Imagina un mundo donde lo virtual y lo real se entrelazan, y tu supervivencia depende de tu habilidad para adaptarte.
Aquí conoceremos a Soma Shiro, un joven gamer que recibe un misterioso paquete que lo transporta a NightRage. En este mundo, debe asumir el papel de guerrero, aunque con una peculiaridad, lleva una espada atorada en la boca.
NightRage no parece ser solo un juego, sino un desafío extremo que pone a prueba sus límites y su capacidad para confiar en los demás. ¿Logrará Shiro encontrar la salida, o quedará atrapado en este mundo para siempre?
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Capítulo 4
—Vaya, eso explica mucho. Bueno, no te preocupes. Este pueblo es tranquilo, pero tiene sus secretos —dijo Tsukasa mientras seguían caminando.
Sagi pensaba en silencio. No es que no sepa cómo moverme, es que este no es el mundo real, pensaba, aunque no tenía forma de explicarlo. Lo único que podía hacer era asentir o negar con la cabeza, lo cual empezaba a frustrarlo un poco.
Mientras caminaban por las tiendas de comida y armaduras, la chica que los había estado siguiendo mantuvo cierta distancia, pero siempre a la vista. Tsukasa la notó en más de una ocasión, pero no dijo nada, concentrado en las
explicaciones que le daba a Sagi.
—Este pueblo es una buena base para prepararse, pero las misiones de verdad están en las mazmorras cercanas —dijo Tsukasa, señalando un tablón de misiones donde se podían ver anuncios de recompensas por cazar criaturas o
recolectar objetos raros.
—Yo llegué hace unos días, porque escuché rumores sobre una mazmorra cercana. Dicen que hay un dragón de hielo pequeño viviendo allí, y sus escamas valen una fortuna.
Los ojos de Sagi se abrieron al escuchar eso. Un dragón de hielo, una criatura
rara y poderosa, era una gran oportunidad. Hizo un gesto con las manos, como si le estuviera insistiendo a Tsukasa que debían ir a buscarlo.
Tsukasa río y negó con la cabeza, aunque su sonrisa no desapareció.
—Ya lo intenté. La persecución de antes fue porque me metí en una zona asegurada cerca del bosque —explicó —Creo que la entrada a la mazmorra está en un claro, pero no es fácil llegar. Está llena de goblins, y no todos son como los que enfrentamos hoy. Algunos son mucho más grandes y fuertes.
Sagi frunció el ceño, recordando el enfrentamiento anterior. En medio de la batalla, había notado algo importante, sobre las cabezas de los goblins había nombres que se destacaban por su color. Los que enfrentaron tenían el nombre en verde, lo que significaba que eran enemigos débiles.
En muchos MMORPG, el color indicaba la dificultad de los enemigos, verde para los fáciles, naranja para los más complicados, y rojo para los más peligrosos. Luego, para diferenciar a la gente de confianza estaban los nombres con colores azules, donde se hallaba Tsukasa.
—Si los goblins que enfrentamos eran verdes...—Pensó Sagi —Los que Tsukasa menciona deben ser naranjas o incluso rojos. Esto será mucho más difícil de lo que pensaba. —
Tsukasa continuó, interrumpiendo sus pensamientos.
—Si vamos a entrar ahí, necesitaremos un buen plan y mejor equipo. No podemos lanzarnos a lo loco. Los goblins más fuertes podrían destruirnos si no estamos preparados.
Sagi asintió, entendiendo que esta misión sería mucho más complicada. Pero al mismo tiempo, sentía una emoción que no había experimentado en mucho tiempo.
Mientras caminaban hacia el borde del pueblo, el sol comenzaba a ocultarse tras las colinas, tiñendo el cielo de un naranja profundo. El crepúsculo cubría el paisaje, y las sombras de las casas y tiendas comenzaban a alargarse. Tsukasa, notando la hora, se detuvo por un momento y miró a Sagi con una expresión
pensativa.
—Oye, esto puede sonar obvio, pero… ¿tienes algo de dinero para quedarte en una posada?
Sagi, sin poder decir nada, simplemente bajó la mirada, avergonzado. La falta de ingresos era algo que ya lo había inquietado antes. A su pesar, negó con la cabeza, lamentándose por dentro.
—Ya lo imaginaba —respondió Tsukasa, restándole importancia con un gesto de a mano— No te preocupes. Puedes quedarte en mi posada. No es la mejor, pero sirve.
Sagi asintió agradecido, aliviado de no tener que pasar la noche al aire libre. Una vez dentro de la posada, Tsukasa noto que la chica que los había estado observando durante todo el día seguía tras ellos, siempre manteniendo cierta distancia.
Tsukasa, con su habilidad para detectar presencias a 10 metros, le comentó a Sagi mientras cenaban en silencio:
—Mi habilidad para detectar personas siempre parpadea cuando hay alguien cerca… esa chica todavía nos sigue.
Intrigado, Sagi se levantó y salió de la posada para comprobarlo por sí mismo. Al abrir la puerta, efectivamente la encontró ahí, de pie, algo avergonzada. Tenía los hombros encogidos y miraba hacia el suelo, como si no supiera qué decir.
Ella lo observó, notando su espada colgando de la boca, y antes de que pudiera decir algo, empezó a hablar.
—Quiero disculparme... —dijo con voz suave—. Antes... te juzgué mal. Me asustaste, y eso fue injusto de mi parte. Lo siento. Sagi, queriendo mostrar su amabilidad y que no había rencor, hizo algunos gestos con las manos, intentando expresar que no hacía falta disculparse.
Sin embargo, la chica notó algo raro en él.
—Espera… ¿en serio no puedes hablar? —preguntó, algo preocupada. Sagi negó con la cabeza, lo que sorprendió a la chica.
—¿Por qué no te sacas la espada? —preguntó curiosa.
Sagi intentó mostrarle cómo la espada estaba firmemente atrapada en su boca, incapaz de ser removida. Al ver el esfuerzo de Sagi y lo absurda que era la situación, la chica casi suelta una carcajada, aunque rápidamente se tapó la boca
y sus ojos reflejaron disculpa.
—Perdón, perdón —dijo entre risitas—. Es que nunca había visto a nadie con ese… ¿problema?
Antes de que Sagi pudiera reaccionar de alguna manera, la chica continuó hablando.
—Escuché tu conversación con el vaquero… sobre el dragón de hielo, me gustaría unirme a ustedes.
Justo en ese momento, Tsukasa apareció detrás de Sagi con su actitud relajada de siempre, interrumpiendo la conversación.
—¿Te quieres unir a nuestro grupo? —le preguntó directamente a la chica—Lo hubieses dicho antes niña, estoy dispuesto a compartir la recompensa y admito que no es una misión fácil, necesitaremos todo el apoyo posible.
La chica titubeó un poco, observando tanto a Tsukasa como a Sagi. A pesar de las dudas, sus ojos brillaron al mirar a Sagi. Era como si viera en él algo diferente, algo que la hacía pensar que tenía potencial.
— Bien… Mi nombre es Aoki Elizabeth, pero pueden decirme Eli —dijo, inclinando levemente la cabeza—. Soy una maga aprendiz, todavía no tengo
hechizos muy poderos, pero… prometo serles útil. Afirmo con seguridad.
Sagi intentó decir algo, pero solo hizo un gesto torpe con las manos, lo que provocó una pequeña sonrisa cómplice de Tsukasa.
—Bueno, Eli, no es mucho, pero tenemos espacio en la posada. Puedes quedarte con nosotros esta noche, si quieres.