Jazmín Gómez, una joven humilde y trabajadora, jamás imaginó que su vida cambiaría al convertirse en la secretaria de Esteban Rodríguez, un CEO poderoso, reservado y con un corazón más noble de lo que aparenta. En medio de intrigas laborales, prejuicios sociales y secretos del pasado, nace entre ellos un amor tan inesperado como profundo. En una Buenos Aires contemporánea, ambos descubrirán que las diferencias no separan cuando el amor es verdadero.
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CAPÍTULO 5
Desde que Esteban enfrentó a Recursos Humanos por el anónimo hostil, algo en la oficina había cambiado. Aunque nadie se animaba a decirlo abiertamente, el ambiente se había vuelto más espeso, como si la tensión flotara en el aire.
Jazmín lo sentía. Cada paso que daba por los pasillos iba acompañado de miradas. Algunas eran de curiosidad, otras de franca desaprobación. Lo que antes era hostilidad velada ahora se manifestaba con descaro. Pero a diferencia de semanas atrás, esta vez ella no bajaba la cabeza. Había cambiado. Algo dentro de ella se había encendido.
El viernes se acercaba el evento más importante del trimestre: la presentación del nuevo proyecto de sustentabilidad que Rodríguez Corporación lanzaría ante clientes e inversores. Esteban le había pedido a Jazmín que participara como su asistente directa, coordinando parte del equipo logístico.
—Confío en tu capacidad, Jazmín —le había dicho él días antes, mientras compartían un café en su oficina—. Sos organizada, tenés criterio, y lo más importante: sos leal. Eso vale más que cualquier título.
Jazmín había aceptado con humildad, pero en el fondo, sentía un nudo de ansiedad. Sabía que cuanto más se acercara a Esteban, más daría que hablar.
Y no se equivocaba.
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La mañana del jueves, apenas llegó, Luciana se le cruzó en el ascensor. Iba con su típico perfume intenso y una carpeta bajo el brazo. Sin saludar, soltó en voz alta:
—¿Ya ensayaste cómo caminar por la alfombra roja con el jefe?
Jazmín la miró con sorpresa.
—¿Perdón?
—Digo… por lo visto ya no sos solo la secretaria. Sos la favorita. Aunque… hay quienes dicen que eso te costó más que eficiencia.
Jazmín no respondió. No pensaba darle el gusto. Salió del ascensor con la cabeza alta y se dirigió a su escritorio, ignorando la risa disimulada de Luciana.
Pero no tardó en enterarse de lo que circulaba por la empresa. Un rumor había comenzado a tomar fuerza: que Esteban y ella tenían una relación amorosa secreta. Algunos aseguraban haberlos visto salir juntos del edificio, otros inventaban detalles morbosos de encuentros que nunca existieron. Incluso habían creado un grupo de WhatsApp donde se compartían “teorías” con fotos borrosas y frases sacadas de contexto.
Esa tarde, cuando fue a llevarle a Esteban un informe, lo encontró serio, con el ceño fruncido, mirando su celular.
—¿Todo bien? —preguntó ella, al ver su expresión.
Él levantó la mirada y la observó con intensidad.
—Quiero que veas esto —le dijo, tendiéndole el teléfono.
Jazmín lo tomó. Era una captura de una conversación de WhatsApp. En el grupo “Las Reinas del 18”, alguien había escrito:
“¿Viste cómo se miran? El CEO no es tonto. Se consiguió una mascota que le sirve de espía y de compañía.”
Otra respondió:
“Para mí ya están juntos. Seguro la tiene en un depto escondido. No me sorprendería.”
Jazmín sintió una punzada en el pecho. Devolvió el celular con las manos temblorosas.
—Esto… esto es una locura.
—Sí —dijo él con firmeza—. Y no lo voy a permitir.
Ella se quedó en silencio. No sabía qué decir. Parte de ella quería desaparecer. La otra parte sentía una furia creciente.
—¿Pensás hacer algo? —preguntó, apenas un susurro.
—Voy a llamar a los responsables y pedir explicaciones. Esto ya pasó el límite. Pero antes… quiero saber cómo te sentís vos.
Ella lo miró, confundida.
—¿Yo?
—Sí. Esto te afecta directamente. No puedo tomar una decisión sin saber cómo estás.
Jazmín respiró hondo. Su corazón latía rápido.
—Estoy cansada. Me esfuerzo el doble que todos para demostrar que merezco este puesto. Y aun así, lo único que ven es de dónde vengo o con quién hablo. Me tratan como si fuera invisible… o peor: como si fuera culpable de algo.
Esteban la escuchó con atención, en silencio.
—Entonces —dijo él finalmente— vamos a hacer las cosas bien. Vamos a enfrentar esto juntos, como equipo.
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A la mañana siguiente, Esteban reunió al grupo completo del piso 18 en la sala de reuniones principal. La mayoría llegó con expresiones de curiosidad y ansiedad. Nadie sabía exactamente qué iba a pasar.
Jazmín estaba sentada al fondo, junto al jefe de proyectos y dos asistentes administrativas. Sentía las piernas como gelatina. Esteban estaba de pie al frente, con el celular en la mano y una expresión grave.
—Buenos días. Gracias por venir —empezó con tono firme—. Hoy quiero hablar de algo más importante que números o planificación. Quiero hablar de respeto.
El silencio fue total.
—Durante los últimos días han circulado rumores, capturas y comentarios fuera de lugar sobre una de nuestras empleadas. Comentarios que no solo son falsos, sino también ofensivos, machistas y cobardes.
Hizo una pausa. Las miradas se cruzaban entre sí, nerviosas.
—Quiero dejar algo muy claro: en esta empresa, nadie va a ser discriminado por su clase social, su género o sus vínculos. Y quien lo haga… no tiene lugar en Rodríguez Corporación.
Sacó el celular y, sin rodeos, proyectó en la pantalla las capturas del grupo de WhatsApp.
Hubo murmullos. Algunas miradas se desviaron, otras se congelaron.
—Esta es la última vez que tolero algo así. Vamos a iniciar una investigación interna. Quien esté involucrado, será sancionado. Y si corresponde, despedido.
Luego, giró su mirada hacia Jazmín.
—Y a vos, Jazmín, te pido disculpas públicamente. Por no haber previsto esto. Por haber dejado que te expusieran. Y te agradezco por tu fortaleza.
Ella sintió un nudo en la garganta. Por un momento, le temblaron los ojos. Pero se obligó a mantener la compostura. No les daría el gusto de verla quebrarse.
Cuando terminó la reunión, muchos salieron sin decir palabra. Otros, en pequeños grupos, cuchicheaban como si no acabaran de digerir lo ocurrido. Luciana y Romina no dijeron nada. Solo salieron con la mirada clavada en el piso.
Esteban se acercó a ella y le susurró:
—¿Querés salir a tomar aire?
Ella asintió.
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Caminaron por la costanera, en silencio. El cielo estaba gris, pero el aire fresco aliviaba la tensión del pecho.
—Te agradezco… por lo que hiciste hoy —dijo Jazmín finalmente—. Sé que no era fácil. Podías haberlo dejado pasar.
—No puedo ser indiferente cuando se trata de vos.
Ella lo miró, sorprendida por la sinceridad en su voz.
—Esteban…
—No tenés que decir nada —la interrumpió—. Sé que esto pone todo patas para arriba. Pero prefiero enfrentar las consecuencias de hacer lo correcto, antes que quedarme mirando cómo te lastiman.
Hubo una pausa. El viento les revolvía el cabello. Las palabras flotaban entre ellos, suspendidas.
—No sé qué es esto que está pasando entre nosotros —dijo Jazmín—. Pero sé que no es normal. Que no es solo trabajo.
Esteban la miró. En sus ojos había algo más que cariño. Había deseo. Y una especie de ternura que desarmaba cualquier barrera.
—No lo es. Y no quiero que lo sea.
Ella sintió que el corazón le latía tan fuerte que podía oírlo. Pero no retrocedió. No se alejó. Por el contrario, dio un paso más cerca.
Esteban extendió la mano y le acarició la mejilla, apenas rozándola.
—Quiero cuidarte, Jazmín. No como jefe. Como hombre. Como alguien que te admira profundamente.
Ella cerró los ojos un segundo. Se permitió sentir ese contacto, esa conexión.
—No sé si esto es correcto… —susurró.
—Tampoco yo —respondió él—. Pero sé que es real.
Y en ese momento, en medio del viento de otoño y el murmullo lejano de la ciudad, Esteban se inclinó y la besó. Un beso suave, profundo, lleno de respeto. Como si cada segundo hubiera sido pensado. Como si todo lo que se habían callado hasta ahora explotara en ese instante.
Cuando se separaron, ninguno dijo nada. No hacía falta.
Porque a veces, las verdades más importantes no necesitan palabras.
Martin llegó tu hora de pagar por extorsión a más de una mujer eres un vividor y estafador.
gracias por compartir