El mal ronda en cualquier lado, tienes que ser cuidadoso y desconfiar, una vez que te atrapa, es difícil que te suelte.
Nuestros protagonistas se verán obligados a enfrentar sus peores miedos y a luchar por sobrevivir y proteger a su pequeña familia ante una presencia sobrenatural que parece estar determinada a destruirlos.
La historia explora temas de miedo, supervivencia y la naturaleza del mal, mientras que Elizabeth y Elías se ven obligados a tomar decisiones difíciles para sobrevivir, ¿Podrán superar está situación?
NovelToon tiene autorización de Lida Marín para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 13
Mi esposo no tardó en regresar con nosotros, le conté lo que me había dicho Tomás, aunque no me dijo nada, en su rostro se reflejaba la preocupación, estaba igual de asustado que yo, no sé en que momento, nuestra vida cambio tan drásticamente, desconocemos el futuro a partir de este momento, si algún día nos libremos de este mal que nos acecha, y si Tomás pueda volver a ser ese niño alegre y enérgico sin traumas o miedos.
Mi corazón dolió al pensar en todo esto --debemos contactar al sacerdote, ese exorcismo se debe llevar a cabo lo antes posible, no creo que Tomás soporte más esto, se está llevando toda su energía-- mi esposo asintió.
Por fin llegamos a un hotel, después de pasar por un par que no nos quisieron dar hospedaje por Max, no estaban permitidas las mascotas, finalmente encontramos uno, dónde una señora muy amable no dejó alquilar una habitación, ella nos llevó y nos mostró la instalación, le agradecimos y ella se fue.
Elías tomó el teléfono y llamó enseguida al sacerdote, acordamos llevar a Tomás en dos días, nos dijo que lo mejor era esperar a que el niño estuviese mejor de energía, ya que esto, lo dejaría muy exhausto y posiblemente le causariamos algún daño peor, asi quedamos, mi esposo cortó la llamada, y por primera vez en todo el día, nos permitimos sentarnos y tener un momento de paz y tranquilidad, Tomás aún dormía.
Agarré unas toallitas húmedas y con estas limpié las partes sucias que tenía mi hijo, le cambiamos la ropa, pero el no despertó en ningún momento, después nos turnamos para bañarnos, entré primero, me lavé muy bien las heridas, ardían y dolían demasiado, pero aún así, soporté, gracias a eso, tengo a Tomás a mi lado, al terminar me envolví en una toalla, mi esposo ingreso después, al rato salio completamente limpió, yo ya estaba vestida.
- Ven, vamos a curar tus heridas -- mi esposo agarró lo que compró en la farmacia, lo esparció por la cama.
Me hizo curación, me dolió aún más, pero después senti alivió, miré mis uñas y con lo que tenía, las arreglé, Elías me miraba con tristeza, yo puse mis manos en sus mejillas y por primera vez lo ví llorar, conocía ese llanto, era de impotencia, de frustración, dejé que su cabeza reposará en mi hombro, allí se permitió llorar, cuando se calmó, me abrazó y así nos quedamos un rato.
Luego sentimos un movimiento a nuestro lado, giramos la vista, Tomás estaba despertando, mi niño nos miró y sonrió -- ¿por qué se están abrazando sin mi?-- su pregunta nos hizo reír, lo tomamos de los brazos y lo sentamos en medio de los dos, Max comenzó a mover su cola mostrando su felicidad al ver a Tomás despierto.
Mi niño acarició a su perro, y se puso a jugar un rato con el, todo parecía estar normal, pero siempre teníamos la incertidumbre, si en algún momento eso iba a cambiar, y de nuevo tendríamos que vivir esa pesadilla... Ya habían pasado 2 horas de estar en el hotel, y nuestro hijo estaba de buen ánimo, incluso, no volvió a nombrar al niño.
- mamá, papá, tengo hambre, ¿podemos cenar hamburguesas?-- Tomás nos miró haciendo un puchero.
- Está bien, vamos a comer lo que tú quieras -- le dijo Elías, el agarró el teléfono y marcó a la recepción, la señora contestó rápidamente.
Ella le dijo que allí preparaban unas deliciosas hamburguesas, mi esposo pidió para los tres, con papas y gaseosa, cuando nos las trajeron, Max estaba babeando, pero no podíamos darle, aunque descubrimos a nuestro pequeño travieso, ofreciendole pedazos pequeños.
-Lo siento, es que el me mira con esos ojos, no puedo resistirme -- no dijo.
- Lo mismo nos pasa contigo, tus ojitos nos convencen-- él sonrió, terminamos de comer y botamos la basura.
Encendimos el televisor y nos acostamos a ver algún programa, poco a poco, nos fuimos quedando dormidos; horas después me despertó el ruido del televisor, miré la hora, eran más 2 de la madrugada, vi a Tomás parado frente al televisor, lo llamé, pero no sé inmutó, le toqué él hombro a mi esposo, el se levantó con mucho cuidado, llegó a dónde estaba parado, lo miró y me hizo un gesto, al parecer estaba sonámbulo, Elías lo tomó con mucho cuidado de los hombros y lo llevó de vuelta a la cama, lo arropamos y continúo durmiendo como si nada, el resto de la noche, no pude dormir, en mi pecho se instaló una preocupación, ¿qué tal si se levanta, abre la puerta y se va?, ¿que tal si pasa algo malo?, mi cerebro me jugaba una mala pasada.
La luz del día comenzó a entrar en la habitación, mis ojos estaban irritados por el sueño que tenía, cuando Elías se despertó, me vio -- ¿no dormiste verdad?-- yo sonreí.
- No te preocupes, lo importante aquí, es que Tomás durmió bien, no pasó nada más durante la madrugada -- le aseguré.
- Hoy tampoco iré a trabajar, yo ya dormí, así que descansa, me haré cargo del niño, iré con el a buscar el desayuno, y sacaré a Max a dar un paseo -- Tomás se despertó al escuchar hablar a su padre.
Mi niño se puso de rodillas en la cama, nos dio un beso a cada uno, luego fue al baño y se cepilló los dientes, y así en pijama, salió junto a su padre y Max, yo me arrope muy bien y me quedé completamente dormida.
No me di cuenta de cuánto tiempo pasó, lo siguiente que escuché fue a Tomás llamándome -- ¡Mamiii, mamiii!-- dijo en un tono suave, yo me desperté y lo miré -- ven a desayunar, papá y yo trajimos algo muy delicioso -- dijo con una sonrisa en sus labios.
Yo me levanté y caminé hacia el pequeño desayunador que había en la esquina de la habitación, Max ya se encontraba comiendo su concentrado, Elías había comprado un gran desayuno, waffles, huevos revueltos, tocino, panecillos, jugo de naranja y café.
- Esto es un banquete -- dije.
- Necesitamos mucha energía, así que come amor-- recalcó.
Yo tomé un poco de cada cosa y me obligué a comer, cuando tengo cargas emocionales y mucho estrés, el apetito se me va, pero lo que dice Elías es cierto, tengo que estar bien, Tomás necesita a una mamá sana y fuerte para enfrentar lo que se viene.