En su vida anterior, la emperatriz Seraphina fue traicionada por su amado emperador y su propia hermana, quienes conspiraron para asesinarla. En el momento de su muerte, juró vengarse. Milagrosamente, Seraphina renace en su cuerpo joven, antes de ser comprometida con el emperador.Decidida a cambiar su destino y evitar el dolor de su vida anterior, Seraphina se aparta del joven emperador, ocultando su intención de venganza. En su lugar, ella comienza a llamar la atención del reservado y poderoso duque Alaric, el hermano mayor del emperador. Alaric es un hombre enigmático, con sus propios secretos y una lealtad incierta.Mientras Seraphina navega en el peligroso juego de la corte, debe mantener su verdadera identidad y sus planes ocultos. Su creciente cercanía con Alaric complicará su misión, pues en él encuentra una inesperada comprensión y una pasión que nunca había conocido.
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Confesión de amor
El atardecer teñía el cielo de un suave carmesí, y los jardines del palacio parecían un lugar de ensueño, silenciosos, alejados de la intriga y el peligro que acechaban entre las paredes del castillo. Seraphina caminaba lentamente por los senderos de piedra, su mente estaba dividida entre la estrategia y los sentimientos que se habían arraigado en su corazón.
Desde el momento en que viajó en el tiempo, había prometido no dejar que las emociones interfirieran en su venganza. Sin embargo, la presencia de Alaric había cambiado todo. Su lealtad, su fuerza, y la forma en que la miraba, como si fuera la única persona que importara, habían derribado las murallas que ella había construido.
Mientras avanzaba por el jardín, sintió una presencia familiar detrás de ella.
"¿Evitándome otra vez, mi lady?" —preguntó Alaric con una sonrisa ligera, aunque sus ojos brillaban con algo más que simple diversión.
Seraphina se giró hacia él, encontrándolo vestido con una camisa blanca y pantalones oscuros, su ers porte elegante pero relajado. Había una suavidad en su mirada que la hacía sentir vulnerable, y eso la aterraba tanto como la confortaba.
"No te estaba evitando" —respondió ella, aunque ambos sabían que no era del todo cierto.
Alaric dio un paso más cerca, observándola con atención.
"Siempre eres cuidadosa con tus palabras, Seraphina. Pero tus ojos cuentan otra historia".
Seraphina desvió la mirada, sintiendo que sus defensas empezaban a resquebrajarse. Había tantas cosas que deseaba decirle, pero cada palabra implicaba un riesgo, no solo para ella, sino también para él.
"No vine aquí para hablar de mí, Alaric. Hay asuntos más importantes que discutir".
"¿Más importantes que tú?" —preguntó él, con una voz baja y profunda que hizo que su corazón diera un vuelco.
Ella lo miró, sorprendida por la intensidad en su tono. Alaric se acercó más, dejando apenas un espacio entre ellos.
"Te he observado desde el día en que nos conocimos" —continuó él. "Cada acción tuya está llena de propósito, con cada palabra cuidadosamente medida. Pero detrás de todo eso, veo a una mujer que lleva un peso que no comparte con nadie".
Seraphina sintió que las lágrimas amenazaban con salir, pero se obligó a mantener la compostura.
"No es tan simple, Alaric".
"Nunca dije que lo fuera. Pero estoy aquí. Siempre lo he estado, y siempre lo estaré".
Esas palabras rompieron algo dentro de ella. Seraphina cerró los ojos un momento, tomando aire antes de hablar.
"No deberías estar aquí para mí. Es peligroso, Alaric. Lo sabes tan bien como yo".
"El peligro no me importa, Seraphina. Tú sí".
Sus palabras la dejaron sin aliento. Alaric levantó una mano, rozando suavemente su mejilla, y ella no pudo evitar inclinarse hacia su toque.
"Desde el momento en que apareciste en mi vida, todo cambió. Me haces querer ser mejor, luchar más duro. Pero más que eso... me haces querer quedarme".
Seraphina abrió los ojos, encontrándose con su mirada llena de sinceridad. La fuerza de sus sentimientos era abrumadora, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía permitirse ser honesta.
"Alaric, yo..." —comenzó, pero su voz se quebró.
Él no la presionó, esperando pacientemente mientras ella reunía el valor para continuar.
"He pasado toda mi vida luchando. Luchando contra las expectativas, contra las traiciones, contra mí misma. Y luego, llegaste tú... y todo cambió".
Hizo una pausa, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
"No sé cómo sucedió, pero te has convertido en alguien que no quiero perder".
La confesión cayó como un susurro entre ellos, pero su impacto fue tan profundo como un grito. Alaric la miró con una mezcla de sorpresa y felicidad, y en un movimiento impulsivo, tomó sus manos entre las suyas.
"No sabes cuánto he esperado escuchar eso, Seraphina".
Ella dejó escapar una risa suave, aunque las lágrimas caían silenciosamente por sus mejillas.
"No puedo prometerte un futuro fácil, Alaric. Lo que estamos haciendo, lo que estamos enfrentando, no tiene garantías".
"No necesito garantías" —dijo él, con firmeza. "Solo necesito saber que estoy contigo".
Seraphina lo miró, viendo en sus ojos una devoción que la llenó de una calidez desconocida. Por un momento, todo el peligro y las intrigas de la corte desaparecieron, dejando solo a los dos bajo el cielo teñido de rojo.
"Entonces estás conmigo" —susurró ella, cerrando el pequeño espacio entre ellos.
Alaric sonrió, inclinándose hacia ella hasta que sus frentes se tocaron.
"Siempre, mi lady".
Esa noche, mientras el mundo dormía, Seraphina reflexionó sobre lo que había sucedido. Había dado un paso que nunca imaginó dar, pero no se arrepentía. Sus sentimientos por Alaric eran reales, y aunque sabía que su relación los pondría en un peligro aún mayor, también sabía que él era la única persona en la que podía confiar plenamente.
Por primera vez en mucho tiempo, se permitió soñar con un futuro, uno donde no estuviera sola. Y mientras la luna iluminaba su habitación, Seraphina se prometió a sí misma que haría todo lo posible para proteger ese sueño, sin importar el costo.