La Emperatriz Calypso

La fiesta terminó rápidamente y cada quien nos fuimos a descansar. Estaba completamente agotada, así que con solo tocar mi cama, caí rendida.

Al día siguiente me desperté y bajé a desayunar. Estaban todos reunidos y Sandra parecía ignorarme. Al parecer, Román había hablado con ella y calmó su actitud hacia mí.

Cuando se terminó el desayuno, salí al jardín a leer un poco el libro de magia. Ya estaba por terminar de leerlo. Muchas veces intenté hacer los hechizos, pero como aún no tengo mucha magia, no me salen. Así que decidí intentarlo nuevamente cuando regresara al imperio.

—¡Hermana! Acompáñame a buscar a mi pequeño cachorro —dijo Cataleya tirando de mi manga del vestido.

—¿En dónde está? —pregunté.

—Lo tienen en el criadero junto a los demás cachorros —dijo sonriendo.

—Bien, vamos —dije acompañándola.

—Gracias, hermana —dijo tomándome de la mano para caminar.

Caminamos por un buen rato hasta llegar a una pequeña cabaña con cerca donde se miraban a cachorros y perros mayores recorrer el patio. Cataleya rápidamente corrió llamando a su cachorro. Yo me quedé a observarla hasta que Sebastián y Sandra se acercaron a mi lado.

—Veo que acompañas a su hermana —dijo Sebastián.

—Así es —respondí.

—Puedo llamarte por tu nombre o prima —dijo Sebastián.

—Claro, no tengo problema —sonreí.

—Bien, Calypso, tú también puedes llamarme por mi nombre —dijo gentilmente.

—Gracias, Sebastián —dije.

—¿Te interesan los cachorros? —preguntó Sandra de repente.

—Son bonitos, pero no me interesa criar uno —respondí amablemente.

—Bueno, además de cachorros de perros, también tenemos lobeznos por si son de tu interés —dijo Sebastián.

—Nunca había visto a un lobezno. Así que me interesa verlos —respondí.

—Bueno, vamos. Te llevo al lugar —dijo Sebastián.

—Vayan ustedes. Yo me quedaré con Cataleya —dijo Sandra.

Sebastián me llevó a la parte trasera de la cabaña, ahí había más cachorros, pero estos eran lobeznos hermosos y juguetones. Me acerqué a ellos y los acaricié un poco. Cuando al fondo había un pequeño lobezno algo enfermo y flaco, Sebastián, al seguir mi mirada, me dijo:

—Es el último de la camada, nació débil y algo desnutrido. Por más que hemos tratado de alimentarlo, no se puede. Quizás no le quede mucho tiempo de vida al pequeño —dijo suspirando.

En ese momento llegó el capataz a informarle algo del caballo de Sebastián.

—Debo irme por un asunto urgente. Dejaré a unos de mis caballeros para que te escolten hasta el palacio. Y si te interesa algún lobezno, puedes quedártelo. Dejaré indicaciones —dijo apresuradamente.

—Si no te preocupes, ve con cuidado —le sonreí.

Lo vi retirarse y dirigí mi vista hasta el pequeño lobezno en el rincón. Me acerqué hasta él y traté de acariciarlo. Cuando de pronto sentí una descarga eléctrica en todo mi cuerpo. Al cabo de unos segundos, dejé de sentirlo y, al mirar al lobezno, este se encontraba acostado y con mejor semblante. En su pequeño ojo apareció un sello azul, mismo que apareció en mi mano.

Había leído algo de eso en la biblioteca del abuelo. Se trataba de un contrato entre humano y animal. Eran muy raros y se había sabido de pocos casos en cientos de años. Al saber esto, rápidamente le dije a uno de los caballeros que me llevaría al pequeño yo misma.

—Quiero llevarme al pequeño lobezno —dije.

—Como desee, mi lady —respondió el caballero.

Lo cubrí con una pequeña manta y me escoltaron hasta el palacio.

Llegando al palacio, me dirigí a la biblioteca para buscar más información sobre esos contratos. Dejé al pequeño lobezno en un sofá pequeño y busqué los libros para poder entender más sobre esto.

Entre más leía, más me sorprendía. Hace cientos de años, hubo una última persona con un contrato y, a estas personas, las llamaron contratistas.

Me encontraba en la biblioteca que me regalo el abuelo, rodeada de libros antiguos y polvorientos. Había encontrado un libro que llamó mi atención, era la historia de un contratista llamado Darrel.

La historia comenzaba así:

Darrel era un plebeyo, huérfano y criado en una granja. A los 15 años, hizo su primer contrato con una pantera de pelaje negro llamada Rino. Juntos se convirtieron en legendarios, conocidos como el Contratista Oscuro.

Un día, una familia noble, los Archiduques Bonham, lo adoptaron. Darrel se convirtió en Darrel Isac Bonham Estell, hijo de los Archiduques. Tenía una familia que lo amaba, pero todo cambió cuando sus padres y hermanos mayores fueron acusados de traición y ejecutados en el campo de batalla.

—¡Padre! ¡Madre! —gritó Darrel, conmocionado.

Su pantera, Rino, sintió su dolor y se descontroló. Los animales salvajes gritaron y aullaron, los árboles se mecieron intensamente, y el cielo se tornó negro.

—¡No! —gritó Darrel, cegado de ira.

Pero el llanto de su hermana pequeña, Flora, lo trajo de vuelta a la realidad.

—Tranquila, pequeña —dijo Darrel, abrazándola—. Estoy aquí.

Darrel sabía qué hacer en casos de emergencia. Reunió a todo el personal y les explicó la situación.

—Mi familia ha sido acusada de traición —dijo—. Deben abandonar la mansión para ponerse a salvo.

Les repartió bolsas de oro y les pidió que cuidaran de Flora.

—Cuiden de mi hermana —dijo—. Es la última línea de sangre de los Archiduques Bonham.

Los caballeros de la familia se negaron a dejarlo solo, pero Darrel les ordenó que cuidaran de Flora.

—Ella es su verdadera maestra —dijo—. Deben protegerla con su vida.

Darrel se dirigió al bosque, rodeado de animales salvajes. Les pidió que le prestaran sus poderes para vengar a su familia.

—Quiero que me ayuden a hacer pagar a todos en el reino —dijo.

Los animales se postraron a sus pies, listos para seguirlo.

Darrel se convirtió en el último y único contratista con miles de animales salvajes a su disposición. Marchó hacia el palacio, determinado a hacer justicia.

—Vamos, Rino —dijo—. Es hora de vengar a mi familia.

Llegó a la sala del trono, donde se celebraba una fiesta.

—¡Están aquí! —gritó uno de los guardias.

Darrel entró, tumbando las puertas de hierro.

—¡Silencio! —dijo, con una sonrisa sádica.

Comenzó a masacrar a todos los presentes, incluyendo al rey y su heredero quienes fueron los autores de la ejecución de su familia.

Cuando terminé de leer el libro, no podía creer cómo Darrel había llegado hasta las últimas consecuencias para vengar a su familia. Quería saber más sobre él, pero el libro terminaba ahí. Decidí recorrer cada lugar de la biblioteca para encontrar algo sobre lo que pasó después con Darrel.