Rosas Y Armas

La habitación se mantuvo silenciosa, solo se podía escuchar el suspiro que había hecho Trevor al ver que la persona que él esperaba que debíaestar dentro, no se encontraba. Luego le siguieron el sonido de arrastre de suspies hasta tirarse sobre el sillón de cuero oscuro, dejando que se cuerpo se deje caer en una postura totalmente relajada y despreocupada. Levantó una pierna y su tobillo y la rodilla de su otra pierna, se tocaron, dejando ver la forma de triangulo que sus piernas formaban.

No me moví del lugar donde mis pies se plantaron.

Aunque solo habían pasado segundos desde el momento en que entre a la habitación, mi respiración era calmada, sabía que no debía saltar a conclusiones sin antes prestar bastante atención a mi alrededor. Aunque sabía que mi situación no era para nada buena, en ese momento recordé que había dejado mi móvil en la minivan. Si me habían traído por lo que sabia, estaba agradecida que no tenía mi móvil conmigo misma, eso retrasaría totalmente lo que ellos están buscando. Si lograba salir de acá, sabía que debía deshacerme de aquel móvil.

Mis pensamientos iban corriendo de aquí y para allá, pero en el momento que mis oídos captaron el sonido de unas puertas abrirse con fuerza y el sonido de zapatos acercándose, mi cuerpo se tensó y sentía mi garganta seca. El sonido había provenido de la puerta que se encontraba en el otro extremo y de ahí salieron cuatro personas, todas parecían seguir y estar atentos a quien su simple presencia parecía ser abrumadora.

Agache la cabeza y me oculte debajo de la gorra y los lentes.

Trevor deja la revista la cual estaba mirando sentado en el sillón, se levanta y acomoda la chaqueta del traje que llevaba puesto. En ese momento, tomo aire, lo retengo por unos largos segundos y luego lo suelto en silencio. Levanto la mirada para clavarla en el hombre que había hecho que el aire en la habitación se drenara por completo y sea difícil de respirar.

Del otro lado de la habitación, donde se encontraba el escritorio. Se encontraba el hombre más temido de este continente. Su mirada era del color más frio, un azul que parecía tragarte y dejarte sin escapatoria, ahogándote en lo que parecía ser la parte más oscura y temible del mar. Aunque mis piernas temblaron un poco, no aleje la mirada. Su cabello negro azabache, se encontraba peinado hacia atrás para mantenerlo en orden, pero lo que parecía ser un pequeño y largo mecho que tocaba la parte baja de su ceja, se había rebelado. Su cuerpo era grande, temía que podría ser más un oso que un ser humano, vestido con un traje gris oscuro, debajo una camisa negra y corbata roja sangre, había hecho que mi corazón diera un vuelto en mi pecho y mi mente volviera a buscar por alguna forma de escapar de este lugar. Lo que comenzaba a llamarme la atención fue que a pesar de que nos encontrábamos en plena primavera, sus manos estaban cubiertas por unos guantes, parecían ser una segunda piel para él. Sus ojos se movieron lentamente por todo mi cuerpo, perforando cada parte de mí. Su nariz recta acompañaba perfectamente su rostro, su mandíbula se mantenía tensa y afilada, sus labios se encontraban fruncidos y parecían tener el volumen exacto para el rostro que tenía, lo cual podía dejar a cualquier mujer del mundo sin aire y con piernas que olvidarían soportar el peso del cuerpo, para luego caer arrodilladas frente a él.

Cuando su mirada se vuelve aún más fiera y oscura, no dejo que me intimide. Enderezo mi espalda y lo miro con la misma intensidad con la que él lo hace, por una fracción de segundos él deja de mirarme al rostro y escanea lo que tenía en mis manos, no muestra ni una diminuta expresión. Por lo que, en ese mismo segundo, sus ojos vuelven a caer sobre mi rostro.

—Bien, he hecho lo que me pidieron…—Trevor desde donde se encontraba parece desperezar un poco su cuerpo y con la misma sonrisa despreocupada comienza a despedirse. —es hora de mi descanso. Yo…

—Quieto, Trevor. —el estruendo de su voz grabe y ronca, hizo que mi sangre comenzara a bombear más rápido por mis venas. Una agradable voz que capturaron a mis oídos. Sentía que mis manos que sostenían el ramo temblaban inconscientemente. —Después de esto debo hablar contigo.

La orden parecía que la había dado una persona a su perro, para que deje de moverse y permanezca quieto. El cuerpo de Trevor se tensó, su rostro mostró una expresión decepcionada, quería huir de esta sala para poder ir a relajarse a otro lugar, pero le acababan de negar la solicitud.

El hombre sin expresión, deja lo que parecía ser una carpeta sobre el escritorio, sus ojos no se habían despegado de mi rostro en ningún momento. Él estaba observándome, expectante de cada movimiento que hacía o de las veces que tomaba aire con dificultad. Tenía la garganta demasiado seca, comenzaba a doler.

—Bien…—parecía tener algo en la cabeza cuando pronuncia eso, en una voz lenta y pausaba. —Tengo muy  poco tiempo, así que, iré al grano.

Mi mirada tiembla.

—¿Dónde está mi hermano? —su pregunta fue corta y concisa. Aun así, podía sentir el poder y la intimidación en cada palabra. No podía permitirme en comer ningún error.

Mis ojos solo se centraron en él, todo en mi me gritaba que la bestia, dueña de este lugar, era quien no apartaba la mirada de mí. Sus ojos se volvían cada vez más fríos, sentía que le molestaba la gorra y los lentes, los cuales ocultaban partes de mi rostro.

Trago en seco.

—No sé de qué hablas.

El silencio vuelve a reinar en la habitación. Mi respuesta no parece agradarle, ya que su frente parecía conocer la expresión del ceño fruncido. Por lo que lo hace inconscientemente.

—¿Dónde están mi hermano y su hermana?... —su voz se vuelve más potente.

—Ya se lo dije, no sé de lo que habla. —aprieto con fuerzas el ramo de flores en mis manos. —Ahora, podría permitirme retirarme.

Estoy orgullosa de que mi voz no tiemble en ningún momento, en mis labios se forma una media sonrisa sarcástica.

—Señorita…—piensa por un segundo. —, Laurens, no se irá de este lugar hasta que responda con honestidad mi pregunta. Es mejor para usted y su hermana, si dejan ir a mi hermano en este momento cuando estoy pidiendo las cosas de una manera calmada.

¿Calmada? ¿Había dicho que estaba pidiendo las cosas de manera calmada? Mi corazón late más rápido y siento que el enojo surge en mi interior. ¿Este hombre me está tomando el pelo o qué?, ¿Cómo puede decir que engañar a una persona para luego secuestrarla y dejarla sin opciones de salida, sea pedir algo con calma?

Sin darme cuenta, de mis labios se escapa el suspiro de una risa.

—¿Acaso está jodiendo conmigo? —el tiempo se detiene, el aire parecía congelarse y todos en la habitación retuvieron su respiración. — ¿Estas intentado decir que mi hermana y yo, tenemos secuestrado a su hermano? ¿Qué es esto, un juego de niños para usted? Me trae aquí sin mi consentimiento, para que responda preguntas de las cuales las respuestas no las sé.

Él parece no inmutarse por lo que había dicho.

—La que debe de dejar los juegos atrás, es usted, mujer. —él decide dejar caer su cuerpo sobre la silla detrás de su escritorio e inclinarse un por hacia atrás. Cuya acción hace tensar la tela del traje sobre su gran y fuerte cuerpo. La tela del traje parece crujir al estirarse y dejar que se note lo buen formado que estaba. —Sé muy bien que hace un mes atrás tuvo una cena con su hermana y Nathan en un restaurante. —él parecía nunca perder el control de la situación. —Ahora, le doy un consejo. Es mejor que responda con honestidad y así podrá tener una buena recompensa si me dice donde se encuentran Nathan y su hermana. Su hermana quedara completamente impune de lo que ha hecho.

—¿Qué quiere decir? —doy un paso hacia adelante. —Mi hermana, no ha cometido ningún crimen. No puede acusarla de cosas que nunca ha hecho. —el rostro angustiado de mi hermana se refleja frente a mis ojos, sus palabras con miedo de que algo le pasara a su familia, comenzaron a perturbar mi mente en ese segundo.

Si hablaba este hombre iba a destrozar todo a su paso, sin importar los sentimientos de los demás, ni de su hermano. Estaba listo para cumplir su objetivo.