Arabela, una joven tranquila, vive su adolescencia como una etapa de experiencias intensas e indescifrables.
NovelToon tiene autorización de Vero Vero para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAP 4. ¿QUÉ TE PASA?
De verdad no quería voltear, pero mi fuerza de voluntad no me sirvió de mucho. Cuando alcé la vista, Rebeca hablaba con su novio. Él estaba sentado en el escritorio del profesor y la tenía tomada por la cintura. La hora libre parecía eterna, y verlos así me produjo cierto desagrado, decidí salir del salón. Ese fue el motivo, pero también tenía que terminar una tarea que había dejado pendiente.
Fuí a la pequeña biblioteca de la escuela para concentrarme mejor. Estuve ahí por media hora haciendo mi trabajo. Cuando terminé de leer, tomé los libros y tramité un préstamo para continuar el trabajo en casa.
Aún tenía que volver a clases. Al salir de la biblioteca, escuché pronunciar mi nombre. Volteé sin percatarme de que alguien venía del otro lado, provocando un choque tan brusco que los libros cayeron al suelo. La chava que tropezó conmigo se disculpó, yo hice lo mismo y ambas nos sonreímos. Mientras me ayudaba a recoger los libros, Rebeca apareció frente a nosotras.
―¿Te ayudo? ―alzó una ceja inclinando su cabeza y por el tono antipático que usó, espantó a la compañera que estaba alzando los libros, la miré con el entrecejo arrugado, la otra chica se alejó de prisa.
No sé qué fue lo que pasó. ¿A caso fue una especie de escena de celos? No lo creo. Rebeca terminó ayudándome a recoger los libros, y me dio su mano para levantarme del piso. Amable le agradecí, sonreí, y di media vuelta. Cuando estaba de espaldas, me detuvo apoyando su palma sobre mi hombro.
―Espera, Arabela, tenemos que hablar.
Las chicas que caminaban a nuestro alrededor murmuraban. Después de darme cuenta, me sentí incómoda.
―No, tú y yo no tenemos nada que decirnos— contesté en voz baja, sintiendo arder mis mejillas.
Rebeca tomó mis manos y con tono tierno, de hecho muy desalineado al carácter que presentaba con lo demás, lo pidió, impaciente:
―Por favor, hablemos ― sus ojos se cubrieron de un cálido brillo. No pude resistirme.
Le sugerí ir a un sitio para hablar tranquilas. Uno de los mejores lugares era el pasillo que llevaba a la sala de profesores. En horario de clase este camino siempre estaba vacío. En una esquina se encontraba una banca de madera donde las personas esperaban ser atendidas, en ese momento no había nadie. Nos quedamos paradas antes de que ella fuera convencida por mi mirada insistente para que tomara asiento.
―Te he estado buscando por todos lados.
―¿Y por qué? Yo que sepa, tú y yo no tenemos nada que nos relacione —me senté.
―Pero podríamos— asentuó su tono dulce. Mi cuello se tensó.
Inteligente la joven, me dio la vuelta con mi propio argumento. Era evidente que tenía varias estrategias para hacerme dudar de mi capacidad de escape. Conmigo se portaba como una dulce, pero con otras personas era fría y directa. No podía creer sus palabras, seguro jugaba, me estaba volviendo loca. Si accedía tan siquiera un poco, ella y sus amigas se burlarían de mí, no tenía que caer en su trampa.
―¿Cómo puedo estar contigo, si tú estás con alguien más? —ladeé mi cabeza y fruncí el labio.
―No, ya no es así.
―¿Cómo?
―Sí. Cuando nos viste hablar, era porque estaba terminando con él.
―¿Notaste que te observaba?
―¿Cómo no notarlo?, tu mirada era muy intensa. Aunque no me di cuenta cuando te fuiste.
―Tenía tarea pendiente —respondí sin que ella me pidiera explicación.
―Sí, Arabela, pero al fin te encontré y ahora solo quiero besarte —Rebeca trató de llegar a mis labios, retrocedí de inmediato. Me paré quedando en el borde de la pared sin soltar mis libros.
—¿Qué haces? —preguntó sin quitarme la vista.
—No. ¿Qué haces tú? —recargué mi palma sobre la pared.
Rebeca se puso de pie y caminó hasta a mí.
—Ya te lo dije, quiero besarte— sopló sobre mis labios, presionó su cuerpo contra mí, por instinto bajé los libros, dejando libre espacio para que su pecho se recargara aún más sobre el mío. Juro que podía sentir latir su corazón en mi piel, las telas de nuestro uniforme vibraban con el movimiento. ¡Carajo! No debí bajar la mirada. Ese botón abierto de su blusa me estaba distrayendo. Su clavícula me estaba llamando, de verdad quería besar ese borde descubierto.
—Arabela —dijo con la mirada fija, apoyando su puño en la pared por arriba de mi cabeza —¿No dirás nada? —Mis pupilas se movían como bolas de billar, inspeccionando su rostro. ¡Diablos! ¡Diablos! ¡Diablos! Me faltaba el aire, sus mejillas parecían bombones, sus labios una manzana, no podía respirar, sus ojos un atardecer, quería llenar de besitos su nariz. ¡No! Quería revivir los besos del juego de botella, que sus labios se comieran mi boca, el calor de la piel suave. ¡Ya no aguantaba!
—Me estás asfixiando —señalé con el dedo índice hacía nuestro torso.
—Oh, lo siento —se apartó espantada. Di un gran suspiro.
—¿Qué están haciendo aquí?— Se escuchó una voz proveniente de la sala de profesores. Rebeca volteó y a mí se me volvieron a caer los libros por el sobresalto.