sus labios y paso me lengua por ellos. La pongo boca abajo y ya teniendola de espaldas presiono su cabeza en el escritorio. Acerco mis labios a su oído.

— Si vuelves a tocar a Amelia te juro que la que se morirá será otra— Susurro— No quiero verte más.

— Pero...

— ¡No eres la única que me complace en el sexo, Carolina!

— ¡¿Por qué una recién llegada está cambiando nuestra relación?!

— Veamos...porque no se comporta como una perra en celo. Y su nombre es Amelia Mendoza, grabatelo. Como un caballero que soy, lo mejor es que terminemos y dejemos en el olvido lo que hubo entre los dos.

— Enzo...

— Y si te atreves a chantajearme— Apunto su cabeza con mis dedos en forma de pistola— Te vuelo esa cabeza.

…

Paseo por toda mi habitación, el reloj indica que ya será media noche y Amelia aún no llega; salió con Jane pero la chiquilla no contesta mis llamadas.

«No te desesperes, Enzo»

Con las manos en mi bolsillo decido en salir y justo veo el carro de Donato llegar.

Frunzo el seño por ver como Amelia le da un beso en la mejilla como despedida. ¿Apenas un mes y ya hasta le da un beso? Qué miserable suerte la tuya Enzo.

— Señor, discúlpeme por la hora pero ya conoce a su sobrina, a Vayola, insistieron en que me quedara más tiempo.

— ¿Por qué no atendiste mis llamadas?

— Se me acabó la batería.

Miro como Donato se marcha.

— Son amigos o qué.

— Donato es un hombre muy agradable, caballeroso y es imposible no llevarme bien con él. Es mi amigo. Perdón pero estoy cansada.

— Entiendo, vé a dormir. Mañana hay mucho trabajo por hacer.

"Amigo" claro, tu amigo.

…

— Ejem, ejem— Alzo mi mirada, Jane interrumpe mi hora de trabajo— Hola tío.

— ¿Ahora qué quiere mi princesa consentida?

— Veamos...pedirte permiso para salir con Amelia.

— ¿A qué hora?

— Ahora.

— Jane.

— Lo sé, que solo le permites salir cuando se desocupa de las niñas pero no iremos a la discoteca te lo prometo.

— ¿Entonces donde van?

— A un restaurante a almorzar. Solo estaremos yo, Vayola, Donato y Amelia.

— Donato...como que tu hermano y Amelia se llevan tan bien, no?

— ¿Hay problema con eso? ¿Por si acaso alguien está celoso?

— ¿Celoso yo?— Río poniéndome serio al instante— No. Ya vete pero quiero que me la regreses a salvo.

— Claro que si— Besa mí mejilla— ¡Te amo Enzo!

— ¿Cómo que Enzo?

— Te amo tío.

— Claro, cuando te conviene— Sonrío.

Donato...nunca eh tenido nada en contra de él, al contrario pero...¿por qué algo no me tiene tranquilo?

...AMELIA...

…

— No soy tanto de amigas pero me encanta estar con tu compañía Amelia— Desde que conocí a Vayola no a hecho más que tratarme bien, y eso que pensé que era una presumida arrogante— Lo siento pero debo irme.

— Cierto, yo también recordé que tengo que irme. Donato lleva a Amelia a casa, no quiero que mi tío se moleste por si llega tan tarde.

Vayola y Jane se van en un carro aparte. Ya no siento aquellos nervios por estar cerca de Donato, al contrario, con él siento una tranquilidad infinita.

En todo el camino tenía un leve dolor de cabeza y la imagen de la tal Rashel seguía en mi cabeza.

— Llegamos.

— Grácias por traerme. Buenas tardes, no quiero que mi jefe se moleste si llego un minuto más tarde.

— Amelia.

— ¿Sí?

— ¿Qué probabilidad hay de que tengamos una cita?— Río y ahora sí estoy nerviosa.

— Bueno...me encantaría.

— Nunca había conocido a una mujer tan hermosa como tú aparte de mis hermanas, nunca nadie me había llamado la atención.

— ¿A sí? Gracias por el halago...

— Me gustas.

«Tragame tierra»

— No quiero incomodarte, hablamos luego. Vé, tu jefe está que te espera— Tiene razón, Enzo nos está mirando a tan solo unos metros fuera de casa— Cuídate.

Por lo menos no insistió en que le responda, gracias a los cielos. Me doy aire con las manos avanzando hacia la casa.

...ENZO...

— ¿Podríamos hablar, Donato?

Se baja del auto cortando nuestra distancia.

— ¿Pasa algo, Enzo?— Me mira sonriente— Te noto algo de mal humor.

— Sé como mirabas a Amelia y hay que admitir que no me gusta. Aléjate de ella.

— Uy Enzo, créeme que en este momento me iré corriendo a llorar debajo de las sábanas de mi cama. Pero lamento notificarte que Amelia es mi amiga y no me alejaré de ella. Hablemos claro, le ganas por casi 20 años, no creo que quieras algo con ella, y no me vayas a poner el ejemplo de Layla y Luigi. Seguiré viendo a Amelia cuántas veces se me dé la gana, no me lo puedes prohibir.

— ¿Acaso te gusta?

— Y si es así...¿qué? Pero te sacaré de las dudas, la conquistare porque yo no soy un mujeriego y con ella quiero ir enserio. Estoy enamorado de Amelia.