una historia llena de Romance, amor a primera vista con mucha complicidad emocional
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El regreso.
CAPÍTULO VEINTICINCO: EL REGRESO
NARRADOR OMNISCIENTE
Después de una larga estadía en París, por fin regresa a su país, ansiosa por ver a su familia. Ya cumplió con el compromiso que la llevó hasta allá; todo salió como esperaban. Han pasado horas desde que abordó el avión que la traía de regreso a su destino. Anuncian a los pasajeros que ajusten su cinturón, que están a punto de aterrizar. Una pequeña sacudida se sintió al momento que el avión hizo contacto con el asfalto. Minutos después ya está retirando el equipaje. Es de mañana, le da tiempo de ir a casa y pasar por la empresa.
Busca la salida, visualiza el auto y el chófer que ya la espera, se dirige hacia este.
—Buenos días, Mateo.
—Buenos días, señorita, bienvenida. ¿Cómo estuvo el viaje?
—Estuvo bien, muy tranquilo.
Mateo toma su equipaje para guardarlo mientras ella ingresa al auto. Recorren las calles, no hay casi tráfico a esta hora, ya que es muy temprano. Se dirigen a una zona exclusiva de la ciudad, un urbanismo que solo pueden adquirir aquellos que pueden pagar grandes cantidades de dinero en una zona como esta y, por supuesto, su familia no es la excepción. Ya su abuelo y sus padres son personas reconocidas. Sumergida en sus pensamientos, no se había dado cuenta de que ya están llegando. Pasan la vigilancia; la zona está muy bien custodiada con cámaras de seguridad en cada esquina.
—Estamos llegando, señorita Megan. Su abuelo, el señor Máximo, se pondrá muy feliz por su regreso, al igual que sus padres.
Sonríe al escuchar a Mateo. Sí, es cierto, su abuelo es un gran hombre o, por lo menos, lo es con ella. Tiene un carácter como todos, aunque diría que por su vejez le ha bajado un poco.
—También estoy feliz por verlos a todos ellos —dice.
Lo primero que hace al salir del coche es ir directo a la habitación de su abuelo; él siempre está despierto muy temprano. Sube las gradas como un relámpago, llega a su habitación, da un toque suave. Al escuchar el "pase", lo ve ahí acostado en la grande cama. Entra y llega hasta donde está y se acuesta a su lado. Su abuelo está mayor, ronda casi los noventa años. Tiene a una enfermera que lo atiende cuando no están en casa.
—Ya estoy aquí, abuelo, he regresado, te he extrañado muchísimo —le dice.
—Mi pequeña, también te he extrañado muchísimo, cuéntame, ¿cómo te fue?
—Traje muy buenas noticias, fue un éxito el viaje, tenemos los nuevos proveedores, no faltará tela para trabajar y entregar los pedidos.
—Esas son excelentes noticias, Megan. Hiciste un buen trabajo, te felicito. ¿Ya viste a tu padre?
—Gracias, abuelo, he aprendido de los mejores. No, abuelo, todavía no lo he visto. Pasé directo a verte, quise saber cómo estás. Ya lo encontraré en el comedor o en la empresa: “IMPERIO SALVATORE”. Tengo que asistir para llevar todo lo que he realizado en París.
—Me parece bien, mi pequeña Megan, coméntale a tu padre que regresó temprano a casa y te necesito aquí. También debemos hablar, que ya es hora de que conozcas a tu futuro esposo.
Se tensa al escucharlo. Sabe cuál es su destino, no quisiera casarse con un hombre sin amor, pero es el destino que le tocó o, mejor dicho, el destino que impuso su abuelo y debe de cumplir, se ha mentalizado por años.
AL OTRO LADO DE LA CIUDAD
EMILIANO FERRER
No pude dormir bien anoche después de lo que pasó con mi padre. Pude calmar a Antonella y llevarla a su casa, pero antes concordamos en hablarlo con más calma, sin que ella abandone su puesto y menos hacer a un lado nuestra relación, y no dejo de sentirme temeroso.
Hago mi rutina matutina sacando mi estrés. Necesito encontrar una solución, no estoy dispuesto a que mi principessa me deje. La amo, nos amamos y eso debe ser un motivo para luchar juntos ante cualquier evento que se nos presente. Estoy a punto de salir de casa, pero antes le digo a mi nana que me voy.
—Nana, ya me voy al trabajo, nos vemos en la noche.
Ella está atendiendo algo en la cocina. Escuchando lo que le acabo de decir, se gira respondiendo y me ve.
—¡Está...! Y esa cara, ¡hijo!, ¿pasaste mala noche?
—Sí, no pude dormir bien, me quedé dormido en la madrugada, y sabe por lo que pasó anoche con papá y Antonella —hago una mueca de desagrado.
—Confío que sabrás sobrellevar esta prueba que la vida te está poniendo, solo debes saber cómo resolverlo. Eres inteligente, Emiliano, de eso se trata de aprender a sobrellevar las complejidades, ya sean grandes o pequeñas.
Asiento por lo que me dice, le doy un beso sin pronunciar ni una sola palabra y salgo de casa.
Voy en mi auto, hundido en los pensamientos, sintiendo una angustia tan de repente que no sé cómo explicarlo. No sé cómo llegué aquí tan rápido, o eso es lo que me parece. Esta vez me estaciono afuera de la empresa, le doy la llave al vigilante para que él se encargue de llevar el auto al estacionamiento, mientras me dirijo a mi oficina. Paso saludando, dando los buenos días, aunque para mí no sea tan bueno. Respiro hondo agarrando todo el aire que pueden mis pulmones y lo suelto antes de entrar. No puedo evitar sentir pena y vergüenza por el comportamiento de mi papá, ya que los suyos fueron tan amables y cordiales conmigo, ¡qué decepción para ellos y para mí! Estoy seguro de que ya están al tanto de lo que pasó anoche.
Entro y ahí está ella, tan puntual como siempre, eficiente y entregada a su trabajo. Carraspeo y doy los buenos días y voy directo a mi mesa. Creo que es prudente mantener un poco la distancia, no sé si pueda contenerme. Es que con esta situación no sé qué hacer, siempre espero el amanecer para ver ese hermoso rostro que me trae loco y que tanto amo. Ella voltea al escucharme. Veo sus ojos hinchados.
—Buenos días, señor Ferrer —me respondió y veo que de inmediato desvía su mirada a otro lado y, como un resorte, llego hasta ella, parándome al frente con suavidad, le levanto el rostro.
—¿Estuviste llorando? —le pregunté casi en un susurro. Y ella asiente.
—No. No quiero que lo hagas, principessa, quiero que estés bien y que estemos bien. Necesito que confíes en mí, hoy mismo busco una solución para que tú estés tranquila. ¿Te parece? —Ella asiente de nuevo.
—¿Qué va a pasar con tu padre? —Se le nota a simple vista que no me quiere contigo.
—Por él no te preocupes, de él me encargo yo, sabré manejarlo y, aunque el mundo se oponga, jamás te dejaré, solo importas tú y yo, nadie más. —Le doy un beso en la punta de su nariz y ella sonríe.
Suena el intercomunicador y voy a él a tomar la llamada de Marta.
—Sí, dime, Marta, la escucho con atención. Avisa que estoy en unos minutos. —Cuelgo.
Regreso a ella.
—Voy a la sala de juntas, nos vemos al rato, ¡sí!
—Pero no tiene reunión pautada para hoy —me dice.
—Lo sé, es mi padre que ha venido y requiere de mi presencia en la sala de juntas.
No aguanto y le dejo un beso suave en sus labios, un beso necesitado como si necesitara de ellos para darme fortaleza y seguridad. Ella correspondía a cada movimiento, y entre besos le susurré: "Te amo", que es todo lo que necesito en mi vida.
Dejando a mi hermosa mujer, ¿por qué si es mi mujer y yo soy su hombre y nada ni nadie lo va a impedir? Voy camino a la sala, sintiéndome seguro.