Cuando sabemos que la vida nos tiene deparado un futuro, pero somos nosotros mismos quienes creamos los caminos que nos llevan ya sea a la toma de buenas o malas decisiones, todas las que he tomado de ninguna me arrepiento me han hecho el hombre que soy y llegar a ser lo que soy y nada ni nadie me hará cambiar de parecer eso era lo que creía hasta que supe que jamás tendría una oportunidad en su vida
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Narra James
Terminada la reunión, no esperé ni un segundo más. Mi cuerpo necesitaba el calor de Eileen, el latido que solo ella podía encender en mí. Sin decir una palabra, la tomé en brazos con el estilo de una princesa, acunándola contra mi pecho mientras nos dirigíamos al ascensor. Ella sonrió, pero en sus ojos había algo más: el mismo deseo que me consumía. Esa chispa entre nosotros nunca se había apagado, ni siquiera después de tantos años de matrimonio.
Las puertas del ascensor se cerraron lentamente, sellándonos en ese pequeño espacio íntimo donde solo existíamos ella y yo. El aire a nuestro alrededor parecía cargado de electricidad, y cuando acerqué mi rostro al suyo, su aroma me envolvió, embriagante y dulce. Nuestras miradas se encontraron, y su sonrisa se tornó en un suspiro cuando mis labios se posaron sobre los suyos. El beso, lento al principio, pronto se convirtió en una vorágine de pasión. Sentí sus manos enredarse en mi cabello, tirando con la misma desesperación que yo sentía en lo más profundo de mi ser.
El ascensor descendía lentamente, pero todo a nuestro alrededor desapareció. Mis manos recorrieron su cintura, mientras mis labios se movían con más fervor sobre los suyos. Sabía que no podíamos seguir así mucho tiempo, pero no me importaba. El fuego entre nosotros era incontrolable. Años de estar juntos, y, aun así, nunca había saciado mi sed por ella. Cada vez que la tocaba, sentía que volvía a enamorarme, que volvía a desearla como si fuera la primera vez.
Las puertas del ascensor se abrieron con un suave ding, anunciando nuestra llegada al primer piso, pero apenas lo notamos. Con un rápido movimiento, la llevé en brazos hasta el auto que ya nos esperaba afuera. Nuestro conductor, un hombre acostumbrado a nuestra dinámica, abrió la puerta sin una palabra. Me encantaba esa complicidad discreta, ese conocimiento tácito de que él sabía lo que vendría a continuación, pero jamás lo mencionaría.
Eileen, aún sonrojada por el frenesí que habíamos desatado en el ascensor, me miró con esos ojos verdes que siempre parecían atravesar mi alma. Solo yo podía verla así, solo yo conocía cada matiz de su deseo, y eso me volvía loco. Cuando el auto arrancó, un silencio cómodo se instaló entre nosotros, pero la tensión seguía presente. El vidrio que separaba nuestra cabina del conductor subió lentamente, otorgándonos la privacidad que tanto necesitábamos.
La miré de reojo, viendo cómo se mordía el labio, intentando contener la emoción que la inundaba. No pude resistirlo. Me acerqué y, sin decir una palabra, tomé su rostro entre mis manos y la besé nuevamente, esta vez con más ternura, pero igual de apasionado. Mientras mis labios recorrían los suyos, mis manos comenzaron a explorar, trazando un camino de caricias sobre su piel. Bajé lentamente hacia sus pechos, sintiendo cómo su respiración se aceleraba con cada toque. Su cuerpo reaccionaba a mis caricias de una manera que solo yo podía entender.
Ella arqueó la espalda, entregándose completamente al placer mientras mis manos bajaban más, deslizándose bajo su falda. El roce de mis dedos con sus bragas la hizo gemir suavemente contra mis labios, y ese sonido fue suficiente para encender una chispa más intensa en mí. Acaricié sus pliegues con delicadeza, jugando con sus reacciones, mientras volvía a besarla con más fuerza, atrapado en ese momento, olvidando todo lo demás.