vidas diferentes que su suerte les da conexión
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El ojo del huracán, universo II
Robert y Chandler eran una pareja inseparable, conocida por su resiliencia y amor inquebrantable, a pesar de una racha de mala suerte que parecía seguirles a cada paso. Vivían en un pequeño apartamento en la ciudad costera de Clearwater, un lugar pintoresco pero propenso a los caprichos del clima tropical.
Era una tarde de verano cuando el aviso de huracán llegó. "Huracán Amelia," dijeron las noticias, "se acerca rápidamente y promete ser uno de los más destructivos de la temporada." Robert y Chandler, como muchos en la ciudad, comenzaron los preparativos para enfrentar la tormenta. Aseguraron las ventanas, llenaron el coche de gasolina y compraron suficientes provisiones para varios días.
A pesar de estar acostumbrados a lidiar con situaciones difíciles, esta vez sentían un escalofrío particular. Tal vez era la magnitud del huracán, o quizás un presentimiento de que su mala suerte se intensificaría en medio de esta tormenta.
El día antes de que el huracán llegara, Robert y Chandler decidieron ayudar a su vecina, la señora Thompson, una anciana que vivía sola y no tenía familia cerca. "Vamos a llevarla con nosotros," dijo Chandler. "No podemos dejarla aquí sola."
La señora Thompson, agradecida pero orgullosa, intentó rechazar la oferta al principio. Sin embargo, después de ver la sinceridad en los ojos de Robert y Chandler, aceptó. Juntos, se dirigieron al apartamento de la pareja, que estaba mejor preparado para enfrentar la tormenta.
Cuando el viento comenzó a aullar y la lluvia a golpear con fuerza, se acurrucaron en el interior, tratando de mantener la calma. Chandler intentaba leer en voz alta para distraer a todos, mientras Robert vigilaba las noticias y el radar del huracán. "Va a ser una larga noche," murmuró Robert, ajustando el volumen del televisor para no perderse ninguna actualización.
A medida que la tormenta se intensificaba, el edificio comenzó a temblar. Las ventanas vibraban con cada ráfaga de viento, y el agua se filtraba por las pequeñas grietas. De repente, un estallido ensordecedor sacudió el apartamento. Una de las ventanas se rompió, dejando entrar una ráfaga de viento y lluvia.
"¡Cuidado!" gritó Chandler, corriendo a cubrir la ventana con un colchón mientras Robert y la señora Thompson trataban de mantener todo lo demás en su lugar. La fuerza de la naturaleza era implacable, y parecía que su mala suerte había encontrado una nueva forma de manifestarse.
Pasaron varias horas luchando contra los elementos, tratando de mantener el apartamento intacto. Finalmente, en medio del caos, un apagón total los sumió en la oscuridad. "¡Genial, ahora esto!" exclamó Robert, encendiendo una linterna. "¿Qué más puede salir mal?"
La señora Thompson, que había permanecido sorprendentemente calmada durante todo el tiempo, sonrió suavemente. "No importa lo que pase, lo importante es que estamos juntos y nos tenemos unos a otros," dijo, su voz tranquila en contraste con la furia del huracán afuera.
La noche transcurrió lentamente, cada minuto sintiéndose como una eternidad. En un momento dado, el viento cesó y el silencio cayó sobre ellos como una manta. "Estamos en el ojo del huracán," dijo Robert. "Tendremos un respiro antes de que vuelva con toda su fuerza."
Aprovecharon ese momento de calma para revisar los daños y asegurarse de que todo estuviera lo más seguro posible. Sabían que el peor momento estaba por venir, y necesitaban estar preparados. Con cada segundo que pasaba, la tensión crecía.
Cuando el huracán regresó, lo hizo con una ferocidad redoblada. Las paredes crujían y el techo amenazaba con ceder en cualquier momento. Robert y Chandler se abrazaron, intentando protegerse mutuamente de lo que fuera que el destino les tuviera reservado.
Fue entonces cuando escucharon un crujido particularmente fuerte. "¡El techo del salón está cediendo!" gritó Chandler, y todos corrieron hacia la cocina, el lugar más seguro del apartamento. Justo a tiempo, el techo del salón se desplomó, llenando el aire de polvo y escombros.
El resto de la noche fue un borrón de miedo y adrenalina. Cuando finalmente el huracán pasó, y el amanecer comenzó a iluminar el desastre, Robert, Chandler y la señora Thompson salieron de su refugio para enfrentarse a la devastación.
La ciudad estaba en ruinas. Árboles arrancados de raíz, coches volcados, y casas destrozadas por doquier. A pesar de todo, se sentían aliviados de estar vivos y juntos. Empezaron a ayudar a los vecinos, ofreciendo comida y refugio a aquellos que lo habían perdido todo.
En los días que siguieron, la comunidad de Clearwater se unió para reconstruir. Robert y Chandler, a pesar de su mala suerte, encontraron una nueva fuerza en la solidaridad de su comunidad. Aunque habían perdido mucho, se dieron cuenta de que la verdadera fortuna estaba en las personas a su alrededor y en el amor que compartían.
Los días posteriores al huracán fueron un torbellino de actividades de rescate y reconstrucción. Robert y Chandler, junto con la señora Thompson, se unieron a sus vecinos para ayudar a quienes habían perdido sus hogares y pertenencias. El sentido de comunidad y apoyo mutuo era palpable, y aunque la mala suerte parecía seguirles, encontraron consuelo en la solidaridad de Clearwater.
Una noche, exhaustos después de un largo día de limpiar escombros y reparar daños, Robert y Chandler se retiraron a su destartalado apartamento. Aunque el techo del salón aún estaba parcialmente colapsado y había muchos daños por reparar, su habitación había permanecido relativamente intacta.
"Creo que necesitamos un descanso," dijo Chandler, dejando caer su mochila al suelo y dejándose caer en la cama. "No puedo recordar la última vez que me sentí tan cansado."
Robert se sentó a su lado, suspirando profundamente. "Yo tampoco, pero estoy orgulloso de lo que hemos hecho. A pesar de todo, seguimos adelante."
Chandler lo miró, sus ojos llenos de cariño y admiración. "No sé qué haría sin ti, Robert. Me das fuerzas para seguir."
Robert sonrió y le acarició el rostro. "Y tú a mí, Chandler. Hemos pasado por tantas cosas juntos, y cada vez salimos más fuertes."
Se quedaron en silencio por un momento, simplemente disfrutando de la compañía del otro. El estrés y la tensión de los últimos días comenzaron a disiparse, reemplazados por una sensación de paz y conexión profunda.
Chandler se inclinó hacia adelante y besó a Robert, un beso suave que rápidamente se intensificó. Había una urgencia en sus movimientos, una necesidad de reafirmar su amor y su conexión en medio del caos que los rodeaba. La intimidad que compartieron esa noche fue un refugio del mundo exterior, un momento de pura conexión y amor que les recordó por qué estaban juntos.
Después, se quedaron abrazados en la cama, escuchando el suave sonido del viento afuera. "Te amo, Robert," murmuró Chandler, acariciando su cabello.
"Y yo a ti, Chandler," respondió Robert, apretándolo más cerca. "Nada puede cambiar eso."
Al día siguiente, la rutina de reconstrucción continuó. La ciudad de Clearwater lentamente comenzó a recuperarse, con la ayuda de todos los residentes. Aunque la mala suerte parecía seguirles, Robert y Chandler encontraron maneras de enfrentarla juntos. Cada pequeño éxito, cada sonrisa compartida con sus vecinos, les daba fuerzas para seguir adelante.
Un día, mientras estaban ayudando a reparar el tejado de una casa cercana, Robert recibió una llamada telefónica. Era de su jefe, quien le informaba que la empresa en la que trabajaba había decidido cerrar debido a los daños causados por el huracán. Sin trabajo y con los gastos de reparación acumulándose, la noticia fue devastadora.
"¿Qué vamos a hacer ahora?" preguntó Chandler, su rostro lleno de preocupación.
Robert apretó los labios, tratando de mantener la calma. "Encontraremos una manera, como siempre lo hacemos. Quizás podamos buscar trabajos temporales mientras tanto."
A pesar de los desafíos, Robert y Chandler no se dieron por vencidos. Solicitaban trabajos por todas partes, dispuestos a hacer cualquier cosa para mantenerse a flote. Su persistencia finalmente dio frutos cuando encontraron empleos en una empresa de construcción local, que estaba abrumada con solicitudes de reparación después del huracán.
Los días eran largos y agotadores, pero el trabajo les daba un propósito y un ingreso estable. Además, estaban ayudando a reconstruir su comunidad, lo cual era profundamente gratificante. En medio de todo, encontraron momentos para disfrutar de la compañía del otro, recordando siempre que su amor era su mayor fortaleza.
Una tarde, mientras descansaban en un banco del parque, Chandler señaló un viejo roble que había resistido la furia del huracán. "Mira ese árbol, Robert. Ha pasado por tormentas y vientos huracanados, pero sigue en pie. Me recuerda a nosotros."
Robert sonrió y tomó la mano de Chandler. "Sí, somos como ese roble. No importa cuán fuerte sea la tormenta, siempre encontramos una manera de seguir adelante."
Los meses pasaron y la ciudad de Clearwater empezó a recuperar su antiguo esplendor. Robert y Chandler, aunque aún enfrentaban retos, sentían que su suerte estaba cambiando. Habían encontrado una fuerza nueva en su relación y en la comunidad que los rodeaba.
Una mañana, recibieron una carta de la señora Thompson, quien se había mudado a vivir con su hija en otra ciudad. En la carta, les agradecía por su ayuda durante el huracán y les mencionaba que había dejado algo para ellos en su antigua casa.
Intrigados, Robert y Chandler se dirigieron a la casa de la señora Thompson y encontraron una caja con sus nombres. Dentro, había un sobre con dinero y una nota. "Para mis queridos amigos, Robert y Chandler. Espero que esto les ayude a empezar de nuevo. Con cariño, la señora Thompson."
Con lágrimas en los ojos, se abrazaron. La generosidad de la señora Thompson les dio el impulso necesario para reparar su apartamento y cubrir algunos gastos pendientes. Fue un recordatorio de que, a pesar de la mala suerte, siempre había esperanza y bondad en el mundo.
La vida siguió adelante, y Robert y Chandler enfrentaron cada nuevo día con renovada determinación. Su amor, fortalecido por las adversidades, era un faro que los guiaba en medio de cualquier tormenta. Aunque la mala suerte no desapareció por completo, aprendieron a verla como un desafío más que como un obstáculo insuperable.