La Ladrona Y El Mafioso

Me di una ducha y luego fui a la habitación que una de las empleadas me había indicado mientras esperaba a que me trajeran algo de ropa.

Estaba por salir a preguntar en qué momento la traerían cuando la puerta de mi cuarto se abrió dejando entrar a una muy elegante señora en uniforme.

—Vaya, otra zorra italiana. Esto no debería sorprenderme— Lanzó a mis pies la ropa que había traído mientras sonreía burlonamente.

—¿Disculpe?

—Así que tú eres su reemplazo. Que patético, ¿cuánto te está pagando?— Está mujer se volvió completamente loca.

—Señora no sé de que me está hablando, por favor váyase.

—Eres igual a la otra— ¿Otra? —Creyéndose las dueñas y señoras cuando no son más que unas zorras baratas— Que me llevé el diablo, este no es uno de mis mejores días y que ahora tenga que aguantar las estupideces que está diciendo esta mujer es demasiado.

Me acerqué a ella con paso firme y estampe mi mano en su cara haciéndola callar.

—No se a que otra se refiere, pero créame que yo no soy igual a ella. Si me busca me va a encontrar y más vale para usted que este de buen humor— La agarré del brazo y la saqué de la habitación a empujones. —Búsquese una vida o vaya a joderle la paciencia a alguien más, vieja sangrona.

No me importa a quien le vaya con el chisme. Si ese hombre me perdono por robarle algo que al parecer es muy importante para él no creo que me diga nada por cantarle sus verdades en la cara a esta señora.

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Al final terminé por quedarme dormida y no supe si Diego había regresado o no, por lo que en la mañana decidí levantarme temprano y ver si me lo encontraba. Si él planeaba mantenerme aquí es porque debo parecerle útil para algo.

—Buenos días, señorita Fox— Una chica de igual uniforme que la señora de anoche me saludo.

—Estoy buscando al señor Manssiani, ¿Sabes si está aquí?

—Si, señorita. Él está a punto de desayunar. ¿Desea acompañarlo?

—Sí, iré con él.

—¿Le indico por donde es?— Estudié esta casa perfectamente para poder robarla, encontrar el comedor no se me hará difícil.

—No es necesario, gracias— Estaba por irme, pero recordé a la mujer de anoche y me detuve. —Espera, una mujer me trajo ropa anoche, ¿Quién es?— Está mañana alguien diferente volvió a traerme ropa. Supongo que la lección de anoche le servirá para mantenerse alejada de mí.

—Debió haber sido la señora Agatha. Ella es el ama de llaves y la única que puede tener acceso a la ropa de la señora Paula.

—¿La señora Paula?

—La esposa del antiguo dueño— ¿Entonces la ropa que llevo puesta es de esa mujer? Al menos tiene buen gusto.

—Gracias señorita...

—Llámeme Rita.

—Muy bien, Rita. Gracias— Continúe mi camino hacia el comedor, pero algo me seguía dando vueltas en la cabeza. ¿Por qué los antiguos dueños dejarían tantas pertenencias en este lugar? Y qué pasa con los empleados, ¿han estado aquí dueño tras dueño?

—Rachel, no sabía cuándo despertarías, por eso no me atreví a despertarte.

—No te preocupes por formalidades. Tan solo soy una empleada más.

—No te dejé aqui como mi empleada. Lo hice como mi invitada.

—Invitada? Pero...intenté robarte.

—Acto del cual quiero creer que estás arrepentida. Además, me recuerdas a alguien muy especial para mí.

—Está bien, pero de seguro haré algo aquí. No me parece estar todo el día sin hacer nada.

—De eso no te preocupes. Hoy me acompañarás a un lugar. Esta será la primera prueba para que me demuestres que puedo confiar en ti.