Cuando Me Enamore De Ti

Una mañana de otoño en Nueva York era lo más bonito que alguien podría apreciar, desde central Park las hojas rojas, anaranjadas y amarillas adornaban los suelos y veredas por donde los ciudadanos recorrían, por donde los perros corrían de un lado tras otro divirtiéndose a la par que sus dueños le lanzaban objetos para que corrieran divirtiéndose.

Así era adornada la facultad donde los futuros estudiantes se preparaban para darle frente a la vida qué los esperaba, para luchar en ella.

Viendo como los estudiantes iban y venían la extraña llegada de Vincent Morgan fue lo mejor que esperaban las miles de fanáticas que se morían por él, que suspiraba por él, puesto que en la mayoría, sabían del exhaustivo itinerario del hombre que ahora extrañamente ha incluido la visita a la biblioteca del campus.

Bajando de su moto con costumbre, tomó su mochila y subió los escalones que llevaban a la biblioteca con rapidez ignorando al público de chicas que lo miraban con expectativa.

Tras subir los escalones, ignorando a los presentes con una sonrisa de medio lado abrió la puerta para entrar en ella, al estar ahí donde él silenció invadía el lugar y con gran costumbre camino hasta una mesa apartada y vacía cerca de una de las ventanas y tomó asiento.

Ahí habría su laptop y fingía que se encontraba en esos días de estudio, jugando en ella, de vez en cuando miraba a su alrededor en busca de aquella personita que lo había hecho sentir el calor en su corazón, en ese momento sus amigos aparecieron susurrando se entre risas hasta sentarse delante de él que cerró su laptop y tomó el libro de su mochila rindiendo sé en la espera de la aparición de la causante de sus cambios de itinerario.

—Estás visitas a la biblioteca me extrañan de sobremanera— Dijo su amigo al verlo subrayar algo en el libro

—Les dije que no era necesario que me acompañaran—

Dijo alzando su mirada en el preciso momento en que la vio detrás de ellos, sus esperanzas que se habían perdido volvieron a surgir al verla entrar en vuelta en aquella sudadera color crema, en aquellos pantalones de mezclilla que apretaban sus muslos.

Sonrió de medio lado bajando la vista al verla sentarse dos mesas delante de ellos donde el sol la iluminaba, aquello era su rutina para comenzar el día con una buena dosis.

Y es que desde que llamo su atención en la fiesta, verla de vuelta esa misma tarde fue de la cafetería y descubrir su nombre dentro de sí se había convertido en una pequeña obsesión por descubrir quien albergaba o rondará a su alrededor.

Cuando sus amigos se sentaron para estudiar hábito que no era presente entre el trío, aprovecho la oportunidad de desviar la vista de su libro a la pelirroja que una vez más llevaba sus anteojos para leer de aquel libro que no ha logrado saber cuál es, pues ha robado sus intentos de llamar su atención.

Solo duraba diez minutos leyendo de él hasta que sacaba libros de medicina y sus audífonos os para estudiar lo que obviamente era medicina, solo faltaban cinco minutos más antes de verla ponerse de pie en busca de un libro más.

En el momento en que la vio ponerse de pie, aprovecho ese momento de ir verla más de cerca y quizás llamar su atencion, al colocarse de pie, los ojos de su amigo lo vieron caminar hasta los libreros que formaban pasillos repletos de información.

Mientras que el al pasar por un lado de la mesa, ese día había sido de suerte pues logró ver el título de aquel libro que le hacía brillar los ojos "El arte de ser nosotros" un extraño título para el quién camino hasta donde la vio perderse, caminando por el pasillo de en medio de las dos fila buscaba a la causante del cosquilleo en su estómago.

Lo maravilloso de conocer a alguien que es capaz de mover todos tus demonios era lo que alguien más temía, pues al verse en ese lugar donde solo ellos existen, se detuvo en seco antes de poder seguir en su búsqueda al percibir el aroma de aquella persona especial, retrocedió unos pasos con lentitud, fue entonces que la vio tan pequeña en medio de esos libreros, tan tierna al estirar su brazo al encontrar el tesoro que esperaba con anhelo, de puntillas intentando alcanzar lo que le doblaba por la altura, tan hermosa al ver su perfil y ver más esas pestañas largas y rizadas.

Hay veces en las que cuando uno está en medio de un paisaje se detiene a mirarlo más detalladamente, desde el realce de las montañas, hasta las aves que adornan los cielos, el bosque verde y frondoso que llenaba el campo en un maravillo paisaje del que el ahora presenciaba más detalladamente, más cerca, más cerca.

Al ver fallidos intentos por alcanzar aquel libro logró llegar en el preciso momento en que vio como varios de aquellos que alguna vez estuvieron en su lugar cayeran en dirección de aquella ninfa, justo a tiempo, justo en el momento la cubrió con su anatomía evitando que alguno de los libros la golpeara, fui así que sus ojos se encontraron una vez más, apreciando alguna imperfección que no existía solo aquellas hermosas pecas, esos ojos color miel que se enfocaron en el tanto como su pequeña mano se aferraba a su playera al casi caer junto con los protagonistas que la hubiesen golpeado de no ser por ese hombre que la protegió.

—Debes tener más cuidado o si no saldrías lastimada y no es reconfortante— Rompiendo el sepulcral silencio la observo con pausa mientras una sonrisa se formaba en su rostro al ver que no apartaba la vista de sus ojos en ningún momento.

—Gracias— Solo pudo pronunciar al perderse en un mar de profundo alcance que la hizo vibrar en un ligero choque eléctrico que la hizo sentir mariposas revoloteando en su estómago.

—No tienes por qué agradecerme, me sentiría pésimo si llegase a suceder te, algún daño— Dijo con una sonrisa de medio lado tomando el libro que antes ella había tocado antes de que todos los libros cayeran sobre ella —Creo que esto es lo que buscas—

Le extendió el libro, no aparto la vista de ella cuando bajo sus ojos a sus manos y extendió sus manos para tomar el libro con una delicadeza que le fue imposible percibir el toque, pero lo que sí logró sentir fue el roce de sus dedos con los suyos.

—Si me lo permites— Se inclinó a la altura de la muchacha quien abrazo el libro en su pecho y sus mejillas se teñían de un rosado al tiempo que abría los ojos por el acercamiento repentino del pelinegro provocando que una sonrisa se asomara en su rostro —Quizás deberías pedir ayuda cuando busques un libro de la última repisa así te evitarías daños—

Por un momento los ojos de Vincent lo habían traicionado al bajar su mirada a esos labios que se encontraban pintados con brillo que dejaba ver el color natural de sus rosados labios, pero no solo veía lo brillantes que se veían sino también lo esponjosos y tentadores labios que probó hace días y moría por volver a probarlos.

Antes de que cometiera el error de espantarla a la primera vez de verse en el día se alejó buscando eliminar ideas indecentes de lo que le gustaría compartir con la pelirroja que no era más que una inocente y tímida, al verla delante de sí con el rostro más que rojo tratando de ocultarse en la ancha sudadera una sonrisa de oreja a oreja no pudo ser evitada ante la reacción tan encantadora de la pequeña pelirroja.

—Nos vemos después Maya— Se despidió dándole una suave caricia en la cabeza junto con dulce sabor de decir su nombre al compás del momento en que la dejaba ahí.

Todo había salido bien para Vincent Morgan quien tuvo más que un acercamiento, tubo un momento maravilloso, con eso en mente, no tenía idea de lo que había provocado en la pelirroja que le miró la espalda mientras una de sus manos iba a su cabeza y sentía una vez más el tacto de esas enormes manos que la habían hecho sentir protegida.