Volverá... y los que la hicieron sufrir lloraran
Estoy corrigiendo los errores de los capítulos de a poco. Si encuentran algún fallo, me avisan, por favor. Gracias por la paciencia.
Te invito a pasar por mi perfil y leer mis otros escritos. Esos ya están terminados.
NovelToon tiene autorización de Karinna para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
05 - ¡TRAIGANLA!
¡TRAIGANLA!
Un par de cuadras adelante, se detuvo jadeando. Había corrido todo el trecho para asegurarse de que no la siguieran. El desayuno en su estómago, si bien no había llegado a ser abundante, estaba empezando a pugnar por salirse.
Se sentó en un cantero e intentó serenarse. Lo último que quería era vomitar la única comida que había saboreado en tres días. Cerró los ojos y respiró profundamente varias veces, hasta que sintió que su estómago se calmaba.
Abrió los ojos y, ahora sí, miró a su alrededor. Estaba en un barrio de clase alta cerca del centro. No era tan exclusivo como El Millar, pero las antiguas casas señoriales mostraban la opulencia de una clase acomodada. Se paró inmediatamente alejándose del cantero, pues sabía que si permanecía sentada mucho tiempo llamarían a la policía debido a la facha que traía.
Volvió a formar el mapa de la ciudad en su cabeza para orientarse y para saber hacia dónde debía caminar. Se dispuso a volver inmediatamente a su zona. No tenía nada que hacer en este lugar.
Suspiró profundamente. Estaba resignada a que este fuera otro día perdido y otra tarde sin comer. Enderezó la espalda para sentirse un poco más segura de sí misma y, sin dilación, comenzó a andar.
En el restaurante, Eduardo estaba sentado frente al desayuno a medio comer que había dejado la muchacha. Era consciente de que había manejado mal las cosas y la había ofendido. Ella le hizo un favor y él se lo pagó tratándola como si fuera un ser inferior. Se consideraba un hombre íntegro, por lo que no estaba conforme con su actitud ante la mujer.
Guillermo, su ayudante, estaba sentado estoicamente frente a él con el semblante pálido. El golpe que recibió de la chica no había sido muy fuerte, pero sí certero. De todos modos, intentaba parecer sereno ante su jefe, pero en su interior deseaba retorcerle el cuello.
- Cuando te repongas, irás a averiguar todo sobre esa chica. Quiero saber todo lo que tenga que ver con ella.
- De acuerdo, jefe. Pero ayudaría si tuviera alguna idea de dónde pudo haber perdido su billetera. Será más fácil encontrarla si sabemos eso.
- No. No tengo idea. Reconstruye el recorrido de ayer por la mañana y comienza por buscar en esos lugares.
- Es una excelente idea, Jefe. Eso acortaría el radio de la búsqueda.
Dicho eso, se puso de pie y le recordó a su superior que en poco tiempo tendría una reunión importante. Este asintió y ambos se dirigieron a la salida.
Horas después, el empresario leía el papel en su mano.
Nombre: Claudia Patricia Giménez.
Edad: 20 años.
Alias: Katrina.
Domicilio: No declarado.
Profesión: Vendedora callejera.
Estudios: Primario completo. Escuela pública N° 128.
Secundario en curso. Escuela pública N° 33, anexo nocturno. Cuarto año.
Materias adeudadas: ninguna. Mejor promedio de los años anteriores.
Familia:
Madre: Eugenia Giménez, 33 años. Soltera. Ejerce la prostitución en la calle. Adicta al crack. Actualmente en pareja con Gustavo Martínez, desempleado, sin estudios, alcohólico. Varias denuncias por agresión.
Padre: Desconocido.
Hermano: Juan Carlos Giménez. Fallecido por sobredosis a los 16 años.
Vive en situación de calle desde los ocho años. Huyó de su hogar por razones desconocidas.
Eduardo leyó el escueto informe y miró disconforme a su ayudante.
- ¿Sólo eso?
Guillermo agachó la cabeza, avergonzado.
- Señor: es una sin techo. No tiene ingresos regulares, por lo que no hay historial de crédito, servicios o tarjetas a su nombre. Esta información la recopilé contratando a un detective privado, pues cuando yo quise averiguar, nadie respondía a mis preguntas.
- Está bien por ahora. Quiero que la encuentren y la traigan.
- Pero…
El ejecutivo lo miró seriamente y el auxiliar bajó la cabeza una vez más.
- Está bien, Jefe. La traeremos cuanto antes.
Pasó una semana desde el conflicto con el empresario y Katrina volvió a su rutina, ajena a los planes de Eduardo para ella. Ofrecía su mercancía en el semáforo como cada mañana y recorría las calles en busca de su próxima comida.
Volvía a hacer calor durante el día y ella ya estaba sudando profusamente dentro de su mameluco.
Una camioneta tipo furgón estacionó junto a ella. La ventanilla del acompañante se abrió distrayéndola. Cuando estiró su mano con el producto que ofrecía, el acompañante la tomó y la jaló hacia adentro. Al mismo tiempo, se abrió la puerta trasera y bajaron dos hombres que la inmovilizaron y la subieron al vehículo a la fuerza. Ella intentó gritar, pero le pusieron una cinta en la boca y le amarraron las manos. La operación no llevó ni un minuto y la camioneta se puso en marcha nuevamente sin despertar sospechas.
El edificio de KPlaza Group era enorme. Estaba en el microcentro y los sesenta y seis pisos lo convertían en el tercero más alto de la ciudad. Era el único edificio privado que contaba con un helipuerto, además de varios subsuelos para estacionamiento. Hacia allí se dirigió la camioneta anónima llevando un raro cargamento.
Un ascensor discreto comunicaba directamente con la última planta del edificio, específicamente con el despacho del director que no era nada más ni nada menos que Eduardo Gómez.
Los hombres cargaron a la muchacha como una bolsa de papas sin mucho cuidado. Se había resistido todo el camino y ni las amenazas ni los golpes lograron calmarla. Se retorcía como un gusano logrando que al hombre que la cargaba le costara mantener el equilibrio.
- ¡Quédate quieta, maldita bruja! - gritó el jefe de la pandilla mientras le levantaba la cabeza tomándola de los cabellos. Ella sintió el tirón y los ojos se le llenaron de lágrimas involuntarias. Pese a eso, siguió pateando y revolviéndose frenéticamente. Miraba con odio al hombre que la tenía agarrada del cabello y le dirigía todo su repertorio de insultos, pese a que la cinta en la boca hacía que no se le entendiera nada.
Eduardo escuchó el sonido del ascensor subiendo. Sabía quién venía porque era un elevador privado que usaba una tarjeta para encenderlo. Lo utilizaba siempre que quería entrar o salir de su oficina disimuladamente. Por eso, sólo él y Guillermo, su ayudante, tenían la ficha que lo activaba.
Al fin se escuchó el sonido de las puertas al abrirse. Eduardo se dirigió hacia la abertura y vio, con los ojos desorbitados, cómo los hombres traían a la mujer cargada como un saco y tironeando su pelo. Por otra parte, ella se revolvía como una gata salvaje pateando aunque tuviera los pies atados. Al hombre que la transportaba le costaba mantenese en pie debido a sus movimientos, así que en cuanto llegó hasta dónde estaban los sillones, la soltó sin ningún miramiento. Esto provocó que ella se diera otro golpe, esta vez en la cabeza, y quedara medio atontada.
por fin una historia diferente!!
felicitaciones..
me siento muy identificado