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Mil Años De Metamorfosis

Mil Años De Metamorfosis

Status: En proceso
Genre:Viaje a un mundo de fantasía / Fantasía épica / Superhombre / Espadas y magia
Popularitas:455
Nilai: 5
nombre de autor: zack storytime

Un soldado de un antiguo reino fue sometido a un experimento para transformarlo en un arma de destrucción masiva mediante alteración genética. Algo salió mal y despertó mil años después, en un mundo mágico lleno de bestias de fantasía. Desorientado, encuentra las ruinas de su reino y un nuevo campo de batalla entre civilizaciones desconocidas. Con habilidades sobrehumanas, debe descubrir su propósito en este nuevo y peligroso mundo.

NovelToon tiene autorización de zack storytime para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 5: La base Ideal

Con la mochila improvisada llena de artefactos y recuerdos, Zen se levantó al amanecer, listo para continuar su exploración de las ruinas de Cifiris. Aunque el día anterior había encontrado algunas pistas importantes sobre el destino de Mecaget, sentía que aún quedaba más por descubrir. Con una determinación renovada, se adentró nuevamente en la antigua ciudad, decidido a explorar cada rincón antes de fijar su rumbo hacia la capital.

Zen se movía con cautela entre las estructuras derruidas, sus sentidos alertaban a cualquier señal de algo valioso o significativo. Los edificios, aunque en ruinas, todavía mantenían un aura de la grandeza que alguna vez tuvieron. En su recorrido, encontró lo que parecía haber sido un mercado central. Los puestos, ahora desmoronados y cubiertos de vegetación, alguna vez habrían sido el centro de comercio y vida en la ciudad. Miró a su alrededor, imaginando la actividad frenética de los comerciantes y clientes que habrían llenado esas calles.

Mientras continuaba explorando, encontró más botellas y herramientas que confirmaban la importancia de Cifiris como un centro de producción de alcohol en Mecaget. Sin embargo, no encontró nada nuevo que arrojara luz sobre el destino de la ciudad o su gente. Cada esquina que doblaba, cada edificio que exploraba, parecía estar lleno de las mismas pistas antiguas y ya conocidas. Después de varias horas de búsqueda infructuosa, comenzó a aceptar que tal vez no había más respuestas en estas ruinas.

Decidido a no perder más tiempo, Zen se dirigió hacia el límite de la ciudad, donde las ruinas comenzaban a dar paso a la densa vegetación del bosque. Desde la posición elevada de una colina cercana, miró hacia el norte. Sabía que la capital de Mecaget, Norgel, se encontraba a unos 475.000 kilómetros en esa dirección. Calculando a grosso modo, se dio cuenta de que el viaje podría tomarle alrededor de 150 días, o incluso más, dadas las condiciones del terreno y la falta de caminos adecuados.

La magnitud del viaje le hizo comprender que no estaba listo para una travesía tan larga y agotadora. Necesitaba prepararse mejor, reunir más recursos y quizás establecer una base temporal antes de embarcarse en la larga marcha hacia la capital. Con esta decisión en mente, comenzó a moverse hacia el norte, buscando un lugar adecuado donde pudiera asentarse temporalmente y prepararse para el viaje.

Durante los siguientes días, Zen exploró el terreno meticulosamente, evaluando cada área en busca de un lugar que pudiera servir como base. Caminó por bosques densos, cruzó ríos y escaló colinas, siempre manteniendo la mirada fija en el horizonte y la mente alerta a cualquier signo de una ubicación adecuada. Después de unos 15 días de búsqueda, se encontró con algo que llamó su atención: un pequeño pueblo de orcos, a unos tres kilómetros de su posición actual.

Desde su posición elevada, pudo ver la aldea en detalle. Estaba rodeada por una empalizada rudimentaria y se componía de varias cabañas toscamente construidas. Los orcos, con su piel verde y resistente, se movían por el asentamiento, ocupados en sus tareas diarias, ajenos a la presencia de Zen en la distancia. La piel de los orcos era tan dura que ni siquiera las balas podían atravesarla fácilmente; solo proyectiles de gran calibre, como los de escopetas, podían dañarlos un poco y los caños acabar con ellos. Además, eran seres fuertes y ágiles, de alrededor de dos metros a dos metros treinta de altura, conocidos por su orgullo y ferocidad, aunque no eran muy listos.

Para Zen, la idea de tomar el control de la aldea no le generaba ningún conflicto moral. En su forma humana, habría sido una misión peligrosa. La resistencia y fuerza de los orcos, combinada con su brutalidad, habrían hecho que enfrentarse a todos sea complicado. Sin embargo, en su nueva forma, la situación era diferente. No sabía exactamente cuán difícil sería enfrentarse a ellos, pero estaba decidido a averiguarlo. Esta sería una oportunidad perfecta para medir la escala de sus nuevas habilidades y determinar su posición en este nuevo mundo.

Zen sabía que, aunque ya no era humano, aún se regía por un código de vida. No atacaría sin razón, pero en esta situación, veía la aldea de los orcos como una caza necesaria para su supervivencia y preparación. Los orcos, conocidos por su crueldad hacia los humanos y otras criaturas, no le generaban compasión. Para él, esto no era más que una cacería, una forma de asegurar su propio bienestar y seguridad en un entorno hostil.

Con una determinación fría y calculadora, Zen comenzó a planear su ataque. con cautela, pero sus nuevos poderes y habilidades le daban una ventaja considerable sobre los orcos y en el peor de los casos usaría magia para acabar con todos de un ataque. Mientras observaba el asentamiento desde la distancia, trazó mentalmente su estrategia, evaluando los puntos fuertes y débiles de la aldea.

El sol comenzó a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de colores rojizos y anaranjados. Zen se preparó para el asalto, consciente de que la oscuridad le daría una ventaja adicional en su ataque. Con sus sentidos agudizados, se acercó sigilosamente a la aldea, moviéndose con la gracia y la precisión de una bestia cazadora.

Mientras se acercaba, los orcos seguían ocupados en sus actividades, ajenos al peligro que se cernía sobre ellos. Zen observó cómo se movían y realizaban sus tareas, notando su falta de coordinación y la arrogancia que mostraban en sus interacciones. Era evidente que confiaban demasiado en su fuerza bruta y resistencia, subestimando cualquier amenaza potencial.

Zen en el borde del pueblo orco, su cuerpo tenso y listo para la acción. Sabía que esto es un paso necesario en su camino hacia la capital de Mecaget. Con un último vistazo al asentamiento, tomó una respiración profunda y se preparó para el ataque, su corazón latía con fuerza la emoción lo invadía de tener un combate después de mil años, dispuesto a reclamar la aldea como su base temporal en su viaje hacia el norte dió inicio a la caería.

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