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El Omega Quiere Venganza

El Omega Quiere Venganza

Status: En proceso
Genre:Romance / CEO / Posesivo / Omegaverse / ABO / Fantasía LGBT
Popularitas:36.6k
Nilai: 4.8
nombre de autor: Wang Chao

Keiran muere agotado por una vida de traición y dolor, solo para despertar en el mundo del libro que su único amigo le regaló, un universo omegaverse donde comparte nombre y destino con el personaje secundario: un omega marginado, traicionado por su esposo con su hermana, igual que él fue engañado por su esposa con su hermano.

Pero esta vez, Keiran no será una víctima. Decidido a romper con el sufrimiento, tomará el control de su vida, enfrentará a quienes lo despreciaron y buscará venganza en nombre del dueño original del cuerpo. Esta vez, vivirá como siempre quiso: libre y sin miedo.

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📌 Historia BL (chico × chico) si no te gusta, no entres a leer.
📌 Omegaverse
📌 Transmigración
📌 Embarazo masculino.

NovelToon tiene autorización de Wang Chao para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 24. Poder y ambición.

Cuando Gabriel despertó, el sol del mediodía golpeaba su rostro con fuerza, arrancándolo de un sueño inquieto. Parpadeó varias veces, intentando procesar el dolor que recorría su cuerpo como un recordatorio cruel de lo sucedido. Con un quejido, se incorporó lentamente desde el frío y sucio piso, sintiendo cómo cada músculo protestaba al moverse. Llevó las manos detrás de su cabeza, donde palpó un bulto que lo hizo maldecir en voz baja.

Se puso de pie tambaleante y giró hacia uno de los espejos decorativos que adornaban el lugar. Al mirarse, sus ojos se abrieron desmesuradamente, reflejando una mezcla de shock y rabia pura. Su rostro estaba desfigurado, cubierto de moretones y cortes. Pero lo peor, lo que más lo enfureció, fue darse cuenta de que había perdido cuatro dientes.

Un grito cargado de ira desgarró el aire.

—¡Maldito bastardo! —vociferó, golpeando con rabia el espejo frente a él. No le importó que los vidrios rotos hirieran sus nudillos, que ahora goteaban sangre sobre el suelo. Su respiración era irregular, casi frenética—. Keiran es mi esposo, ¡mi esposo! No permitiré esto, no lo voy a permitir.

Pateó los restos del espejo con furia antes de tomar su saco y salir del departamento. Pero antes de enfrentarse al alfa que había osado llevárselo, necesitaba repararse a sí mismo. Gabriel no podía presentarse ante Frederick en ese estado. Un alfa como él, arrogante y poderoso, aprovecharía cualquier signo de debilidad.

Frederick Bellerose.

El nombre resonaba en su mente como una sentencia de muerte. Sabía perfectamente con quién estaba lidiando. Un alfa de élite, con el respaldo de un poder que parecía inquebrantable. Pero Gabriel no pensaba permitirle que se saliera con la suya. Keiran era suyo: su esposo, su omega. Y aunque las cosas entre ellos hubieran cambiado, estaba convencido de que el amor seguía allí, oculto tras la ira y el dolor que Keiran le demostraba.

«Solo me está castigando por lo de Shelby», pensó mientras conducía hacia el médico. «Keiran siempre ha sido sumiso. Desde nuestro noviazgo, siempre fue inseguro y dependiente. El amor no desaparece de la noche a la mañana». Convenciéndose de esto, apretó el volante con fuerza.

Después de varias horas en el consultorio médico, donde se encargaron de reparar su dentadura y limpiar los rastros visibles de su humillación, Gabriel se dirigió hacia un lugar que había jurado no volver a pisar: su antiguo barrio.

Las afueras de la ciudad eran un panorama desolador. Calles polvorientas, edificios a medio derrumbar y un hedor constante a cigarrillos baratos y desesperanza. Gabriel frunció el ceño al bajar del auto, sintiendo cómo los recuerdos de su niñez lo golpeaban con la misma fuerza que los rayos del sol. Detestaba ese lugar. Lo detestaba tanto como había detestado a su padre por condenarlo a crecer allí.

Avanzó con cautela por las calles, evitando hacer contacto visual con los pocos residentes que aún rondaban por la zona. Se adentró en un callejón desolado, donde sabía que encontraría a quienes necesitaba.

—Miren a quién tenemos aquí —dijo una voz grave y burlona. Un hombre alto, con el rostro cubierto de tatuajes, emergió de entre las sombras. Dio una última calada al cigarrillo que sostenía entre los dedos antes de tirarlo al suelo y aplastarlo con la suela de su bota—. Es nada más y nada menos que el alfa de orо.

Gabriel se detuvo en seco, su corazón acelerándose. El hombre se acercó lentamente, con una sonrisa que destilaba crueldad. Gabriel dio un paso atrás, pero no fue lo suficientemente rápido. En un movimiento ágil, el hombre lo agarró por la solapa del saco, acercando su rostro al de Gabriel.

—O debería decir... —susurró con voz burlona—, ¿el gato jugando a ser león? Dime, Gabriel, ¿cuál te queda mejor? ¿Cuál es el mejor apodo para un perro traidor como tú?

Gabriel tragó saliva con dificultad, sintiendo la presión del agarre en su pecho. Su mente se llenó de maldiciones hacia sí mismo. No debió haber regresado a ese maldito lugar, no después de lo que había hecho. Pero necesitaba la ayuda de ellos, y ni siquiera había considerado las consecuencias.

—Escucha, yo... —intentó hablar, pero el hombre lo interrumpió apretando más fuerte la solapa y empujándolo contra la pared del callejón.

—¿De verdad pensaste que podías regresar como si nada? —espetó con furia. Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de rencor y diversión—. Traicionaste a los tuyos, Gabriel. ¿Crees que alguien aquí te va a ayudar?

Gabriel cerró los ojos un momento, intentando calmar el pánico que amenazaba con apoderarse de él. Pero en el fondo sabía que había despertado a un monstruo que nunca debió haber vuelto a enfrentar.

—Gabe...

—Cierra la puta boca, Sterling. —El gruñido de Gabe retumbó en el aire, cargado de odio palpable—. No tienes ni la más mínima idea de cuánto te odio. Solo lamento que quien te golpeó no te haya matado.

Gabriel tembló. El aroma denso de las feromonas alfa lo envolvió como una trampa invisible, empapando cada respiración que tomaba con una presión asfixiante. Tragó saliva, intentando mantener la compostura, aunque el miedo empezaba a aferrarse a él como un lastre.

—Yo no quería dejarlos... —intentó justificar su ausencia, pero su voz se quebró antes de que pudiera terminar.

Los dos alfas que lo rodeaban no le dieron espacio para continuar. Uno se colocó a su izquierda, el otro a su derecha, formando un círculo de dominancia alfa que lo bañaba en un torrente de feromonas opresivas.

—Nos dejaste, imbécil. —Ralft, el alfa a su izquierda, habló con el tono áspero de alguien que llevaba años acumulando odio—. ¿Sabes cuánto tiempo estuve en prisión por tu maldita culpa?

El rostro de Gabriel permaneció inexpresivo, aunque por dentro cada palabra era una estocada. Sabía que las cicatrices de su traición no habían sanado, pero estaba dispuesto a soportar la humillación si eso significaba ganarse una oportunidad.

—Lo sé... y quiero compensarlo. —Su tono era más bajo, como si buscara transmitir sinceridad. Con movimientos lentos y deliberados, metió la mano en el bolsillo de su abrigo y sacó un anillo de oro con incrustaciones de diamantes. El objeto relucía incluso bajo la tenue luz del lugar—. Esto es una muestra de mi buena voluntad.

Los ojos de los tres hombres se posaron en el anillo. Gabe, sin apartar su mirada de Gabriel, hizo un gesto a Tom, el tercer alfa, quien avanzó rápidamente y tomó el anillo de sus manos. Lo examinó detenidamente, girándolo entre sus dedos con una expresión de análisis crítico. Finalmente, asintió hacia Gabe, confirmando que era auténtico.

—¿Qué es lo que realmente haces aquí, Sterling? —La voz de Gabe fue cortante mientras lo soltaba. Pero no sin antes empujarlo con fuerza contra la pared, como si quisiera asegurarse de que Gabriel entendiera su lugar.

El impacto arrancó un jadeo ahogado de los labios de Gabriel. Su cuerpo, ya magullado, tembló ligeramente. A pesar del dolor que se expandía por su espalda, apretó los dientes y reprimió cualquier queja. No les daría la satisfacción de verlo quebrarse.

—Tengo una propuesta para ustedes. —Con dificultad, Gabriel se puso de pie, sacudiéndose el polvo de la ropa con movimientos lentos y metódicos. Levantó la mirada, encontrándose con los ojos de sus antiguos compañeros de pandilla, cargados de desconfianza—. Una que no podrán rechazar.

Gabe arqueó una ceja, cruzando los brazos frente a su pecho. Su expresión era una mezcla de interés y recelo.

—¿Y qué podría ofrecernos un traidor como tú que valga la pena?

Gabriel inspiró profundamente antes de responder.

—Un trabajo que los hará millonarios. —Dejó que las palabras flotaran en el aire por un momento, observando cómo sus reacciones oscilaban entre la duda y la codicia—. Más dinero del que jamás habrían imaginado.

Los tres hombres intercambiaron miradas. Gabriel podía ver cómo la codicia comenzaba a imponerse a sus reservas. Eran avaros, y el dinero siempre había sido su debilidad. Lo sabía porque él mismo no era muy diferente en ese aspecto. O al menos, no lo había sido.

Porque ahora había algo más que dinero en juego.

Keira.

Ese omega que, sin previo aviso, se había transformado en un completo extraño dentro de su propia casa. Su frialdad y su aparente indiferencia lo herían más de lo que estaba dispuesto a admitir. Pero, al mismo tiempo, lo habían fascinado. Gabriel estaba convencido de que todo era una fachada, de que Keiran todavía lo amaba... o al menos, de que podía volver a amarlo.

Sin embargo, para recuperar a Keiran, primero debía quitar del camino a quien se interponía entre ellos: Frederick Bellerose.

—Habla, Sterling. —La voz de Gabe lo sacó de sus pensamientos. Había impaciencia en su tono, pero también una chispa de interés que Gabriel no dejó pasar desapercibida.

Gabriel sonrió apenas, con un destello de arrogancia en los ojos.

—Un objetivo simple. —Sus palabras eran medidas, calculadas para captar su atención—. Pero que requiere cierta... delicadeza. Es un trabajo limpio, sin riesgos para ustedes.

Los alfas lo observaban en silencio, evaluando cada palabra que decía. Sabía que aún no confiaban en él. ¿Cómo podrían hacerlo después de lo que había pasado? Pero también sabía que, al final, la promesa de riqueza era demasiado tentadora para ignorarla.

«Keiran», pensó de nuevo, aferrándose a esa imagen del omega que lo había desarmado con su indiferencia. Recuperarlo era su objetivo, su obsesión. Y si tenía que recurrir a los demonios de su pasado para lograrlo, entonces lo haría sin dudar.

Porque en el juego del poder y la ambición, Gabriel Sterling estaba dispuesto a arriesgarlo todo.

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Juliana Fernandez
me encanta esta historia ❤️😍por favor actuliza escritora 🥹🥹voy a estar esperando me engancho tu historia te felicito 😘
Topy71 🇦🇷
Ni entiendo porque no lo vomito, total en la habitación estaban solo el y su padre
Kelly Castro
muy bueno
Daaaq
Me encanta como está avanzando la Historia 🫶🏻
Gladys Zapata
Me gusta mucho la trama
Patricia Margarita Charris Martinez
Excelente
Diosa David Torres
Bueno creo que nuestro bello Alfa y Omega serán un 100%☺️☺️
Diosa David Torres
Según ellos 🤣🤣🤣🤣y ya están bien enamorados 🥰❤️🤣🤣🤣🤣
Diosa David Torres
🤣🤣🤣🤣🤣me encanta cuando están juntos 🤣🤣❤️🥰
Diosa David Torres
Vaya muy detallista nuestro Alfa nada que hacer muere por su Omega 😁😁😁😁
Andrea Osorio
Excelente
Gladys Zapata
jajajajajaja pobre idiota
Erika Garcia
ese alfa está como me lo recetó el doctor/Chuckle/
Topy71 🇦🇷
Ayyyy noooo, almenos termino de leer el libro? 😱
Topy71 🇦🇷
Maldita psicópata 😡
Gladys Zapata
eso vamos Keiran tu puedes
Gladys Zapata
bellos
Nidia Mojica
Esto se pondrá buenisimo y mas cuando sepan con quién se va a casar.
Nidia Mojica
Me agrada Austin.
Nidia Mojica
Encuentra un aliado dentro de casa, esa Margaret y la Shelby sorpresota se llevaron.
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