Cartas Para Una Princesa

Emperador: que comiencen los preparativos para la boda.. El compromiso será anunciado mañana..

Ernesto, que llevaba minutos con el corazón encogido, respiró profundamente, aliviado.. Bella le apretó la mano con fuerza, como si quisiera transmitirle que todo saldría bien. Incluso la emperatriz esbozó una sonrisa de satisfacción.

Con una reverencia respetuosa, Ernesto se retiró junto a Bella. Sus pasos eran pesados, como si cada músculo de su cuerpo acabara de liberarse de una tensión insoportable.. Pero entonces, un jarrón de porcelana voló súbitamente desde lo alto y se estrelló contra su espalda, haciéndolo tambalearse con un gruñido de dolor.. Bella dio un grito ahogado y lo sostuvo del brazo para que no cayera al suelo. La emperatriz, sorprendida, frunció el ceño y miró a su esposo..El emperador, sentado en su trono, se limitó a mirar hacia otro lado con fingida indiferencia, como si no tuviera nada que ver con el pequeño “accidente”. Una media sonrisa, casi invisible, curvaba la comisura de sus labios.

Emperador:Ten más cuidado al salir, barón…

Ernesto se incorporó con dificultad, mordiéndose la lengua para no responder, mientras Bella lo acariciaba con preocupación..

El emperador ordenó que le trajeran a Leandro de inmediato. en pocos minutos, el príncipe apareció en la sala privada del trono, con una sonrisa que siempre mostraba en público.. solo sus ojos delataban la preocupación..

Vitorio no perdió tiempo en contarle, con voz grave y medida, lo ocurrido.. cómo el barón había sido “recibido” en el salón, la espada encendida junto a su garganta y el gesto final.. la provocación, el empujón leve y el jarrón estallando contra su espalda al salir.. que no había pasado inadvertido para la casa imperial.

Leandro, al oírlo, se tensó de golpe. La calma que le era habitual se quebró en una ola de furia contenida. Dio un paso hacia su padre, apretó la mandíbula y, con voz corta, escupió..

Leandro: Lo mato.

Vitorio alzó una mano para detenerlo. No por piedad hacia el barón, sino por cálculo..

Vitorio:No ahora.. Si lo matas ahora, lo pagará Bella. No quiero que el embarazo sufra por una ira mal calibrada.

Leandro tragó, la rabia luchando con la razón. Sabía que su padre tenía razón en lo práctico, pero la palabra “esperar” era veneno para quien ardía por proteger a su hermana. Finalmente asintió, con los puños aún apretados.

Leandro:Lo vigilaré..No lo perderé de vista ni un momento. Cuando haya oportunidad se hará justicia.

Vitorio emitió un gruñido de aprobación y dio órdenes concretas.. hombres de confianza debían ponerse a la tarea de observar cada movimiento del barón Parsons, sus salidas, sus amistades, cualquier signo de intención hostil o de flaqueza.. No se trataba solo de esperar una agresión.. era prevención. Además, quería que la seguridad de la princesa se reforzara sin hacer obvio el cambio.. guardias discretos, médicos a la expectativa, y que la emperatriz y Leandro informaran al conde Greenville de que debían extremar precauciones sin alarmar el rumor público.

Leandro asintió de nuevo, esta vez con la promesa firme en la mirada.

Leandro:Lo haré por Bella.. Y cuando sea el momento, haré que lo pague.

Mientras Leandro salía para tomar cartas en el asunto, Vitorio permaneció unos instantes en silencio, reflexionando.. No por clemencia hacia el barón, sino por una lógica fría.. había que proteger a su hija y a los nietos que venían.. y al mismo tiempo mantener el control sobre quien osara desafiar la casa Volt.

En los jardines del palacio, Ernesto al fin logró rodear con sus brazos a Bella. Ella, que había contenido las lágrimas durante la tormenta en el salón del trono, se derrumbó en su pecho. Sus sollozos mojaban la tela de su camisa mientras intentaba cubrir con sus manos las marcas del golpe que el emperador le había dado horas antes.

Bella: Déjame sanarte..

mientras canalizaba la magia en sus palmas, dispuesta a curar cada herida.

Pero antes de que pudiera hacerlo, un tirón brusco la apartó de su lado.. Ernesto apenas alcanzó a alzar la mirada cuando un puño le impactó directo en el rostro. El golpe lo hizo retroceder con violencia, y antes de poder reaccionar, otro llegó al abdomen.

Leandro: ¡Bastardo!¡Te atreviste a tocar a mi hermana!

Bella gritó el nombre de su hermano, tratando de interponerse, pero Leandro, enceguecido, la apartó de nuevo. Ernesto, aunque tambaleante, no levantó los puños; no podía enfrentarse al príncipe, mucho menos devolver el golpe. Su única defensa fue aguantar el castigo.

Leandro ya estaba levantando el brazo para asestar un tercer golpe cuando una fuerza lo detuvo. Hans, que había alcanzado a ver la escena desde un pasillo lateral, lo sujetó con toda su fuerza.

Hans:¡Basta ya, Leandro!

Leandro forcejeó, sus ojos azules llameando con rabia.

Leandro:¡Suéltame! ¡Se aprovechó de Bella, la deshonró! ¡Voy a matarlo!

Hans lo sostuvo con firmeza, apretando los dientes.

Hans:¡No lo harás aquí! ¿Quieres que tu hermana te odie para siempre?

Bella, entre sollozos, se interpuso entre ambos, extendiendo los brazos.

Leandro:¡Detente, hermano! Yo lo amo, ¿no lo entiendes? ¡No me obligues a odiarte, ni dejes a tus sobrinos sin padre!

Leandro seguía con los puños cerrados, respirando con fuerza, como una bestia enjaulada que buscaba escapar de las manos de Hans. La furia en sus ojos no disminuía, y ni siquiera las lágrimas de Bella parecían apaciguarlo.

Leandro:¡No merece estar a tu lado!¡Ese hombre no tiene derecho a mirarte, mucho menos a tocarte!

Bella retrocedió, temblorosa, sin dejar de mirarlo, con miedo de que ni sus palabras pudieran alcanzarlo.

Fue entonces cuando una figura apareció a lo lejos, caminando con calma pero con una presencia que de inmediato se impuso en el lugar: Berenice, la esposa de Leandro. Su cabello largo delicado y sus labios se curvaban en una leve sonrisa, como si supiera exactamente qué decir.

Se acercó con paso sereno, ignorando a Ernesto y a Hans, y puso una mano suave sobre el brazo de su marido.

Berenice (susurro):Amor ¿De verdad quieres seguir gritando frente a todos cuando podríamos.. resolver tu rabia de otra manera?

Las palabras iban cargadas de picardía.. El príncipe, que un segundo antes parecía a punto de desatar una guerra en medio del jardín, parpadeó sorprendido. El rojo de la furia en su rostro se tornó en un sonrojo repentino que intentó disimular apartando la mirada.. Berenice lo miró con complicidad y, con un suave tirón, lo apartó un paso más hacia ella.

Berenice (susurro): Anda… Déjalos a ellos y ven conmigo. Te prometo que sabrás dónde poner toda esa energía.

Leandro tragó saliva, torpe, y finalmente bajó los brazos. Murmuró algo entre dientes, pero dejó de forcejear. Hans lo soltó despacio, aún con gesto serio, y Bella se llevó una mano al pecho respirando aliviada.

Berenice, triunfante, tomó del brazo a su marido y lo guio con suavidad fuera de la escena, no sin antes dedicarle una mirada pícara a Bella que parecía decir “yo me ocupo de él”

El jardín quedó en silencio. Ernesto, todavía herido, apenas pudo sostenerse en pie, y Bella corrió hacia él para sostenerlo entre sus brazos.