Volverá... y los que la hicieron sufrir lloraran
Estoy corrigiendo los errores de los capítulos de a poco. Si encuentran algún fallo, me avisan, por favor. Gracias por la paciencia.
Te invito a pasar por mi perfil y leer mis otros escritos. Esos ya están terminados.
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04 - ORGULLO
ORGULLO
Katrina pensó un momento y respondió:
- De acuerdo - y no dijo nada más.
El secretario le dio las instrucciones al chofer y partieron. La chica se mantuvo en silencio todo el viaje. Veía que se alejaban cada vez más de su zona y eso le molestaba. Tendría que caminar mucho más para llegar a su puesto en la esquina.
Uno podría pensar que cualquier esquina daba lo mismo, pero no. Cada vendedor era muy celoso de su lugar y, si alguien se entrometía, no dudaban en darle una lección. En su esquina los demás vendedores la respetaban. Pero, en cualquier otro lugar, lo mínimo que le harían sería darle una paliza.
Llegaron al sitio y la mujer abrió los ojos desmesuradamente. Era un restaurante de lujo. Miró al hombre junto a ella con enojo.
- Para burlarse de mí me podría haber dejado en el hospital, nomás.
Eduardo la miró con desconcierto.
- No me mire así. Me trae a este lugar de lujo. Yo aquí no puedo entrar ni a barrer el piso.
Furiosa tomó la manija de la puerta dispuesta a bajar.
- Este lugar pertenece a mi familia. Creo que estoy perfectamente capacitado para decidir quién puede o no entrar.
- Bueno: Supongamos que logro entrar. ¿Y después, qué? ¿Trato de comer mientras veo las caras de asco de los otros comensales?
El hombre se masajeó el entrecejo cansado. Esta muchacha ya le estaba dando dolor de cabeza.
- No hay nadie ahora. El lugar abre a las once. Son las ocho. Creo que eso nos da tiempo de desayunar tranquilos.
Katrina se sintió avergonzada por su reacción.
- Disculpe. No quise ser grosera. Pero yo sé cuál es mi lugar y ese restaurante seguro que no lo es.
- Lo será por hoy. Bajemos, que tengo hambre.
Descendieron del auto y se dirigieron al local. El gerente ya había sido avisado y corrió a abrirles la puerta. Al ver a la muchacha en overol frunció el ceño. A Eduardo no se le escapó este gesto y preguntó.
- ¿Algún problema?
El gerente sobresaltado negó inmediatamente.
- No, señor Gómez. Ningún problema.
Los condujo a una mesa que ya estaba siendo preparada. La chica, al ver tantos platos servidos, se sintió nuevamente débil. Para disimular se tomó del respaldo de una silla.
- ¿Está bien, señorita? - preguntó el ayudante.
- Si. Si. ¿Dónde me siento?
El hombre le corrió caballerosamente una silla y ella se dejó caer sobre ella. A Eduardo no sé le pasó por alto este gesto. Para no agobiarla solo le sirvió café. El olor de la infusión hizo que la boca se le llenara de agua. Los tres días sin comer le estaban pasando factura y tuvo que hacer un esfuerzo supremo por no abalanzarse sobre la comida.
Tomó una media luna de la bandeja que tenía frente a ella. Se la hubiera tragado de una dentellada si no fuera porque le daba mucha vergüenza no tener modales frente a este hombre que estaba siendo generoso con ella. La mordió con mesura y la obligó a masticarla lentamente.
Eduardo admiró en ese momento el alarde de autodominio que estaba haciendo la muchacha. Le pareció interesante y quiso saber más cosas de ella.
- Usted ya sabe mi nombre por mis documentos. Pero aún no me ha dicho el suyo.
La chica dejó de masticar y tragó, para no hablar con la boca llena.
- Katrina - dijo - Me llamo Katrina.
- ¿Katrina qué?
- ¿Y eso qué importa? No es que vayamos a firmar un contrato. Lo más probable es que no nos volvamos a ver.
- De acuerdo. Cuando terminemos el desayuno mi chofer la llevará hasta donde usted le indique.
- Mmmmm. Le agradezco mucho. Solo lléveme hasta donde vaya usted. De ahí yo me manejo.
El hombre no dijo nada más. Sólo la observó comer. Esperó un rato para dejarla que se alimentara bien y volvió a preguntar.
- ¿A qué se dedica, señorita Katrina?
- Venta callejera.
- ¿Cómo es eso?
- Vendo productos diversos en las esquinas. A los autos que paran en el semáforo.
- Entiendo. ¿Puedo hacerle una pregunta indiscreta?
- Usted puede preguntar lo que quiera. Ya veré si le respondo o no.
El hombre sonrió ante el ingenio de la chica.
- Está a la vista que usted está pasando necesidades. ¿Por qué entonces no tomo el dinero de la billetera?
Ella lo miró como si la pregunta que le hacía el hombre fuera lo más absurdo que había escuchado en su vida.
- Por qué no era mío. - respondió.
- Pero cualquier otro lo hubiera hecho. Podría haber dicho que la encontró así.
Ella respiró hondo antes de responder:
- Ustedes, los ricos, creen que todos los pobres somos delincuentes potenciales. Pero la pobreza no significa vileza. Y, por favor, no me compare con el resto. Yo soy yo.
- Está bien. No fue mi intención ofenderla. Pero tiene que admitir que no muchos habrían hecho lo mismo que usted.
- Ya le dije. No me compare.
Eduardo levantó las manos en señal de rendición.
- Correcto. Correcto. No se altere. Nunca pensé que una mujer como usted fuera tan orgullosa.
La chica dejó de masticar al oír las palabras del hombre. Su gesto cambió a una expresión neutra.
- ¿Una mujer como yo? Y dígame: ¿Cómo son las mujeres como yo?"
- Pobres, sin nada ni para comer. No tienen ni dónde caer muertas. Pero su orgullo es enorme.
Katrina dejó los cubiertos suavemente sobre la mesa. Miró al hombre con ojos fríos y respondió:
- Si no fuera por mi orgullo, ya sería la mantenida de algún narco. O me estaría prostituyendo en alguna esquina. Y, para su conocimiento, puedo morir en cualquier calle. No necesito un lugar especial para eso.
Dicho esto, tomó su mochila y se preparó para irse.
- Guillermo - dijo el hombre.
Su ayudante entendió inmediatamente lo que quería su jefe e intentó detener a la muchacha. Sin saber cómo, se encontró en el suelo mirando el techo y con el bajo vientre dolorido. Mientras se retorcía de dolor, escuchó a la chica decir:
- Muchas gracias por su desayuno, señor Gómez. Espero no volver a verlo por el resto de mi vida.
Con eso, se dio media vuelta y se fue. Al acercarse a la puerta, vio a un par de mozos dirigirse hacia ella, pero la voz de Eduardo resonó.
- Si la señorita se quiere marchar, déjenla en paz.
Katrina abrió la puerta y salió furiosa del restaurante.