Alonzo es confundido con un agente de la Interpol por Alessandro Bernocchi, uno de los líderes de la mafia más temidos de Italia. Después de ser secuestrado y recibir una noticia que lo hace desmayarse, su vida cambia radicalmente.
•|•|•|•|•|•|•|•|•|•|•|•
Saga: Amor, poder y venganza.
Libro I
NovelToon tiene autorización de Wang Chao para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 23. Todo resuelto.
—¿Por qué me pediste vernos aquí? —preguntó Christian, tomando asiento en uno de los elegantes sillones de su oficina. Su rostro, aunque todavía mostraba vestigios de irritación, lucía más calmado que en su llamada previa. Alonzo dejó escapar un suspiro de alivio; finalmente tendría la oportunidad de explicarle su ausencia a su amigo.
Cuando le pidió reunirse para aclarar todo, Christian insistió en ir a buscarlo él mismo. Sin embargo, Alonzo se negó, temiendo que alguno de los hombres de Alessandro pudiera verlos juntos y lo percibiera como una amenaza. Prefería que se encontraran en la oficina de Christian, un lugar privado y controlado, donde solo se podía acceder con cita previa, lejos de miradas indiscretas.
—Yo… temo que hagas un escándalo cuando te diga el motivo de mi desaparición —admitió Alonzo, con un tono de nerviosismo en su voz.
—Oh, créeme, haré un escándalo, sin importar cuán buena sea tu excusa. ¿Me escuchas? —contestó Christian, cruzando los brazos con una expresión severa, aunque Alonzo notó una ligera suavidad en su mirada que le decía que, en el fondo, no estaba tan molesto como aparentaba—. Empieza, Alonzo —ordenó, adoptando una postura de enfado para enfatizar su punto.
Alonzo sonrió brevemente ante la escena. Era tan propio de Christian reaccionar de manera dramática; había echado de menos esa intensidad que solo su amigo podía brindar.
—Bueno… no logré concretar la venta —dijo, desviando la mirada.
—¿De qué estás hablando? El inmueble fue vendido y pagado al contado —respondió Christian, frunciendo el ceño con confusión—. De hecho, por cierto, te llevaste una muy buena comisión por ello.
Alonzo lo miró, sorprendido. ¿Acaso Alessandro realmente había comprado el lugar en el que le tendieron una trampa? Su mente comenzó a procesar la posibilidad de que el mafioso estuviera cubriendo cualquier rastro que pudiera delatar su accionar.
—Genial, más que nunca necesito esa comisión… —murmuró Alonzo, dejando escapar un suspiro pesado—. ¿Recuerdas que me hicieron unos análisis de sangre? —Christian asintió, todavía desconcertado—. Bueno… en realidad iba a regresar a casa después de eso, pero todavía me sentía deprimido por lo de Elio.
Christian alzó una ceja, como si ya anticipara algún drama detrás de las palabras de Alonzo.
—Dime que no te metiste con otro desconocido y que este te secuestró para convertirte en su esclavo sexual durante todos estos días —espetó, con sarcasmo pero también con una leve preocupación.
—¿De qué demonios estás hablando? Claro que no —respondió Alonzo, ofendido y un tanto incómodo, aunque la realidad no distaba demasiado de esa exageración—. No, fui a un hotel y me quedé ahí. No quería saber de nada, tomé unas copas y me dormí.
—¿Y eso qué tiene que ver con el médico? —preguntó Christian, impaciente.
—Si dejaras de interrumpirme, ya lo sabrías —replicó Alonzo, intentando mantener la compostura.
Christian suspiró y asintió, cruzándose de brazos de nuevo.
—Bien, bien, continúa.
Alonzo tomó aire antes de continuar. La siguiente revelación no iba a ser fácil, y sabía que Christian podría reaccionar de mil maneras distintas. Sus manos temblaban levemente mientras las apoyaba en su abdomen, buscando el valor para pronunciar las palabras.
—Cuando desperté, tenía un correo electrónico del médico… —hizo una pausa, bajando la mirada, casi en un susurro—. Estoy… estoy embarazado.
Alonzo cerró los ojos después de soltar la confesión, preparándose para el torbellino de reacciones que vendría. Esperaba gritos, reproches, quizás incluso algún comentario sarcástico. Sin embargo, cuando abrió los ojos, lo único que vio fue el rostro incrédulo de Christian, completamente inmóvil y en silencio.
«Así que esa fue también mi reacción», pensó, mientras observaba cómo Christian intentaba procesar la impactante noticia.
—Esa es la razón por la cual desaparecí —continuó Alonzo, al notar que Christian seguía en trance—. Necesitaba tiempo para pensar, para procesarlo todo. Es algo que nunca planeé ni imaginé que llegaría a suceder. Lo siento por haberte preocupado… de verdad —añadió, con un tono de genuina culpa.
Pasaron varios minutos de silencio. Christian parecía estar recuperándose de su asombro, con la mirada perdida en algún punto indefinido antes de atreverse a mirarlo.
—Espera, creo que dejé de escuchar después de “estoy embarazado” —dijo Christian, observando detenidamente a Alonzo, y luego bajando la vista hacia su vientre, como si intentara encontrar alguna señal visible—. ¿De verdad hay algo creciendo ahí dentro?
Alonzo asintió lentamente—. Yo tampoco podía creerlo cuando leí los resultados del análisis.
Christian, finalmente saliendo de su desconcierto, se levantó y se acercó, sentándose junto a él. El silencio entre ambos se tornó más pesado hasta que finalmente formuló la inevitable pregunta.
—¿De quién es? —preguntó en voz baja, casi temiendo la respuesta.
«De un criminal que me mantuvo secuestrado. Está siendo buscado por la Interpol, la DEA y quién sabe cuántas agencias más», pensó Alonzo, con una mezcla de ironía y desesperación. Sabía que no podía decir la verdad, así que optó por una versión simplificada.
—Del desconocido de aquella noche —respondió—. Fue el único con quien tuve algo.
Christian dejó escapar un suspiro exasperado, mientras meneaba la cabeza.
—Joder, Alonzo… debiste cuidarte. ¿Qué estabas pensando?
—¿Yo? ¡Él fue quien debió usar condón! —respondió Alonzo, ofendido.
—No me refiero a eso. Hablo de que deberías haber tenido más cuidado con quién te ibas. Ahora estás esperando un hijo, y quién sabe dónde está el padre.
Alonzo contuvo una risa amarga, pensando en cómo reaccionaría Christian si supiera la verdad.
—Eso no importa —dijo con determinación—. Soy perfectamente capaz de cuidar del bebé yo solo.
Christian lo miró, preocupado, pero asintió con lentitud.
—Sé que eres capaz, pero aun así… esto cambia todo.
Alonzo le dio una palmadita en el hombro, intentando disipar su preocupación.
—Tranquilo, tengo todo resuelto. Solo me queda esperar el momento adecuado para regresar a Los Ángeles. Ya no quiero estar aquí.
La convicción en sus palabras escondía el plan que había trazado, el cual esperaba que funcionara para liberarse de la vigilancia de Alessandro. Mientras Christian lo miraba, Alonzo se aferraba a esa esperanza, deseando que la libertad no estuviera tan lejana como parecía.