en manos del mafioso , Emily escapó de una relación mala, cerro su corazón del amor, ahora estaba preparandose para su nuevo trabajo, sin saber lo que el destino le preparó
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Capitulo 24
La firma había concluido. Los acuerdos estaban sellados, y un aire de tregua incómoda pero tangible llenaba la sala. Mientras Luca conversaba con uno de los otros jefes, Emily se quedó momentáneamente sola, observando el jardín a través de los ventanales.
Fue entonces cuando sintió una presencia a su lado. No era la amable de Carlos, ni la nostálgica de Adriano. Era una presencia intensa, cargada de una energía silenciosa y feroz que le erizó la piel. Se giró y se encontró con Marcos Moretti.
Él no dijo nada al principio. Solo la miraba, sus ojos—sus mismos ojos—escudriñando cada uno de sus rasgos con una concentración abrumadora. Era la misma mirada que le había lanzado durante la presentación, pero ahora, de cerca, era aún más potente. No sentía amenaza,
—Señor Moretti —logró decir Emily, con una voz un poco más débil de lo que hubiera querido.
Marcos pareció salir de un trance. Parpadeó y asintió lentamente.
—Emily—pronunció su nombre como si probara su sabor, y en su voz había un eco de algo roto— El acuerdo... está hecho.
—Sí —asintió ella, buscando algo que decir ante la intensidad de aquel hombre—. Es... un nuevo comienzo, para todos.
—Un nuevo comienzo —repitió él, y sus ojos se posaron en el pequeño colgante de pájaro plateado que asomaba sobre su vestido. Un destello de algo—¿dolor? ¿alivio?—cruzó su mirada— Ese colgante... es bonito
—Gracias —musitó Emily, tocándolo instintivamente—Es un regalo.
De Luca, no dijo, pero él lo entendió.
—Mi hija...—rectificó rápidamente, con un esfuerzo visible— Tiene más o menos tu edad
Emily sintió una oleada de compasión. El hombre parecía estar luchando contra un torbellino interno.
—Lo sé.Su padre... me lo comentó. Debe ser muy difícil esperar.
Marcos apretó la mandíbula, desviando la mirada hacia el jardín, como si no pudiera soportar mirarla y al mismo tiempo mentir por omisión.
—Es la cosa más difícil que he hecho en mi vida—confesó en un susurro ronco, cargado de una verdad que solo Emily desconocía— Verla tan cerca y... y no poder...
Se interrumpió, respirando hondo. Cuando volvió a mirarla, había logrado recomponer algo de su fachada, pero el dolor seguía ahí, latente en la profundidad de su mirada.
—Solo espero... —tragó saliva— ...espero que, cuando llegue el momento, pueda perdonar los años perdidos. Que pueda entender... por qué las cosas fueron así
Emily, conmovida hasta los huesos, le ofreció una sonrisa gentil.
—Si la aman tanto como parece...y si le demuestran que la han estado esperando todo este tiempo... estoy segura de que lo entenderá. El amor todo lo puede, ¿no?
Las palabras de ella, tan llenas de una fe sencilla, fueron a la vez un bálsamo y un cuchillo para Marcos. Asintió, sin confiar en su voz.
—Gracias, Emily —logró decir, y el nombre sonó a bendición y a tortura— Por tu... amabilidad.
Se alejó entonces, con pasos rápidos, como si huir de ella fuera lo más difícil que había tenido que hacer. Emily se quedó mirándolo ir, con el corazón apretado por una empatía profunda hacia ese hombre duro que claramente amaba a su hija perdida con una ferocidad que lo destrozaba.
pensó, girando su colgante entre los dedos. Tu hija tendrá su carta y su álbum. Y los perdonará. Cómo no iba a hacerlo?
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El coche negro se deslizaba en silencio por la avenida arbolada que conducía a la mansión. El crepúsculo teñía el cielo de tonos naranjas y púrpuras. Luca, al volante, lanzaba miradas furtivas a Emily, que había permanecido callada y pensativa durante gran parte del trayecto.
Al cruzar las imponentes puertas de hierro, mientras la silueta de la mansión se recortaba contra el cielo del atardecer, Emily rompió el silencio. No miró a Luca, sino que siguió contemplando los jardines perfectamente cuidados que desfilaban ante su ventana.
—Creo que es algo tierno —dijo en voz alta, su tono suave y un poco asombrado
Luca giró ligeramente la cabeza hacia ella, una ceja enarcada en interrogación
—¿El que preciosa?
—Los Moretti —explicó Emily, volviéndose por fin para mirarlo— Todo esto. La tregua, la firma, la paz... —Hizo una pequeña pausa, buscando las palabras correctas— Lo hacen por ella. Por esa hija, que vuelve a sus vidas después de tanto tiempo.
Permaneció en silencio un momento, dejando que sus pensamientos se ordenaran.
—Imagínatelo,Luca. Toda una vida en la guerra, en la violencia... y de repente, aparece una razón para bajar las armas. Una razón que vale más que cualquier territorio o cualquier negocio su familia —Una sonrisa cálida y un poco triste se dibujó en sus labios— Es... terrible y tierno a la vez. Terrible por todos los años perdidos, pero tierno por la fuerza de ese amor. Es poderoso ¿sabes? para detener una guerra.
Luca la observó, fascinado y, en el fondo de su ser, intranquilo. La lógica de Emily era impecable, conmovedora incluso. Y encajaba perfectamente con la narrativa que los Moretti habían construido. Era la historia perfecta. Demasiado perfecta.
Pero al ver la genuina compasión en los ojos de Emily, al escuchar la calidez en su voz, no tuvo el corazón para sembrar la duda. No todavía. En lugar de eso, alcanzó su mano y la entrelazó con la de ella sobre el asiento.
—Sí —convino, su voz más suave de lo habitual— El amor familiar puede ser la fuerza más poderosa del mundo. Para bien... o para mal.
Emily apretó su mano, interpretando su comentario como un acuerdo.
—Para bien,en este caso. Tiene que ser para bien —Suspiró, recostando la cabeza contra el respaldo— Me alegro por esa chica y me alegro por ellos, Después de todo este tiempo, merecen un nuevo comienzo
Mientras el coche se detenía frente a la entrada principal, Luca miró a Emily, a la mujer que había convertido su mundo de sombras en un lugar de luz.
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días después
La presencia de los Moretti como inversores había añadido una nueva y compleja capa a la dinámica de la empresa. Para Emily, era una confirmación más de su teoría: querían estar cerca, ser parte de un mundo estable y legítimo para cuando su nieta llegara.
Esa mañana, durante una pausa en una larga reunión, los asistentes se dispersaron para tomar café. Emily se encontraba un poco apartada, revisando unas notas en su tableta, cuando Adriano se acercó y se sentó a su lado en una de las sillas del vestíbulo.
Por un momento, permaneció en silencio, observando el ajetreo de la oficina con sus ojos ancianos y sabios. Luego, se inclinó ligeramente hacia Emily y, en un susurro que solo ella podía escucha
—Mi nieta trabaja aquí
La simpleza de la declaración, cargada de un significado monumental, hizo que Emily levantara la vista de la tableta. No había jactancia en la voz de Adriano, sino una mezcla de orgullo, asombro y una ternura profunda.
Una sonrisa cálida y comprensiva se extendió por el rostro de Emily. Lo miró a los ojos, creyendo entender completamente la emoción que lo embargaba.
—Lo sé —respondió ella, su voz igual de baja y llena de calidez— Ustedes... la están cuidando desde lejos, ¿verdad? Sin que ella lo sepa. Es... muy conmovedor.
La compasión en sus palabras era genuina. En su mente, pintaba la imagen de un abuelo y un tío observando con orgullo y nerviosismo los pasos profesionales de la joven que pronto reclamarían, protegiéndola indirectamente a través de esta inversión, asegurándose de que su entorno fuera seguro y próspero.
Adriano contuvo la respiración. La inocencia de Emily, su interpretación errónea pero tan bondadosa de la situación, era a la vez un alivio y una tortura. Asintió lentamente, una sonrisa melancólica y agradecida en sus labios.
—Sí —susurró, su voz un poco ronca por la emoción contenida— La estamos cuidando, Más de lo que ella puede imaginar
Su mirada se posó en Emily con una intensidad que trasciendía lo profesional. Era la mirada de un abuelo mirando a su heredera, llena de un amor que había esperado décadas para expresar.
—Y espero... —añadió, casi para sí mismo— que algún día, pueda entender por qué tuvimos que hacerlo así
—Lo entenderá —afirmó Emily con convicción, poniendo su mano sobre la del anciano en un gesto instintivo y reconfortante— Cuando sepa la verdad, lo entendera, el amor siempre encuentra la manera
En ese momento, Luca apareció en la puerta del vestíbulo. Su mirada se posó instantáneamente en la escena: su Emily, con su bondad característica, reconfortando al hombre que él consideraba su enemigo más peligroso. Y el viejo Moretti, permitiendo el contacto, con una expresión en su rostro que Luca no podía descifrar del todo, pero que se parecía sospechosamente a la devoción.
La sonrisa en los labios de Luca se congeló. La tierna narrativa de Emily chocaba violentamente con sus instintos más profundos.