son amigos de la infancia se quieren como hermanos pero ella siente algo más que una amistad ¿un amor no correspondido por él?
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capitulo 5: El Acoso
El sol brillaba con fuerza sobre la escuela, pero Amelia sentía que la luz ya no podía atravesar la nube de angustia que se había instalado sobre ella. Las últimas semanas habían sido un constante golpe en el corazón. No solo la relación con Stiven se estaba desmoronando, sino que ahora él parecía empeñado en hacerle la vida aún más difícil.
Al principio, había sido un pequeño comentario, una burla. Pero ahora, Stiven se había convertido en un tormento constante. Desde que se enteró de que Axel había comenzado a acercarse más a Amelia, no había hecho más que hostigarla. Lo peor de todo era que no solo era él; su actitud se había contagiado a otros chicos de la escuela. El ambiente que antes había sido cómodo y familiar, ahora se sentía lleno de susurros, miradas y risas ocultas detrás de las mochilas.
Cada día, Amelia llegaba a la escuela con la sensación de que algo malo iba a ocurrir, de que Stiven haría o diría algo más. Y siempre lo hacía.
— Mira quién aparece, la niñita que no puede estar sola sin su protector — escuchó un día, al cruzar el pasillo. La voz era sarcástica, y al voltear, vio a Stiven con sus amigos a un lado, todos riendo a carcajadas.
El corazón de Amelia latió más rápido. No sabía qué era peor: las palabras crueles de Stiven o la forma en que él parecía disfrutar viéndola sufrir. Era como si cada mirada, cada comentario, estuviera diseñado para derribarla. Y lo peor de todo era que nadie hacía nada por detenerlo.
— ¿Qué pasa, Amelia? ¿Te asustaste? — dijo Stiven, acercándose con una sonrisa burlona mientras ella intentaba caminar rápidamente, sin hacer caso a su provocación.
Lo que más le dolía era ver cómo las otras personas la observaban. Algunos se reían abiertamente, como si ella fuera una especie de chiste para todos. Mientras que otros, en su mayoría, se mantenían en silencio, como si su sufrimiento fuera solo parte de la rutina diaria.
— ¿Estás buscando un amigo para llorar, Amelia? — continuó Stiven, mientras sus amigos se sumaban al ataque, soltando risas nerviosas, pero con el mismo tono cruel. — Qué patético.
En ese momento, Amelia sintió cómo sus piernas temblaban, y por un segundo, pensó que podría desmayarse. Pero antes de que pudiera dar un paso más, una voz firme y decidida la interrumpió.
— ¡Basta, Stiven! — Axel apareció de la nada, poniéndose entre ellos y Amelia, con su postura desafiante. Su mirada fija en Stiven reflejaba una ira contenida. — ¿Qué te pasa? ¿No tienes nada mejor que hacer que joderla todo el tiempo?
Stiven lo miró con desprecio, y una sonrisa arrogante apareció en su rostro.
— ¿Qué pasa, Axel? ¿Ahora vas a hacerme una escena? No es mi culpa que Amelia sea tan débil — dijo Stiven, su tono cargado de burla.
Axel dio un paso hacia adelante, su expresión más seria que nunca.
— No estoy jugando. Nadie tiene derecho a tratarla así. Y si tienes algún problema conmigo, lo resolvemos de otra manera. Pero no quiero verte cerca de ella otra vez, ¿entendido?
El ambiente se tensó. Los amigos de Stiven no parecían tan seguros de lo que ocurriría si Axel mantenía esa postura, pero Stiven no iba a ceder. No sin antes lanzar una última mirada cargada de odio hacia Amelia.
— Como quieras, Axel. Pero esta chica necesita que la saquen del colegio. Es una vergüenza. Y no pienso dejarlo pasar.
Axel no dejó que Stiven siguiera hablando. Ya había tenido suficiente. Tomó a Amelia del brazo, guiándola lejos de allí, hacia un lugar más tranquilo.
— ¿Estás bien? — preguntó Axel, mirando a Amelia con preocupación.
Amelia no pudo evitar que una lágrima cayera por su mejilla. La rabia y la frustración se mezclaban con la tristeza. ¿Cómo había llegado todo a esto? ¿Cómo podía alguien que había sido su mejor amigo ahora desear verla destruida?
— No sé si puedo soportarlo más — murmuró, su voz quebrada. — No entiendo por qué está haciendo esto. No sé qué le pasó.
Axel la miró con firmeza, apretando los dientes.
— No te preocupes. No lo vas a enfrentar sola. Yo no voy a permitir que te sigan acosando. No voy a dejar que te destruyan.
Justo en ese momento, dos figuras conocidas se acercaron por el pasillo. Deniss y Vanesa, sus dos mejores amigas, corrieron hacia ella, preocupadas.
— ¡Amelia! — exclamó Deniss, al ver la expresión de su amiga. — ¿Estás bien? Escuchamos lo que pasó, ¿pero estás bien?
Vanesa la abrazó con fuerza, mostrando un apoyo inmediato. Ambas habían sido sus amigas desde siempre, y aunque no entendían del todo por qué Stiven había cambiado tanto, sabían que Amelia no debía enfrentar todo esto sola.
— No dejes que esos idiotas te afecten — dijo Vanesa, mirando con desdén a lo lejos, hacia donde Stiven y su grupo aún se encontraban. — No eres la única, Amelia. Todos esos chicos no valen la pena. Lo único que quieren es verte mal, pero no te van a ganar.
Amelia se sintió un poco mejor al tener el apoyo de sus amigas. Siempre había estado ahí para ellas, y ahora era su turno de ayudarla a sobrellevar la situación. No podía dejar que Stiven y sus comentarios destruyeran lo que quedaba de ella.
— Gracias… de verdad — murmuró, mientras trataba de contener las lágrimas.
Axel la miró con una ligera sonrisa, satisfecho de ver que sus amigas la rodeaban. Él sabía que Amelia necesitaba apoyo, y si bien no podía evitar lo que Stiven hiciera, sí podía asegurarse de que no estuviera sola. No estaba dispuesto a ver a esa chica fuerte y decidida, que conocía de toda la vida, derrumbándose por culpa de un chico que ni siquiera la respetaba.
— Aquí estoy para lo que necesites — dijo Axel, antes de dar un paso atrás para darles algo de espacio. — No dejes que Stiven te haga sentir pequeña. Tienes el control.
A pesar del dolor que sentía en su interior, Amelia comenzó a sentir una leve sensación de alivio. Sabía que, aunque las cosas no iban a ser fáciles, no estaba sola. Podía contar con sus amigas, con Axel y, sobre todo, con ella misma.
Pero la sombra de Stiven seguía pesando sobre ella, y no podía evitar preguntarse qué sería lo siguiente. Si se atrevía a seguir la lucha, o si sucumbiría al peso de las palabras crueles y las burlas.
La batalla había comenzado, y Amelia no sabía si podría ganarla. Pero una cosa era cierta: no iba a dejar que Stiven la destruyera. Y, con el apoyo de quienes realmente la querían, estaba lista para enfrentar lo que fuera necesario.