En un mundo donde zombis, monstruos y poderes sobrenaturales son el pan de cada día... Martina... o Sasha como se llamaba en su anterior vida es enviada a un mundo Apocaliptico para sobrevivir...
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capítulo 5
Último momento: los zombis atacan...
Se recomienda no salir de sus hogares y mantenerse encerrados por tiempo indefinido. Eviten centros comerciales o tiendas de abarrotes. Los zombis han invadido la ciudad y basta una sola mordida para ser infectado.
En la sala de la mansión, las imágenes eran horripilantes. Mike miró a su hermana y preguntó:
—¿Cómo lo supiste? Nuestros padres ni siquiera sabían, ¿cómo tú te enteraste?
—Tengo el don de la visión —soltó sin más. Todos la miraron incrédulos. Sasha no podía decir que todo lo sabía por una novela que había leído en su vida pasada—. Bien, no me crean otra vez, pero...
—Señorita, creo que ahora todos los que la vimos actuar raro desde hace meses entendemos por qué era —dijo Sergio, el mayordomo—. Yo le creo. ¿Qué más sabe? Es mejor estar preparados para que esto no nos vuelva a tomar por sorpresa.
Los demás empleados asintieron a sus palabras. Ella continuó:
—En mi primera visión vi exactamente esto. Con algunas variantes, pero el resultado fue el mismo.
Los zombis invadieron el planeta y no hay nada que podamos hacer para evitarlo.
—¿El planeta? ¿O sea que no hay un lugar seguro? —preguntó alguien.
—Sí lo hay, pero hay que esperar. El refugio se llamará *La Resistencia*, y allí científicos, médicos y militares trabajarán con expertos de todo el mundo para crear la cura.
Lastimosamente, eso sucederá recién dentro de dos años.
—¡Esto es una locura! ¿Pretendes que creamos eso? —dijo Dilan.
—¡Cállate, Dilan! Mi hermana no miente —intervino Mike—. Ella modificó toda nuestra casa para mantenernos protegidos por un tiempo.
—De hecho —añadió Martina—, el lugar puede albergar hasta a doscientas personas. No los obligaré a buscar sobrevivientes, pero yo sí lo haré. Afuera hay decenas de personas que necesitan ayuda, al igual que ustedes necesitaron la mía.
—¿Saldrás a buscar más sobrevivientes? —preguntó Mike, sorprendido.
—Sí, no trabajé tan duro solo para proteger a tres personas.
—Señorita, yo la acompañaré —dijo Diego—. Mi padre me contó que fue usted quien pidió que viniera en primer lugar. Tal vez mi destino hubiera sido distinto si me quedaba en la universidad.
—Gracias, Diego. Y por favor, llámenme Martina. No me gusta que me digan "señorita" a cada rato.
Un hombre entre los presentes agregó:
—Se... digo, Martina, gracias por salvarnos también a nosotros. Yo la ayudaré a buscar sobrevivientes. Mi familia y yo le estamos muy agradecidos.
—No tiene que agradecerme.
—Mario. Así me llamo.
—Un gusto, señor Mario. Lo mismo digo a su familia.
—Entonces el plan sería rescatar sobrevivientes y mantenernos encerrados por dos años... —dijo Mike.
—Sí... y no. Aún no les conté todo. El clima se volverá loco en poco tiempo. Solo tenemos un mes para buscar personas. Después, ya no podremos salir.
—¿Por qué?
—No soy geóloga, pero habrá extremos: desde veinte grados bajo cero hasta más de sesenta grados de calor.
—Es imposible que el cuerpo humano resista eso. Estaremos muertos antes de cumplir los dos años —comentó Mili.
—Como dije, modifiqué toda la casa para estas posibilidades. Construí un jardín botánico para cultivar nuestros vegetales y frutas. También hay un salón grande con cuatro chimeneas para el frío extremo, y otro equipado con seis aires acondicionados y ventiladores.
—Eso no sirve si se va la luz. ¿Cómo los alimentarás? —preguntó Jackson.
—Instalé paneles solares en la azotea. Tienen un sistema que los retrae si el sol es demasiado fuerte. Lo he pensado todo.
—¿Y la comida? ¿De verdad puedes alimentar a doscientas personas? —preguntó Mario.
—He almacenado tanta comida que el sótano parece un supermercado gigante. Pero no viviremos solo de eso. Hay que racionar y cultivar desde ya.
—Hermana, has pensado en todo... y yo creyendo que estabas loca —dijo Mike, con una mezcla de admiración y culpa.
—Ya no importa. Ahora hay que sobrevivir.
Por último: cada quien se encargará de sus tareas. Aquí no hay sirvientes. Cocinar, lavar los platos y limpiar será responsabilidad de todos. Nos turnaremos.
—Señorita, no me pida eso. A mí me gusta cocinar y limpiar para ustedes, me siento útil —dijo una mujer con la niña en brazos.
Martina sonrió.
—Bien, pero solo porque tú quieres. No te sientas obligada. Todos ayudaremos.
Los empleados la miraron con admiración. No solo los había salvado, sino que demostraba una humildad que inspiraba respeto.
Uno de los chicos que habían huido de la escuela con Mike comentó:
—Ferré, tu hermana es asombrosa.
Mike lo miró con desconfianza. No se llevaba bien con ese chico y respondió:
—Muy bien lo dijiste: *mi hermana*. No quiero que te acerques a ella.
Nelson lo miró desafiante. Dilan intentó calmar las aguas:
—Tranquilo, Mike. No voy a negar que tu hermana es hermosa, pero es mayor para nosotros.
—Habla por ti. ¿Cuántos años más tiene? —replicó Nelson.
—Oye, será mejor que te calles. Ella no es una de tus amiguitas —dijo Mike, ya molesto.
Los susurros entre los chicos fueron interrumpidos cuando Martina notó el ceño fruncido de su hermano.
—¿Pasa algo, Mike?
—Nada que no pueda solucionar, tranquila.
—Bien. Acompaña a tus amigos a la habitación de huéspedes. Organizaremos eso de inmediato para que nadie tenga dudas de dónde dormirá. Más tarde avisaremos para la cena.
Mike hizo una seña a los chicos y se marcharon.
Mili y la mujer con la niña preguntaron:
—¿Y nosotras, dónde dormiremos?
—Yo las guiaré —dijo otra de las sirvientas.
—Perfecto. Señor Mario, acompáñeme con su familia, les mostraré su habitación.
Mario asintió y, tomado de la mano de su esposa y sus hijos, siguió a Martina. Cada grupo fue ubicado en habitaciones compartidas, salvo las familias, que tendrían una propia.
Martina y las sirvientas fueron al sótano, prepararon dos o tres mudas para cada uno y luego los dejaron descansar hasta la hora de la comida.