¡No Estoy Loca!

Afuera de la tienda Fashion, Linda discutía con el cliente que la acompañó.

No veo por qué tengas que regalarle vestidos a Jimena, y a mí que soy tu acompañante no me hayas regalado nada.

Linda, no nos hagamos, tú insististe en que te llevara. Yo por educación no te rechacé, pero entre tú y yo no hay, absolutamente nada.

Está bien, no tienes por qué ser tan cruel conmigo.

No soy cruel, simplemente te estoy hablando con la verdad.

Pues tu verdad me lastima, dijo Linda tratando de parecer convincente.

Vamos, Linda, no eres una niña para portarte de esa manera. Eres una mujer hecha y derecha, y sabes perfectamente bien que el amor no debe forzarse.

Te equivocas, yo no estoy hablando de amor, solo quiero por qué si tú fuiste conmigo, le regalaste un vestido a Jimena en lugar de a mí.

El cliente estaba molesto y le contestó a Linda.

Discúlpame, Linda, pero a mí nadie me va a decir cómo gastar mi dinero y a quién puedo regalarle o a quién no; es mi vida y yo hago lo que me da mi gana.

Tienes razón, perdóname.

Está bien, te llevaré a tu casa.

El tipo la fue a dejar a su casa y en cuanto ella bajó del coche él arrancó.

"Estúpido, ¿qué te habrás creído?". Linda estaba muy enojada.

Y de pronto, algo vino a su mente.

"¿Era Héctor el que estaba ahí sentado o solo se me figuró?".

Al momento, desechó ese pensamiento. No, ¿pero qué tiene que ver Héctor con las pasarelas?, a él nunca le gustó nada de eso.

Las horas pasaron rápido, Jimena y Héctor estaban ya acostados cuando sonó el celular.

La pantalla tenía escrito "Linda".

"Cómo friegas, Linda, no te voy a contestar".

Jimena solo le estaba dando la espalda, pero estaba despierta. ¿Quién te llama a estas horas de la noche, mi amor?

No sé, no quise contestar tengo mucho sueño. Ha de ser mi socio. Mañana lo llamaré, por ahora nos dormiremos.

Como quieras, mi amor, dijo Jimena que ya se moría de sueño.

Héctor comprobó que Jimena estaba profundamente dormida, se levantó de la cama y se dispuso a marcar al celular de Linda.

El teléfono sonó dos veces y después se oyó una voz al otro lado de la línea.

Vaya, ¿por fin te acordaste de mí?, dijo Linda, que ya estaba como agua para chocolate.

¿Qué es lo que quieres?, ya te dije que estoy casado y no pienso engañar a mi esposa, déjame en paz. Búscate otro hombre, yo ya no estoy disponible para ti.

Héctor, no quieras pasarte de listo; o vienes a verme mañana mismo o yo iré a presentarme a tu casa y te aseguro que no iré en son de paz.

Acto seguido se oyó como que cortaron la comunicación.

"Creo que esta estúpida de Linda me va a hacer la vida de cuadritos, tengo que pensar en algo antes de que empiece a moler".

Jimena abrió los ojos solo para comprobar que Héctor no estaba.

Se puso la bata y bajó a buscar a su esposo.

Lo vio medio sospechoso hablando por teléfono.

Amor, ¿con quién hablas a estas horas?

Es un socio de esos molestos, mañana lo veré.

Mm ok.

¿Estás molesta?

No estoy molesta, pero, ¿por qué tienes que hablar con ese cliente a las 10 de la noche y hablando en susurros. A ver, préstame tu celular.

Héctor fue pescado por sorpresa.

¿Acaso desconfías de mí, querida?

No sé por qué Últimamente siento como que me ocultas cosas.

Jimena, no quiero faltarte al respeto, pero estás paranoica, ¿qué te sucede?

No me sucede nada, perdón, creo que me exalté. Te espero en la cama.

Jimena se dio la vuelta para regresar a su habitación, pero Héctor la detuvo del brazo.

Espera, mi amor, de verdad estás mal, aquí está mi cel si es que lo quieres revisar.

Olvídalo no quiero revisar nada, confío en ti.

Héctor disimuló bien un suspiro de alivio y abrazó a Jimena y juntos regresaron a la cama.

Cuando Jimena hubo quedado dormida, Héctor borró la llamada hacia Linda.

De hecho aprovechó para borrar las demás llamadas.

Solo quedaron las llamadas de los socios y alguno que otro amigo.

Al día siguiente, Jimena se despertó, pero Héctor no estaba a su lado.

Una rápida ojeada y vio el celular encima del buró.

Oyó el ruido de la regadera y rápidamente se dispuso a tomar el celular.

Lo checó, se sabía la contraseña. La llamada de anoche estaba registrada a nombre de Russell, coincidía con la hora.

Jimena ya no insistió y dejó el celular igual y como estaba.

Oyó que la puerta del baño se abría y se hizo la dormida.

Héctor terminó de arreglarse, le dio un beso y salió. Había dejado instrucciones a la servidumbre.

Jimena se levantó y observó por la ventana. Héctor se subió a su auto y se fue. Ella asumió que iba a su trabajo.

Jimena se dio una ducha, cuando estuvo lista, llamó a Dolores.

Dígame, señora.

¿Ya está el desayuno?, preguntó Jimena.

Sí, pero como no se levantó a tiempo ha sido guardado todo en el refri.

Bueno, pues ahorita mismo lo sacas del refri y lo calientas y cuando esté todo listo me hablas.

Dolores dio un gran suspiro y luego contestó: sí, señora.

De rato tocaron a su puerta.

Javier, ¿qué pasa?

Dice Dolores que ya está el desayuno.

¿Y por qué no vino ella a avisarme?, Esa fue la orden que yo le di.

No lo sé, solo me dijo que le dijera que ya estaba el desayuno.

Está bien al rato hablaré con ella, gracias, puedes retirarte.

Sí, señora, con permiso.

Jimena desayunó, no tenía tiempo para reclamarle a Dolores.

"A mi regreso hablaré con ella", se dijo.

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.

Hola, Linda, necesitamos hablar.

Pues fíjate que yo no tengo nada que hablar contigo. Linda trató de cerrar la puerta, pero Héctor la detuvo y entró casi a la fuerza.

¿Quieres hablar?, pues hablemos, dijo ella.

¿Por qué te casaste con Jimena?, esa no era la idea? Tú la ibas a enamorar y después la ibas a botar como una basura no ibas a casarte con ella.

Yo no sabía que Jimena era la mujer de la que tanto hablabas, simplemente la conocí y nos enamoramos la vi tan desvalida que le ofrecí mi apoyo y después, no sé cómo sucedió y nos enamoramos.

Eso es mentira, no puedes estar enamorado de ella es una arpía. Además, tú me perteneces.

Claro que no, yo soy libre de hacer lo que quiera; que hayamos estado juntos en la cama no quiere decir que tú y yo tengamos una relación, fue solamente sexo.

Dijiste que me amabas, ¿acaso me has engañado?

Creí amarte, pero ya descubrí que ahora mi amor le pertenece a Jimena y, por favor, olvida todo eso de vengarte no pienso hacerle daño, es el amor de mi vida.

No me importa si fuera el mismo papa, pero de ninguna manera voy a olvidar mi deseo de venganza.

Te advierto, Linda, que si le pones una mano encima a Jimena no te lo voy a perdonar nunca.

No necesito tu perdón, maldito estúpido y traicionero.

Si no quieres que hable tendrás que hacer todo lo que yo te diga. De lo contrario, Jimena se enterará de quién eres y de lo que hemos estado haciendo tú y yo.

¿Me estás chantajeando?, dijo Héctor.

No, mi amor, para nada, simplemente te lancé una advertencia.

No puedo creer que seas capaz de chantajearme.

Tómalo como quieras, quiero que estés siempre para cuando yo te necesite.