El Aliento De Los Suspiros

La capital de Hermea era la más hermosa, lindos jardines, lindos caminos de piedra forjada y preparada para un viaje más suaves para las carretas.

Las mejores casas fortificadas, el mejor mercado de la capital ofrecía nuevas especies, alimentos jamás vistos, la renovación de ese mundo tan foráneo.

Los caballeros que custodiaban los caminos llevaban consigo una espada del más fino metal, junto con un arma de fuego.

Al escuchar los avances de la pólvora, los monarcas de Hermea no tardaron en mentir sus manos por el toro. Dieron una gran cantidad de oro por apoderarse de los avances, de hacer acuerdos con los reinos cercanos por obtener aquella nueva arma que revolucionaria su armamento.

Y que mejor, que un matrimonio de por medio. Si, los Valyrian eran los monarcas con mayor riqueza y proveedores en armamento de primera clase. Por lo mismo es que se prometió una hija y un hijo, por el acuerdo. Un matrimonio del cual que trajo provecho.

Mientras ellos obtenían armamento, el reino de Lyria tendría una mejor posición con el mercado, con la riqueza cultural. Aquello le era desconocido a la pequeña rubia quien después de tres días había llegado a la capital.

Del reino que venía eran tan avanzado, que no le sorprendía en lo absoluto aquella nueva ciudadela, aunque, le sorprendió la cantidad de tiendas de comercio, los plebeyos que se veían tan felices con su vida ahí. El mercado de comidas olía tan bien, que quiso provocar un bocado de aquel esponjoso ladrillo dorado que estaba en aquel puesto. Llevo una mano a su estómago, al sentir como este rugía por el vacío.

Suspiro con pesar, quizás en ese nuevo lugar podría llegar a obtener ayuda médica que le permitiera curar su anomalía de vomitar lo que comía. Las flores que vía en el camino eran hermosas, los colores de aquellas telas la hicieron emocionar, al grado, por probar aquellos nuevos vestidos que se mostraban tras un ventanal.

Sus ojos se fijaron en aquel enorme castillo que se alzaba en la colina, custodiado por aquellos cadetes, resguardado tras la protección de una muralla, esperaba sentir la emoción de su nuevo hogar, pero al atravesar los muros, al ver a la familia real esperando por su llegada, sintió como si nueva sombra se apoderará de ella.

Al detenerse la carroza, la puerta fue abierta por su cochero quien le ofreció su mano. Tomándola, sedignóo a salir a la luz y mostrarse a su nueva familia.

Pudo sentir el alivio en su espalda baja, de al fin poder ponerse de pie, ya que, en todo el camino prefirió seguir que hacer una parada, lo único que deseaba era el estar cuanto antes, más lejos de su hermano.

—Su Majestad, es un verdadero deleite el poder estar frente a usted después de tan arduo viaje

—Oh, pero si es usted tan educada, tal como prometió mi viejo amigo

Una sonora carcajada la hizo temblar, estaba demasiado sensible, nunca había escuchado una risa tan estruendosa y mucho menos, proveniente de un monarca, puesto, que nunca hoyo algo igual en su padre.

—Oh, querida, debió de ser un largo viaje

—Para nada su alteza, me resultó gratificante el poder ver las maravillas de la naturaleza

—Oh, querida, pronto seremos familia, puedes llamarme mamá

—Como podría..

Guardo silencio al ver el semblante calmado de la reina acompañado de una sonrisa cariñosa. Era fascinante, las sonrisas le eran dirigidas, como nunca antes había imaginado. Sonrió con pena y tuvo la valentía de mencionar:

—Mamá

La reina Lidia camino con los brazos extendidos hasta la joven y la estrecho con afecto.

—Mírate, eres más hermosa, mi imaginación no te hace justicia, Erick, rápido, tienes que conocer a tu prometida

Sus ojos no podían ser apartados de aquella elegante mujer, jamás había sido abrazada de aquella manera por su verdadera madre, un brillo en sus ojos se asomó al ver al príncipe, el hijo de sus nuevos padres.

Sintió el temor por tan imponente belleza que casi le era inusual. Ojos verdes cuál esmeraldas, cabellos rubios, piel blanca y un atractivo tan galante y exótico. Jamás había visto a un hombre como él, que luciera tan fresco, tan varonil.

Tomó su vestido eh hizo una reverencia guardando él resto dirigido al príncipe.

—Es placer conocerlo príncipe

—El placer es todo mío, princesa

Aquel acto le había provocado un sin fin de emociones abrumadoras, él, le había tomado su mano llevándola hasta sus labios, para depositar un beso en el dorso de su mano. Era tan caballeroso, que no pudo evitar pensar en agradecerle a su padre por no haberla comprometido esta vez con un hombre decrépito y obeso.

—Los dejaremos un tiempo a solas, para que puedan conocerse…

Los reyes se retiraron dejándolos en la privacidad de la burbuja que había sido creada.

—Quizás, pueda mostrarle primero los jardines

—Es una buena idea de alteza

Ofreciéndose como escolta, ambos dieron un paseo por los jardines reales. Aprecio todo aquello que le era nuevo, como las hermosas diferencias de plantas y flores, los enormes árboles. Puesto que en su reino, solo el aroma de los pinos se conocía al igual que la flor del romance.

—Temo preguntar, he oído que usted ya fue desposada en anteriores ocasiones

Entre abrió sus labios y miró al príncipe quien se detuvo a la espera de una respuesta. Aquello había creado un gran temor en Evangeline, puesto que no quería llegar a dar una mala impresión, no ahora, que parecía marchar todo bien.

—No es errada su conjetura alteza, pero eh de informarle que mis matrimonios no resultaron como usted espera..

—No logro comprenderlo

—Bueno, mi primer matrimonio duró menos de lo que imaginaba, puesto que una pequeña lucho terminó por culminar la vida de mi esposo

—Oh, lamento oírlo

—Descuide, fue hace mucho

—Y su segundo matrimonio

—Era un hombre obeso enamorado de su riqueza, lo asesinaron al salir de una casa de juego..

—Es usted una mujer con suerte, al ser liberada de hombre tan grande

Soltaron una risa cómplice, ahora al lado de este nuevo hombre, le resultaba divertido el hablar de sus matrimonios fallidos.

—Mi tercer matrimonio es algo más romántico, pues él estaba enamorado de otra mujer, una plebeya...

—Es usted una mujer de muchas experiencias trágicas.

—Espero que esta sea diferente, su alteza

Sonriéndose, ambos continuaron con su pequeño recorrido hasta los aposentos donde sus cosas ya estaban siendo instaladas, despidiéndose con la emoción de haberse conocido, al entrar en aquella habitación, no pudo evitar gritar de la emoción, al fin, su vida le traía algo bueno.