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El Hijo Del Narco

El Hijo Del Narco

Status: Terminada
Genre:Maltrato Emocional / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Completas
Popularitas:2.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Joél Caceres

Adrían lo tenía todo lo que un muchacho de 19 años pudiera tener, belleza, protección y un futuro prometedor. Pero, sus hermanos lo traicionaron revelando que es gay a sus padres, sin contemplación lo expulsaron de la casa. No esperaban,sin embargo, que todo rastro de él desaparecería, como si nunca hubiera existido, sintiendo la culpa aplastarlos.

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El Peso del Legado

Después de la tormenta vino la calma, pero no para Adrián, se sentía pesado, intranquilo, daba vueltas y vueltas en la cama, una sensación de inquietud lo tenía en vela, se levantó tomó leche y luego volvió a acostarse, finalmente pudo dormir, después de mucho tiempo volvió a soñar a Héctor y su padre.

Estaban vestidos de manera casual, su padre una camisa blanca, mangas cortas y pantalón negro, zapato también de color negro, reluciente. Medias negras. Su hermano vestía de una manera más juvenil una remera gris, mangas cortas , un buzo negro y zapatillas rojas.

En sus sueños, Hector se le acerca, pone sus manos en su hombro y le dice

— Espero que me perdones. Ya es mi hora.

Su padre también se acercó y espetó, con su actitud de siempre, con esa voz de mando muy característico:

— Cuida a tu madre y hermanos.

Se levantó con un sabor amargo en la boca, asustado, su sueño fue demasiado real, demasiado íntimo. Incluso parecía sentir aún en su cuerpo el calor que emitía la mano de su hermano. Empujó las sábanas, se levantó casi sin energía.

Pisó el suelo frío, no podía encontrar ningún calzado, se dirigió al baño y se tomó una ducha caliente. Se cambió de ropa, se colocó una camisa azul desgastada y un pantalón de vestir gris ajado.

Se asomó al exterior y escuchó el sonido de una camioneta acercándose por la serpenteante calle roja, al doblar en la esquina, reconoció el auto, era de su hermano menor. Pero esta vez la sensación que sentía era diferente, esta vez quería que llegara pronto. Estaba vez, quería escuchar las tonterias de siempre, sin embargo, el auto se movía lento, excesivamente lento.

Su hermano Lucas, bajó del auto con lentes negros oscuros, vestido de un impecable traje y pantalón negro. Está vez Chris corrió hacia él, no como en los casos anteriores.Todo indicaba que ocurrió una desgracia, su hermano nunca vestiria de traje y caminaba con los hombros caídos, pasos lentos y la mirada clavada en el suelo. Todo era muy sospechoso.

No lo saludó, la ansiedad lo consumía, fue directo al punto.

— ¿Qué pasó Lucas? A pesar de todo esperaba que le diga que es una visita más. Guardaba cierta esperanza.

Con la voz quebrada respondió el otro.

— El helicóptero en que viajaban Héctor y papá.... se estrelló durante el temporal. No sobrevivieron.

Adrián olvidó todo lo que pasó y abrazó con fuerza a su hermano y lloraron amargamente.

— Ven conmigo, Chris. Yo solo no podré contener a mamá. Está con unos calmantes ahora.

—¿ Y Marisol?

— Tu la conoces. Ella no sabe cómo actuar en estos casos

Florencia que recién vino de ordeñar las vacas se acercó a ellos, pudo ver en los ojos de Chris que algo grave ocurrió.

— Me voy con él— simplemente dijo. — Luego te explico.

— Ve con Dios, hijo mío

Se subieron al auto y llegaron rápidamente a la Mansion. Solo les llevó unos minutos.

Para Adrián se sentía tan diferente todo, estaba silencioso, afuera. El cielo estaba completamente despejado, pero una vez que ingresó, dentro todo era diferente, escuchó el llanto desesperado de su madre. En un día ella perdió al hijo y al esposo.

Fue junto a ella y se fundieron en un abrazo.

— No quería que les pase nada. Dijo Chris, con las lagrimas rodando en su mejilla.

— Lo sé hijo. Lo sé.

Marisol también se acercó a su hermano y, en silencio, le sirvió un café con chipitas. Había personal para hacerlo, pero ese gesto era su forma de acercarse a él. Incluso en un momento como ese, intentaba mantener su apariencia fría e indiferente. Sin embargo, el cansancio marcado en su rostro y las profundas ojeras bajo sus ojos hablaban por ella: el dolor también la alcanzaba, aunque no lo dijera.

El resto de los que venían a mostrar sus respetos, se mostraban impasibles con sus lentes negros y trajes caros.  Solo la viuda ocasionalmente lloraba por la pérdida de sus seres queridos. Chris permaneció a su lado en todo momento.

Adrián notó que su ropa llamaba la atención entre los invitados. Su vestimenta, demasiado humilde para la ocasión, desentonaba en medio de la vestimenta sobria de los presentes. Subió a su habitación y se sorprendió al encontrarla tal como la había dejado tiempo atrás. Todo estaba en su lugar, pero él ya no era el mismo.

Se sintió extraño, como si los objetos que lo rodeaban le pertenecieran a otra vida, a otra versión de sí mismo. Abrió el mueble casi sin pensarlo y eligió una ropa más adecuada. Frente al espejo, su reflejo le devolvió la imagen de siempre, pero había algo distinto. Era él, pero a la vez no.

Bajó las escaleras con paso lento y, al llegar al salón principal, se encontró con Ramón, quien lo saludó con un apretón de manos firme y una expresión grave.

— Mis condolencias, Christopher —dijo con voz baja, respetuosa—. Necesito hablar contigo.

Chris lo guió hasta el despacho, una habitación amplia y silenciosa donde el lujo se sentía en cada rincón.

La mesa principal era de nogal oscuro, brillante por el pulido constante, con bordes tallados y una lámpara de escritorio de bronce que lanzaba una luz cálida. Detrás, una silla de respaldo alto, tapizada en terciopelo burdeos, imponía presencia. Frente a ella, dos sillas de cuero, perfectamente alineadas, esperaban como centinelas.

Una alfombra persa cubría el suelo de mármol, amortiguando los pasos. Las paredes estaban revestidas en madera oscura, con estantes cargados de libros de lomos dorados y algunos cuadros antiguos en marcos dorados.

En una esquina, una chimenea de mármol blanco crepitaba suavemente, dando al ambiente una calidez acogedora. Sobre la repisa, una foto antigua: su padre, Ramón y otros hombres, brindando por el gigantesco pez atrapado.

— SIentate por favor, dijo Adrián, tratando de mantener la compostura.

El hombre se sentó en una de las silla y procedió a abrir su maletin. Chris también se sentó en la silla y miró directo al hombre. Sabía que no debía mostrarse frágil ante él. Y que lo necesitaría para arreglar el embrollo que seguramente deberá arreglar.

— Muchacho, en situaciones como ésta uno de los miembros de la familia debe tomar las riendas. Olvidar su dolor. Y hay muchas cosas que deben hacerse.

Adrián respondió con un simple — Lo sé.

— Tu padre me dejó en esta notebook toda la información que necesitarás —

Pasó la notebook a Chris que lo tomó con cuidado. Se levantó y dejó el equipo en la silla, pusos sus manos atrás de la espalda y giró dandole la espalda a Ramón, no quería mostrar las lágrimas silenciosas que se les salía sin querer.

— Estoy abrumado, es demasiado para procesar —contestó el muchacho quien se movía dentro de la oficina, tratando de calmarse.

— Alguien debe hacerlo, tendrás que ser fuerte. Tu padre confío en qué podrías hacerlo.

Con la voz temblorosa Chris preguntó—¿Fue un accidente, lo de mi padre?

— Traté de advertirle, muchacho. Le dijo con cara seria.

— Soy un maricon, dijo secamente — No aceptarían uno en el negocio, ¿verdad?

Era su forma de decir, no quiero para mi los negocios turbios de mi padre. Aún así, debía mostrarse decidido, impasible.

— Entiendo lo que haces. No deseas seguir con el negocio de tu padre. Puedo convencer a nuestros socios de dejarte en paz. Tus activos disminuirán considerablemente. Tendrás que deshacerte de muchos negocios, que en realidad no son rentables. Te llevará meses y arduo trabajo. No será un camino de rosas.

Adrián quedó desconsolado, perdió a sus dos familiares en un día y ahora debe mostrarse fuerte y seguro. Aunque su mundo interior se derrumbe. Ramón no era tonto, tenía experiencia en tratar con diferentes tipos de personas, no era su intención presionarlo para que colapse por la magnitud de la responsabilidad que ahora descansaba en los hombros del joven, pero era necesario ponerlo al tanto.

— Sin duda, tu padre sabía lo que hacía cuando te eligió a ti para llevar los negocios. Se levantó y le dio palmaditas en la espalda. Debo ir, si necesitas consejos sobre el tema, puedes acudir a mi.

Cuando Ramón abandonó el sitio y cerró las puertas. Adrián lloró amargamente. Recordaba aún esas palabras "Ojala se mueran". No fue realmente lo que él quería decir, pero se sentía culpable. El último recuerdo fue una pelea, no era la forma en que él se quería despedir de sus familiares. No hubo preparación, recibió de golpe la noticia. Ahora estaba en su hogar, que lo sentía diferente. Pero no era el lugar, sino él mismo.

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Sofia Muriel villegas
/Cry/se me metió algo al ojo
Ana Castellon
me gusta mucho tu historia la amoooo
Ferchx: Gracias
total 1 replies
nahomi sofia rodriguez castañeda
ahora con la cabeza fria si pienza
nahomi sofia rodriguez castañeda
incomodo
Turul
se ve muy interesante
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